viernes, 20 de febrero de 2015

Comer con hambre

Las recomendaciones que recibes a la hora de visitar algún lugar desconocido, suelen ser muy diversas, en función de lo que quieras buscar. Tranquilidad, ocio, sol y playas, deporte de aventuras, o hacer turismo puro y duro. Pero en todas y cada una de las modalidades, siempre surge la misma pregunta; "¿qué tal se come en ese lugar?". Cada país tiene sus particularidades en lo que a la gastronomía se refiere. Yo personalmente adoro la comida de mi país, de España, aunque también siento gran predilección por la comida portuguesa e italiana, sin menospreciar la comida de Latinoamérica. Pero también es cierto que lo atractivo de visitar un país radica en probar lo desconocido, lo atrevido, incluso lo exótico o prohibido.

Cada vez que pienso en alguna ciudad visitada de los distintos países, se viene a mi cabeza la gastronomía que allí degusté. Desde las costumbres, los horarios, las especias utilizadas, y las bebidas que se acompañaban con los platos típicos del lugar. Pescados, carnes, frutas, verduras, jugos. Desde las carnes más insólitas, como oso, caballo, canguro, reno; a las especies más exóticas, como serpientes, cocodrilos, y otras especies difíciles de ingerir si no es por pura curiosidad. Incluso puede resultar mucho más atrevido y excitante, decir que has comido carne de tortuga a el hecho de hacer puenting. 

Esta semana han llegado a mi cabeza diversas reflexiones sobre la manera de viajar. La mía, en concreto, suele ser la más clásica. Sitios por norma general turísticos, seguros, y altamente desarrollados, en los cuales, ciertamente de lo único que me preocupo es de trivialidades. Procurar acertar con la ropa con la cual salgo a la calle, respetar en la medida de lo posible los horarios para comer, que no me cobren demasiado por las consumiciones, o que la cerveza esté lo suficientemente fría para apagar mi sed. Y es así de simple; preocupaciones básicas. Viajas, o mejor dicho, viajo, con preocupaciones "miserables". Y quizás deba plantearme a veces otro tipo de viajes, al menos por el hecho que mi concepto de viajar cambie, y si realmente lo hago para conocer mundo y aprender de él, que lo realice en todas las consecuencias y a todos los niveles.

Resulta que esta semana un famoso futbolista se ha tatuado en su cuerpo 50 nombres de personas desconocidas. En la celebración de un gol, se ha despojado de su camiseta, y ha mostrado a las cámaras y al público allí asistente los 50 nombres, escritos en tinta sobre su torso. "Unicamente" se trataba de una campaña contra el hambre en el mundo. Pero es que solamente eran 50 nombres, de los 805 millones de personas que pasan hambre en todo el planeta. Lo triste de todo esto, es que ha conseguido "poner de moda" el hambre en el mundo por unos pocos días. Será "trending topic", y desgraciadamente en un tiempo determinado, pues todo lo que ocurre en nuestra sociedad hoy en día, para bien o para mal, dura un corto periodo de tiempo.

Pero aún es más sobrecogedor, ponerte a buscar información sobre ello, y comprobar que el planeta está preparado, y tan solo a través de la agricultura, a abastecer más del doble de lo que la población mundial necesita. Pero leyendo las estadísticas, resulta que esa cifra, esos 805 millones de personas que pasan hambre en el mundo, ha disminuido significativamente en las tres últimas décadas. Más allá de resultar un indicador positivo, mi lectura es que, evidentemente, son menos millones de personas las que pasan hambre en el planeta, porque sencillamente, la diferencia en número a los que había hace 30 años, están bajo tierra. Nada o poco se hace para evitar eso.

Como anteriormente comentaba, la mayoría de mis viajes han sido a países en los cuales mi estado estaba activado en modo "turista", sin ir más allá de ese estereotipo. Solamente quizás, he estado lejos de ese estado en mi visita a Latinoamérica, concretamente en Uruguay, y porque tuve la oportunidad de recorrer todo el país, desde sus zonas más prosperas, hasta las más vulnerables. Y eso, que a pesar que en el "mapa del hambre", Uruguay se encuentra en la zona "moderadamente baja", entre un 5 y 14,9 % de personas subnutridas con respecto a la población total, para el año 2013. Pero lo más triste de todos estos datos y estadísticas, es que exista un "mapa del hambre". Debe resultar vergonzoso e incluso indignante para aquellas personas, que tienen que trabajar en buscar la información necesaria para elaborar este mapa. ¿En qué miserable mundo vivimos?!!!. 

Tan devastador y desmotivador es, que hablemos del hambre en los medios solamente cuando un futbolista a través de su gesto, consigue "ponerlo de moda". Y es cierto que nos olvidamos de todos esos datos y estadísticas cuando esas noticias se enfrían, incluso solo están en nuestra memoria de manera fugaz, saliendo rápidamente de ella. Dado que nuestro sistema inmunológico es sumamente egoísta, nuestra voluntad de compasión desaparece "al primer bocado" sentados en la mesa. Alimentamos nuestro cuerpo, intentando cumplir los horarios, con nuestros respectivos "homenajes" en el fin de semana. Si algo se sale de lo normal, y nos saltamos alguna comida o ésta, se produce unas horas más tarde de lo habitual, nuestro mal humor es manifiesto, y nuestro ánimo se vuelve irritante. 

Resulta que estamos tan poco familiarizados y solidarizados con la causa del "hambre en el mundo", que ocurre como en las campañas de la Dirección General de Tráfico, que tu trauma dura el tiempo que tarda en venir otro anuncio o campaña publicitaria, para nuevamente, vivir tu vida con tus propios hábitos como si nada de aquello hubieras visto. Entonces tu pie vuelve a soltar el freno, y aceleras sin más, olvidando todo aquello que han intentado transmitirte esas duras imágenes.
Lejos de todo esto, y aún en la opinión de que mi solidaridad con el hambre necesita mejorar muy mucho, hubo una anécdota que sí cambió ciertas cosas en mí, o al menos, se despertaron en mí algunos sentimientos acompañados de tristeza, dolor y compasión.

Ocurrió en Montevideo el pasado año, en un famoso restaurante de la capital uruguaya, donde, un sábado por la noche, cenando un asado y algunas otras comidas típicas del país, junto con el vino recomendado por la "casa", y justo antes de cerrar, aún con clientes dentro del local, entraron dos jóvenes de no más de 25 años cada cual. Uno de ellos, empujaba la silla de ruedas que sustentaba al otro. El que iba de pie, abrió ambas puertas de la entrada, empujó a su compañero, y sin mediar palabra, comenzaron a comer los desperdicios restantes que aún estaban en los distintos platos, que los camareros habían retirado a la barra. Restos de carne, huesos por rebañar, sobras de pan...todo aquello cuanto pudieron encontrar a su paso. Los clientes allí presentes, guardamos silencio. Los dueños del local, mostraron respeto ante tal hecho. De pie frente a ellos, impasibles y contrariados, pero lejos de recriminarles tal actitud, esperaron a que finalizaran tan indigno pero urgente gesto para ellos. Una vez acabaron con las sobras de comida, salieron del local, mostrando con sus ojos agradecimientos ante el "respeto" que les mostramos.

Ha sido la primera vez en mi vida, que realmente he visto a alguien "comer con hambre"... 





Fotografías de WFP. Programa Mundial de Alimentos.

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