viernes, 13 de febrero de 2015

Ni rastro de Grey

Me suele pasar cuando preparo un viaje, que llego al inicio de éste terriblemente agotado. Tratas de dejar las cosas preparadas en el trabajo, y finalmente acabas haciendo las maletas a última hora y con estrés. Pero del mismo modo, la recompensa cuando estás sentado ya en el interior del avión, es irremplazable. Este último verano, tras venir de un largo viaje y estar una semana poniéndome las pilas intensamente en el trabajo, de nuevo tocaba otro viaje, esta vez de ocio, y así fue como llegué exhausto para coger mi vuelo desde Sevilla a Roma, y de ahí rumbo a la Toscana, donde pasaría unos días de descanso.


Era Septiembre y el calor sevillano aún era palpable desde bien temprano. El avión estaba casi al completo, y rápidamente traté de acomodarme en mi asiento para poder descansar, y el asiento libre a uno de mis lados me permitiría ir más cómodo. En estas que justo antes de despegar y ya casi a punto de dormirme, viene la azafata acompañando a un matrimonio de personas mayores, y me dice; "disculpe señor, pero hemos tenido un problema con la asignación de asientos de estos señores; ¿le importaría dejarle su lugar a ellos y ocupar la plaza que tenemos en primera clase?". Ni que decir tiene que el cambio era de lo más apetecible, así pues, al poco estaba sentado en un espacioso asiento, con almohadas y todas las comodidades para procurar mi vuelo mucho más confortable.


Pero no pude por ello evitar observar, que a mi lado iba sentada una atractiva mujer, de no más de 40 años. Me llamó la atención su gran belleza; morena, ojos claros y realmente muy llamativa para cualquiera. En una de mis miradas, ella no apartó la suya, y me saludó. El vuelo seguía su curso, y empezamos a entablar conversación. Su mirada era provocadora, pero a la vez me resultaba agradable. A medida que continuaba la conversación, su atractivo causaba aún más efecto en mí. Parecía como si me estuviera embrujando, y lo peor de todo, es que ella se daba cuenta de tal hecho. Sus gestos y miradas suscitas buscaban las mías soslayas. Así averigüé que era ejecutiva de una reconocida empresa, y que pasaría unos días en Roma. Yo quería sacar cuanta información pudiera, pero sobre todo mi interés radicaba en saber sobre su vida sentimental, de la cual ella evitaba a toda costa hablar ante mis sutiles preguntas.


El vuelo estaba acabando, y maldecía para mis adentros que llegara a su fin sin poder pasar más tiempo con esa increíble mujer. No paramos de hablar en todo el trayecto, y eso me hizo entender que ella debería sentirse cómoda con tal hecho, por no decir atraída o interesada de algún modo por mi, al igual que lo estaba yo de ella. Siendo los primeros en bajar por la escalera, pude comprobar aún mejor su belleza. Llevaba un vestido negro, un pañuelo blanco alrededor de su cuello escondiendo su escote, y unos zapatos negros con pronunciados tacones, y colgando de su brazo, un bolso de color claro de una conocida marca. Me preguntó si me esperaba alguien en la terminal. Le dije que no, que pasaría el día en la ciudad, a lo que me dijo que estaría encantada de llevarme al centro, ya que tenía su vehículo en el parking. Encantado con tal hecho, subí a bordo de un precioso Mercedes deportivo, de color negro, y salimos hacia el centro de Roma.

Por algún motivo, y al contrario que me ocurrió en el avión, empecé a sentirme un poco nervioso. Ella continuaba hablando de manera natural, pero yo empezaba a sentirme cohibido. De repente estaba en un coche, con una desconocida, por la cual me sentía increíblemente atraído. Trataba de recomponerme para solventar mi nerviosismo y que ella no lo notara. La observaba y notaba su seguridad. Ahora sus ojos iban tapados por unas gafas de sol, no así su pronunciado escote, que tras quitarse el pañuelo que llevaba, adivinaban unos pechos grandes y firmes. Mi excitación iba en aumento, y creo que ella estaba siendo consciente de ello. De repente, puso su mano sobre mi muslo, y mirándome me dijo. "Pareces cansado; creo que te vendría bien tomar algo conmigo antes de despedirnos. Mi apartamento está a solo una manzana de aquí". Asentí con la cabeza, al mismo tiempo que ella hacía un giro con el volante para entrar en un parking subterráneo.

Mientras subíamos en el ascensor, ella continuaba hablando para darle naturalidad a la situación, pero yo ya estaba seguro que algo estaba a punto de ocurrir. Entramos en un lujoso apartamento, con un mobiliario blanco y negro, cuadros y adornos de múltiples colores que completaban el diseño. Un enorme sofá de piel de color blanco presidía el salón, que se conjuntaba con una preciosa cocina americana totalmente equipada, y al fondo dos puertas que parecían ser el dormitorio y el baño. "¿Te apetece una copa de vino mientras me pongo cómoda?. Moví mi cabeza afirmativamente. Fue hacía la cocina, sirvió dos copas de vino, y mientras venía con ellas en la mano, sonreía. Me ofreció una de ellas, se acercó, y me dio un tímido beso en la boca. Volvió a mirarme, y acercó nuevamente su boca para besarme, estaba vez entrando dentro de la mía con su lengua. Pudo notar mi tensión, y antes de alejarse para dirigirse a su habitación me dijo, "trata de disfrutar del momento y haz que yo disfrute tanto como tú". Desapareció en el interior de su dormitorio, no sin antes dejar la estancia a media luz, solamente con una pequeña lámpara que apenas iluminaba el salón.

Mientras esperaba a que saliera del dormitorio, pensé por un momento que estaba metido dentro de una historia como la famosa trilogía de "50 sombras de Grey". Entonces, abrió la puerta para salir del dormitorio, y mis piernas temblaron cuando la escasa luz permitía ver su figura dirigiéndose hacia mi., en ropa interior de color oscuro, y andando sobre los zapatos de tacones que no se había quitado. Sin decirme nada más, empezó a besarme , apretando con sus manos mi cabeza y frotándola suavemente, entrelazando mi cabello con sus dedos. Mis nervios eran evidentes, y susurrándome al oído me dijo; "demuéstrame qué sabes hacer"!!. Pensando que no se presentan ocasiones como éstas, llevé mis manos a su espalda y tiré del broche del sujetador, apareciendo ante mi unos pechos aún más hermosos de lo que había podido imaginarme. Empecé a tocarlos suavemente, para luego apretarlos hacia arriba, sin que me cupieran en las manos, y bajé mi cabeza para chupar sus pezones, mientras que ahora mis manos bajaron para tocar su sexo por encima de su braguita. Ella suspiró cuando apreté mi mano derecha contra su entrepierna. Pasé mis manos a sus nalgas, la cogí en peso, y la subí encima de la barra de la cocina, colocando su trasero en el borde de la misma.

Con mis manos, la desplacé delicadamente hacia atrás, y empecé a pasar mi lengua por su cuello, para bajar nuevamente hacia sus pechos, en los cuales me recreé un buen rato. Mordía sus pezones y apretaba un pecho contra otro, hasta que mi boca empezó a descender. Como si supiera qué iba a ocurrir, comenzó a gemir y a levantar la ingle insinuándome donde debía llegar. Con mi boca encima de su tanga, y mis manos, una en cada seno, comencé a darle pequeños bocaditos por encima de las bragas. Su olor me indicaba que estaba excitada, y por supuesto mojada. Bajé mis manos para apartar la tela de sus braguitas, y comencé a chupar su sexo, emitiendo un pequeño gemido de placer. Disfrutaba, y eso me empujaba a seguir lamiendo sus genitales, y ahora con los dedos de mi mano derecha exploraba su clítoris, mientras con la otra mano seguía apartando su minúscula braguita.

Sus gemidos iban en aumento, y sus piernas comenzaban a ponerse en tensión, cosa que percibía con cada paso de mi lengua, que se convertía en una fuente de fluidos que mojaban mi boca. Casi haciéndome daño con la presión que ejercía con sus piernas a cada lado de mi cara, erigió su cuerpo hacia adelante, y sujetando mi cabeza contra su sexo, emitió un pequeño grito de placer y suspiró profundamente. Con las manos aún agarrando los pelos de mi cabeza, tiró hacia arriba de mí, y metió su lengua en mi boca. Volvió a mirarme, y me forzó a bajar mi boca hasta sus pechos, que noté duros y erizados. Los chupé nuevamente, completamente excitado, y volví a estrujarlos con mis manos. Alzó mi cabeza hacia ella y me preguntó si quería tomar algo. "Agua", le dije, "necesito agua muy fría". Sonrió, y bajó de la barra de la cocina para dirigirse a la nevera. Mientras miraba su trasero casi desnudo por su minúsculo tanga, comencé a desvestirme completamente aceleradamente deseando proseguir.

Puso hielo en un vaso, lo llenó de agua del grifo y se dirigió nuevamente hacia mí, que la esperaba completamente desnudo en el mismo lugar. Antes de ofrecerme el agua, bebió del mismo vaso, para luego sacar con sus dedos un hielo y entrarlo en su boca. Me ofreció el resto de agua y empezó a bajar por mi torso chupando mi cuerpo con su boca fría. Así hasta que llegó a mi pene, que metió dentro de su boca, no sin antes escupir el hielo que tenía aún dentro de la misma. Su lengua fría me excitó aún más, y empezó a chupar mi pene mientras sostenía mis genitales con una de sus manos. Su lengua recorría mi miembro suavemente, para entrarlo en su boca hasta lo más profundo y follarme con ella. Dejé el vaso encima de la barra, y la atraje hacía mi. Volví a tocar sus pechos, metí mi lengua en su boca, y la llevé hasta el sofá, donde al llegar me pidió que me sentara. Se puso de rodillas frente mi pene, y mientras con su boca me masturbaba, con sus dos manos recogía su pelo con un coletero. Así estuvo largo rato, hasta que le pedí suplicadamente que me follara.

Se levantó, bajó sus braguitas sacándola a través de sus pies por encima de los zapatos, que no se quitaría. Puso sus rodillas sobre el sofá, a un lado y otro de mi, dejándome debajo de ella, cogió mi pene y se sentó sobre él metiéndolo en su interior suavemente, hasta que, estando dentro por completo, empezó a cabalgarme, primero despacio, y seguidamente de manera enérgica. Yo tocaba sus pechos con mis manos, los apretaba y masajeaba fuertemente. Ella gemía a cada embestida, daba gritos de placer, y poniendo sus manos sobre mi pecho, comenzó a acelerar el ritmo. Subía y bajada de mí, notando que cada vez estaba más humedecida, cosa que facilitaba la penetración. Empezó a mover su culo hacia mí, como golpeando mi pene con sus ingles, hasta que de un golpe rápido y seco, empujó su cuerpo todo lo fuerte que pudo hacia delante, gritó fuertemente de placer mientras mojaba toda mi entrepierna.

Me quedé un rato inmóvil, viendo su cuello tenso echado hacia atrás y apreciando sus pechos más duros y firmes que momentos antes. Pero rápidamente reaccioné, y sin sacar mi pene de sus adentros, la giré, y fui yo quien me puse encima de ella, con mis rodillas clavadas en el suelo. Y empecé a dar golpes suaves con mis caderas hacia sus adentros. Poco a poco iba acelerando mi ritmo, viendo como mordía sus labios y tapaba su cara con sus brazos, mientras que los míos la atraían hacia mi, mientras agarraba con mis manos sus muslos. Cada uno de mis golpes, era precedido por un pequeño gemido, que iba en aumento en función de la velocidad del movimiento de mis caderas. Así estuve un largo tiempo, hasta que iba notando que ella volvía a querer llegar al orgasmo, diciéndome, "esta vez quiero que acabemos los dos a la vez".

Mi excitación era total, más aún cuando con sus manos tocaba sus propias tetas y las llevaba hacia su boca para chuparlas. Mi torso estaba empapado de sudor, y ya comenzaba a fatigarme. Mis rodillas estaban completamente doloridas, y necesitaba concentrarme para llegar a mi orgasmo. Ella en cambio, me indicaba que estaba a punto de hacerlo. "Vamos, fóllame fuerte y córrete conmigo". Seguía mis embestidas, aún más fuertes si cabe, cerrando mis ojos para poder concentrarme, abriéndolos de manera intermitente para contemplar mi pene entrando dentro de ella. Tenía que conseguir correrme, pues el dolor de mis rodillas era cada vez mayor, pero ella gemía cada vez con mayor intensidad. Quise aflojar mi ritmo, pero no me dejó. En uno de mis golpes continuos de cadera , me rodeó con sus piernas, me apretó hacia ella, y con su boca mordió su mano no sin antes lanzar un grito sonoro de placer. Ya no permitía que yo siguiera moviéndome, ni tan siquiera para aliviar mi dolor de rodillas. Se incorporó para agarrar mi cuello y llevar mi boca nuevamente hacia sus tetas. 

Mi corazón latía a mil por hora, y mi cara sobre su pecho delataban lo mismo de ella. De repente, me alejó de ella poniendo sus manos sobre mis hombros preguntándome; ¿café o té?. La miré contrariado, diciéndole con una sonrisa; "quiero otra copa de vino!!!". Sacudiendo mi hombro suavemente, volvió a decirme, "señor, ¿qué desea, café o té?. Alcé la vista, y contemplé a una azafata sonriente a la espera de mi respuesta, diciéndole casi sin pensarlo, "agua, necesito agua muy fría". Me incorporé un poco en mi asiento, para aliviar la presión que sentía en las rodillas a causa de la estrechez del espacio, miré a mis alrededores para ubicarme y darme cuenta de donde me encontraba, me observé a mi mismo, y entonces pude comprobar que allí no había "ni rastro de Grey...."


Imagen libre en la red.


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