sábado, 20 de diciembre de 2014

Inda. Parte 1

Ocurrió hace dos años y era su primer viaje. Aunque sin maletas, venía con sus padres, cosa que resultaría lógica. Iba a pasar varias semanas en España, y su llegada al aeropuerto de Barajas era muy esperada por todos. Así fue como el 12 de diciembre del 2012, nos encontramos por primera vez, con gran emoción y entusiasmo. Serían unas navidades inolvidables, aunque solamente para nosotros, dado que ella llevaba tan solo 4 meses en la barriguita de su mamá, y ni tan siquiera aún tenía nombre. Para dirigirnos a ella, o a él, puesto que ni sabíamos el sexo, lo haríamos con la palabra "Kyy", palabra finlandesa, que significa serpiente en español, y haciendo honor a que nacería en el año de la misma.

El recibimiento y el calor que les dimos fue inmediato. Era importante que se sintieran como en casa, e incomprensiblemente el sol quiso entenderlo, y los recibía con sus mejores rayos, como aclimatando la temperatura a su venida. Eso era agradecido, a pesar del cansancio del viaje y la necesidad de soltar el equipaje en un hogar acogedor, que era mi intención y propósito. Pero la decisión del sexo del bebé que Suvi estaba esperando, se resolvió en el primer encuentro que ésta tuvo con mi madre, la cual, le pidió a Suvi que le mostrara su barriga, le tocó la barbilla, y le dijo que traería una niña. Mikki, que contemplaba la escena asombrado, inmediatamente dijo que "Kyy" venía bien para ambos sexos, con lo cual, el conflicto del nombre quedaba resuelto.

Desde ese primer momento, la relación entre Suvi y mi madre tendría un sentido especial. A pesar que su comunicación verbal debía de hacerse mediante traducción, no necesitaban mucho para empatizar y mostrarse cariño y respeto. Y más aún, cuando Suvi hacía de "conejillo de indias" de guisos y pucheros deliciosos, donde tras comer manjares de todo tipo, necesitaba varios minutos de reposo, tanto ella, como "Kyy". Pero así se iban sucediendo los días; mi madre dando atenciones a los invitados, y con el simple hecho de escuchar por parte de Suvi con acento finlandés "muchas graciassssss", era más que suficiente. Ésta, la correspondía con risas, cariño, respeto, y a veces, mostrándole la barriga para deleite de ella, que se acercaba, la acariciaba, le daba besos, y comprobaba como iba aumentando el tamaño de la panza.

Mientras tanto, Mikki disfrutaba con todo eso. Lo que pretendía que fuera un viaje contemplativo, de descanso y desconexión, se estaba convirtiendo en algo familiar, tierno, e incluso inesperado. Ya no estaban pasando el embarazo bajo el frío finlandés, y la solitaria rutina, sino que estaban viviendo el mismo, dentro de un ambiente familiar, conciliador, y cuanto menos, escoltado por mi madre y toda mi familia. 

En varios días, estaban integrados en todo mi entorno. Conviviendo con mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo. Una tarde de compras, un día de campo; hasta cosas como participar en una matanza, en una cata de vinos, cortar jamón, comer churros... Incluso asistir a la típica "comida de empresa". Suvi llegaba a casa, y esperaba impaciente a mi madre, para que, con la ayuda de alguno de nosotros traduciéndole, contarle las cosas que le habían ocurrido a lo largo de la jornada.  

Y pasaban los días, preparando la festividad de Nochebuena, momento de encuentro totalmente familiar, pero que este año sería distinto. Dos personas más, (tres si contamos a "Kyy"), disfrutarían de una cena en compañía de los míos. Algo novedoso para ellos, y también para nosotros, pero que lo transformaba en tierno y agradable.
Había un gran interés en conocer las tradiciones finlandesas por parte de todos. Como celebraban este día, cual era el menú habitual, o bien cuales eras las costumbres más comunes. La atención la centró Mikki, con su tierna conversación sobre Papá Noel. Ante las dudas de mi sobrina Paula sobre la existencia de tal, y con sus ya 9 añitos, quedó perpleja por la explicación que le dio. 

"Conocido es por todos, que Papé Noel vive en la Laponia finlandesa, en una montaña cuyo nombre es Korvatunturi, un lugar el cual solamente conocen sus elfos y sus renos. Es donde tiene Papá Noel su taller, pero nunca nadie ha podido llegar hasta allí. Cuenta la historia, que es un lugar mágico y misterioso, donde estos pequeños elfos, pueden escuchar a los niños y a los adultos y saben si hacen cosas buenas o malas, y las apuntan en un cuaderno grandote que tienen. Normalmente solo apuntan las cosas buenas, aunque también alguna que otra rabieta o enfados.
Es especialmente antes de Navidad, que los elfos van escondidos a las casas y apuntan en estos libros de notas sus comportamientos para ver si están siendo buenos. Además, y al contrario que en otros lugares del mundo, Papá Noel va personalmente a las casas a entregar los regalos preguntando, "¿Hay algún niño bueno aquí?". Luego, entrega sus regalos, y los niños les cantan canciones prometiéndole volver a ser buenos para el próximo año".

La cara de mi sobrina Paula, y de su mellizo Alejandro que se había unido a la historia, era digna de ver. Aunque no menos que la del resto de oyentes que allí estábamos. Puedo decir que desde entonces me niego a aceptar que Santa Claus es una leyenda.

Risas, cantos, alegrías, estaban presente en cada conversación. Una noche distinta, y que jamás olvidaría, pero sobre todo, por lo que acontecería un poco más tarde. Como en este tipo de encuentros, siempre hay un momento para el brindis, y en el cual, el centro de atención fueron nuestros nuevos invitados. "Por una bonita venida a la vida de Kyy"!!, fue mi brindis.
He de reconocer, que Mikki me sorprendió, cuando seguidamente, volvió a pedirnos levantar nuestras copas, para decir; "Quiero dar las gracias por este acogimiento tan increíble, y donde hemos encontrado una familia nueva para nosotros. Una familia, a la cual esperamos seguir unidos a lo largo de nuestra vida. Para dar más énfasis a esa unión, tanto a Suvi como a mi, nos gustaría que Jesús fuera el padrino de Kyy...."

  

"Kyy". Fotografía de Mikki Paajanen.





   

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