Aún escucho tu voz cotidiana platicando con el viento. Con el rabillo del ojo te observo con tus quehaceres: miras a través de la ventana y mueves la cabeza, seguro viste los fantasmas que van y vienen. Atizas el fogón de tu cocina de juguete; las chispas digitales brincan como grillos espantados.
Pruebas de la cazuela, y le das el visto bueno a los huevos revueltos imaginándotelos con ajo, cilantro y ají. Afuera está la tina con agua que recién llené. Es agua de pozo, fresca y dulce.
Salgo al patio y quedo pendiente tuya. ¡Ah!, es la luna que acude a su cita de fotografía como una quinceañera que nunca cumple años!
Cuando se hace de noche y decides "fazer naninha", los fantasmas, el hambre y la luna se han ido, sólo son recuerdos de otro día maravilloso a tu lado, mientras en mi oído juegan tus suspiros entrecortados.
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