viernes, 12 de diciembre de 2014

Respira

No puedo negar que me encanta recibir mensajes inesperados, sorpresivos, y más aún, cuando vienen cargados de buenas intenciones. Como el de éste sábado, justo a la hora de comer, cuando recibo un mensaje de Emilia y en el cual, me propone realizar una visita a mi tierra, acompañada de una amiga y un amigo suyo, dos completos desconocidos para mí. No obstante, Emilia también es una desconocida para mí. La conocí hace unos años, en la terminal de un aeropuerto, y tengo poca más información sobre la cual pueda hacerme una composición de ideas de su forma de pensar, su estilo de vida, en definitiva, su forma de ser. Está claro que no serían perjuicios para mí, no sería ningún inconveniente para ofrecerle lo que tengo. Tengo suficiente información como para no tardar, ni tan siquiera un minuto, a través de otro mensaje de vuelta, y responder afirmativamente a su proposición. Serán bienvenidos a mi casa, a mi entorno. Como persona educada, me pide si necesito algo de Madrid, lugar de partida de mis tres huéspedes. Solamente le pido que traigan ganas de conocer mi tierra.

Emilia y sus dos acompañantes llegan el sábado, pasada la medianoche. Son recibidos por el calor de una chimenea, un vino extremeño, embutidos, una tortilla de patatas recién hecha, y un propósito de buenas intenciones. Rápidamente se aclimatan, trato que se sientan cómodos. El español de ambos es admirable. Emilia es de nacionalidad polaca, Sara es italiana, y Jean Paul procede del país africano de Zimbabwe. Es realmente apasionante compartir conversación con tres personas desconocidas, con muchísimo mundo, mucha vida que contar, y esta vez, sin moverme de casa. Sin tener que realizar ningún viaje, más que aquel en el cual ellos quieran transportarme con sus vivencias. Estoy fascinado, disfruto de la situación que casualmente hemos creado, y me entrego al momento.

Es domingo por la mañana, y con pocas horas de sueño, solamente veo una gran sonrisa en la cara de cada cual. Hoy toca una larga jornada, donde haré las veces de anfitrión, exactamente por un día y medio, y los lugares que quiero mostrarles ocupan la totalidad de mi cabeza. Pero antes tengo que tantear sus prioridades, y me transmiten, que quieren exclusivamente pasar un tiempo agradable, en una tierra, de la cual, solamente Emilia conoce casi de oídas. Así pues, me centro en sus necesidades. Finalizamos nuestro desayuno y empezamos la jornada. Nos adentramos en los paisajes que nos regala esta tierra, visitamos algunos lugares de interés, y noto que se acoplan perfectamente a todo. Me gusta mucho lo que transmiten. Noto mucha paz y armonía en cada uno de sus gestos. Su integración con la gente de mi entorno es total. Una actitud tan sumamente positiva, que me contagian de esa tranquilidad, ese bienestar, esa felicidad. Todo ello, perfectamente acompasado por el bullicio de la fiesta en la cual nos encontramos en calidad de invitados, y en la cual, la diversión se ha apoderado de nosotros. Tanto, que me resulta cuanto menos asombroso, ver "bailar" a una persona de Zimbabwe unas sevillanas sin ningún tipo de timidez.

Dentro de ese estado de ánimo radiante, Sara y yo salimos fuera de la casa por un momento. Nos sumergimos en una bonita charla, iluminada por la caída de un rojizo sol que quiere irse a dormir. Hablamos de la vida como si realmente nos conociéramos desde hace años, nos contamos todo aquello que el otro quiere saber. Disfrutamos de una preciosa conversación. Pero de repente, descubro algo que me llama la atención. No sé porqué motivo, pero observo que Sara respira de una manera distinta. Es como si quisiera inhalar mucho más aire del que pudieran aceptar sus pulmones. En cambio, su cara es de satisfacción, con lo cual, no siento ninguna preocupación por tal hecho. Todo lo contrario. Continua charlando, y sigue respirando, de una manera profunda, lo cual va en sintonía con lo intenso de la conversación. Sus palabras denotan seguridad, ilusión, y mucho entusiasmo en todo los acontecimientos futuros que le deparan. Después de aquel momento, apenas si media hora, descubro conocer en buena medida a Sara, una chica muy inteligente, soñadora, agradable, y con unos valores fascinantes.

Ya entrada la noche, la vuelta a casa resulta de lo más divertido. El alcohol nos trata bien, y nos envuelve en un estado de euforia controlada, que provoca continuas carcajadas. A pesar que estamos agotados, nos cuesta decir adiós a la jornada, y tratamos de continuar nuestra charla, la cual se torna en un interés particular sobre la vida de Jean Paul. Una persona con un recorrido por todo el mundo increíble. Asía, Africa, América del Sur, Europa...decenas de países visitados, miles de kilómetros recorridos, y con una historia seductora por cada una de sus vivencias. Aún así, Sara y yo insistimos en sacar lo máximo de él, cosa que resulta francamente difícil, pues se niega a reconocer entre todos esos países, lo que consideraría un hogar. Cansada Sara, y Emilia ya descansando desde hace rato, nos quedamos Jean Paul y yo sentados en el suelo de la cocina, para seguir con nuestra conversación, esta vez más distendida y relajada que a la que le habíamos sometido instantes antes.

Y de repente, lo que me había ocurrido horas antes con Sara, vuelve a ocurrirme con él. Sumergidos en una agradable conversación, percibo que Jean Paul comienza a respirar de manera extraña, no por ello desapacible. Todo lo contrario. Una respiración profunda, pausada, ligera, y sobre todo armoniosa. Esto, lejos de incomodarme, me agrada. Jean Paul combina su ya cansado vocabulario de español, con una respiración musical y equilibrada. Y al igual que me ocurrió con mi amiga italiana, me doy cuenta que con apenas haber compartido unas horas con él, ya puedo decir que lo conozco. Un chico generoso, sencillo y sobre todo, entregado a la vida. 

A la mañana siguiente, Emilia fue la primera en acompañarme para el desayuno. Una taza de café recién hecho en sus manos, la empujó repentinamente a la conversación. Y entregada a la misma, y con mayor rapidez que sus dos acompañantes, no tardé en escucharla respirar al igual que me ocurrió con ellos. Un acontecimiento extraño, pero que ya casi me estaba resultando algo habitual. Una respiración también profunda, fuertemente marcada por la conversación que manteníamos, y donde Emilia, anunciaba sus proyectos a corto plazo. Palabras cargadas de seguridad, de buenos propósitos, y en los que me confesaba lo que haría en los próximos meses. Será un año sabático, donde todas sus intenciones, van cargadas de amor, de gestos entrañables hacia su familia, su tierra, sus raíces. Me habló sobre todo de cuidar un rosal, que en el pasado había sido regado con amor y pasión, y que ella querría seguir haciendo de alguna manera. Yo escuchaba atentamente, no solo sus palabras, sino la acentuada respiración que las acompañaba, solamente difusa por los cambios de ritmo que Ennio Morricone realizaba con su Cinema Paradiso sonando de fondo en la casa. Fueron las palabras más cariñosas y con más amor que había escuchado en mucho tiempo de alguien hacia su familia. Todo un lujo de conversación.

Una nueva jornada comenzaba por una soleada Tentudía. Nos desplazábamos en coche hasta nuestro destino, con la suficiente lentitud como para disfrutar del paisaje, acoger la tibia entrada de sol a través de los cristales, observar el escenario que nos estaba obsequiando la hermosa mañana, mientras en la música de fondo Celine Dion nos decía aquello de "I am Alive". Una vez llegamos al lugar que visitar, los tres salieron del coche como con urgencia de absorber todo cuanto había a su alrededor. El aire puro, los arroyos, el sonido de los pájaros, ver a los animales pastar libremente en la dehesa. Un auténtico lujo para quien no ha visto nunca estos paisajes, y una maravilla para mis ojos, ver como tres personas, ponen en valor esta tierra, perteneciendo cada cual a un lugar del mundo distinto.

Disfrutando de un hermoso paseo, los observo. Vigilo sus gestos, sus miradas. Soy cómplice de sus sonrisas. Y es justo en este momento, envueltos en la naturaleza, cuando vuelvo a escucharles respirar. Ahora, por primera vez, a los tres al unísono. Una respiración que me resulta tremendamente agradable, sonora, casi musical. Me acerco aún más a ellos tres. Respiran, pero no como solemos hacer para sobrevivir. Es otro tipo de respiración. Es en ese momento que Sara, caminando a mi lado, me dice, "necesitaría llenar de este aire la mochila, y poder llevármelo para poder respirarlo cuando quisiera". Es en ese justo momento, cuando empiezo a escuchar mi respiración, al igual que la de ellos. Es algo sorprendente. "Me escucho respirar"!!! Pero de una manera totalmente distinta a la que estoy habituado.

Así seguimos caminando, y el momento está en increíble armonía con todo lo que nos rodea. Nos observamos sin mediar palabra. Y es en ese preciso instante, cuando entiendo esa respiración, cuando le doy sentido a esos hechos. Cuatro personas, algunos desconocidos para el otro, coinciden en un momento de su vida de total reflexión, de toma de decisiones, de planteamientos futuros importantes que marcarán los caminos de cada uno de nosotros. Y de manera casual, hemos escogido involuntariamente "este aire" para hacerlo, para respirar. Cargar "la mochila" con buenas intenciones, con suficiente oxígeno para lo que nos espera en nuestro próximo futuro.

Es por ello, que a veces es bueno salir de nuestro entorno, de nuestra "zona de confort", de aquello que siempre nos rodea, para poder valorar lo que tenemos, y lo que no nos gustaría seguir teniendo. Buscar sentido a todo cuanto queremos para nosotros mismos. Pensar de manera individual, pero no por ello en solitario. Buscar la valentía y atrevimiento que a veces necesitamos. Y en esta ocasión, cuatro personas, distintas entre nosotros, elegimos ese momento a la vez. A veces nos acomodamos tanto a nuestra situación, evitando tomar decisiones importantes para nuestra vida, que además sabemos que son necesarias, que necesitamos salir de nuestro espacio habitual para hacerlo. 

No hay que tener miedo a las decisiones. No hay que buscar el momento "perfecto" para hacer aquello que quieres, aquello que deseas. A veces, es necesario sentirte escuchado, aunque sea por un desconocido, porque a lo mejor, es la persona menos influenciada para darte un buen consejo. Así es como este fin de semana he comprobado, que cuando pretendamos pensar firmemente en lo que queremos, en nuestros deseos, en nuestro futuro, solamente necesitamos buscar la paz que nos permite hacer de ese momento, el momento perfecto, y para ello, quizás solamente necesitas "respirar". Pues después de lo compartido en estos dos días, no solamente hemos creado una bonita amistad, sino que sin quererlo, nos hemos ayudado unos a otros. Nos hemos dado cuenta, que con el simple hecho de escuchar, llegamos a ayudarnos a nosotros mismos, y a buen seguro, tomaremos la mejor de nuestras decisiones. 
Así pues, cuando de verdad "quieras quererte", respira.... 






































Tentudía, diciembre de 2014. Fotografías de Emilia Biesek.


       



  


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