Recuerdo que percibía que sería un día cálido de verano. En parte algo
lógico, pues el sur corresponde a eso. Pero la mañana amaneció con una brisa
dulce y agradecida, con la intención de darle un respiro al cuerpo y a la misma
vez una caricia a la mente. El sol del mediodía te indica donde estás y te pone
en guardia para buscar refugio en las sombras que te pueda ofrecer el camino.
Pero pronto es sofocado por la frescura de la gente del lugar, que te atrapa,
te acoge, te mueve hacia ellos. Si el caminante anda perdido, harán de timón.
Si en cambio va cansado, tendrán su regazo. Un pueblo fatigado por el trabajo,
empapado del sudor de sus antepasados y al mismo tiempo, vivo por su historia,
hospitalarios como pocos, donde su mezcolanza de contrastes lo hace aún más
interesante. Un pueblo que en la sobremesa, se resguarda del calor de la calle
pero sin huir de la calidez del hogar. En estas siento como el día avanza, y el
sol va diciendo adiós con un tono rojizo y anaranjado que da paso a cielos
estrellados, cargados de puntos centelleantes que alumbran las frescas noches
de verano donde, como si de otra jornada se tratara, invitan al ciudadano a
vivir en la calle y recrearse con su capacidad de disfrutar.
También recuerdo como son los días
otoñales. Sus sorprendentes mañanas, a veces con luz, otras con lluvias, buscan
siempre mostrarte todos los colores del paisaje. Espacios ocres entre mantos
verdes; golpes visuales rojizos que asoman entre los castañales. El microclima
de la dehesa te acompaña en todo el trayecto, donde el cerdo campa libremente
en la montanera, protegido por paredes de piedras, aunque siempre ajeno a la
cercanía de su sacrificio. Los sabios del lugar en cambio, hablan de lo
contrario. El animal es consciente de su final, pero asume su destino. Su vida
transcurre mientras el hombre siembra sus tierras a la espera del fruto que
ésta le regalará. Pero aquí el otoño nunca te deja indiferente, sus paisajes te
envuelven, te acurrucan, te enjuagan el ánimo con su belleza. La noche llega
casi sin avisar, pero anunciándote que te tratará bien, que te acostumbrarás a
ella y tu descanso será feliz por haber vivido una jornada más aquí.
Los últimos inviernos en este lugar han mostrado su lado más duro, haciendo honor al apellido de esta tierra. El verde de los últimos días es cubierto por la siempre inesperada nieve, que te aletarga inconscientemente y provoca tu refugio, en cualquier hogar que se te preste, donde siempre encuentras leña que te abraza con calor y te despide con cenizas. Lo súbito deja paso a lo cotidiano, y ya una vez habituado en ese escenario, puedes apreciar que la belleza de esta tierra nunca se esconde. Los cortos días de invierno tienen la suficiente luz que necesita tu camino. Inusitadamente, no tendrás prisas con tus pisadas, pues el invierno pasa livianamente esperando la primavera más hermosa jamás vista.
Los días
en ella son agradecidos, pues es una primavera alegre, joven, atrevida y
descarada. Te cubre con los colores que encuentras en el camino, donde las
flores se abren para atrapar a los pájaros y ser cómplices de su causa. Todo es
pasión en esta tierra en primavera. El campesino es compensado por su trabajo,
los arroyos van llenos de vida, los días quieren más luz y y por eso la tienen,
regalándole en contraprestación al viajero los atardeceres hermosos y cálidos
que puedes encontrar en cualquier punto donde estés. Monasterios, conventuales, cunas de pintores ilustres, incluso restos de nuestros antepasados romanos puedes encontrar en tus caminos.
Todo cuanto puedes ver es un regalo para tus ojos.
Pero podrían tratarse de cuatro
viajes en las cuatro estaciones del año. Cada cual distinto, cada uno de ellos
con sus matices, pero todos con el mismo fondo.
Aquí es donde vivo, en Tentudia,
donde cada uno de mis días es un viaje distinto, dentro de cada una de las
estaciones. Es aquí donde saboreo con pasión lo que la vida, y todo lo que la
rodea, me está ofreciendo sin yo pedírselo. Es esta pequeña porción de
Extremadura la que me cuida, me observa y en la que me siento vivo cada día.
También en una pequeña proporción, forma parte de cada una de las personas que
pertenecen a mi vida, pues a buen seguro, algo de esos valores les habré transmitido,
o al menos querido hacerlo.
Gentes, patrimonio histórico y paisajístico, fauna y flora de la Comarca de Tentudía. Fotografías pertenecientes a la Mancomunidad de Tentudía.
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