Creyó que la amistad era un refugio inquebrantable, un lugar donde la palabra “siempre” pesaba más que cualquier promesa vacía.
Pero cuando extendió la mano en medio de la tormenta, solo encontró aire. Entre ellos solo quedaba una grieta invisible.
El amigo, aquel que tantas veces compartió risas y planes, había elegido la comodidad de su ausencia.
Desde entonces, cada conversación quedó adornada con una sonrisa frágil, como una flor seca guardada entre las páginas de un libro: testimonio de lo que fue, y de lo que ya no volverá a florecer.
Marbella, 12 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.

 
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