domingo, 19 de abril de 2015

De mayor quiero ser...

Resulta que de vez en cuando, vives situaciones presentes, que te trasladan al pasado, transformando la sonrisa de tu cara. Esos momentos, los vives intensamente, cuando hablas con niños, cuando tienes conversaciones con ellos. Vestidos de la manera más sencilla y llana; con su blusa de amor, sus pantalones de ilusión, y sus zapatos de inocencia. Charlar con ellos, es la mejor manera de sentir la transparencia de la vida, la candidez del ser. Sin maldades, sin gestos deshonestos. Y claro, todo eso te lleva a pensar y valorar como tú eras en el pasado, y como, por impulsos de la sociedad y de la propia vida, te has tenido que ir transformando para enfrentarte a este hábitat y este mundo, que poco se parece al que viviste en tu infancia.

No tengo la suerte de tratar y charlar a diario con niños, pero a la menor oportunidad, me acerco a ellos, trasteo en su confianza, y procuro adentrarme en la conversación. Y es en ese tiempo, justo ese instante, cuando disfruto del momento más puro del día. Desde que les pides un beso, e inofensivamente se acercan a dártelo. Le preguntas cómo se llaman, aún tú sabiéndolo. Cuantos años tiene, a pesar de conocer la respuesta. Tratas de darle continuidad a la charla, animar su ininterrupción, pues realmente sabes, que te traspasará esa inocencia y sencillez que a veces vamos perdiendo por el camino de la vida.

Y claro, también los sometes a las preguntas que antiguamente nos hacían a nosotros; "¿Y tú, que quieres ser de mayor?". < Bombero; Futbolista; Maestra; Policía; Enfermera....> Y le sonríes, pues sabes que solo se trata de una respuesta, no realmente de un propósito real y firme. Aunque, cada vez que eso ocurre, me traslado en el tiempo, y trato de recordar cuales eran mis respuestas. Y claro, se pierden en mi memoria. Busco en mis recuerdos, me revuelvo en mi hemeroteca infantil, y no hallo respuestas claras. 

Pero mientras pienso en cuales eran mis contestaciones a esa pregunta, yo trato de mantener el énfasis en mi conversación con ellos. Y si le insistes en que desgranen su respuesta, para los chicos, ves la evidencia en que buscan el reconocimiento, el protagonismo, el triunfo, pero claro, en su estado más puro y honrado. Coqueteas con su entusiasmo, disfrutas con sus ilusiones ausentes de miedos. Y ni que decir tiene, que asientes con la cabeza ante sus contestaciones. Y tú, ante eso, te conviertes en cómplice de sus sueños, pues no te atrevas nunca a boicotear el sueño de un niño.

Pero en este momento, que aún continúan las respuestas pasadas, ausentes en mi memoria, y en un conato de viaje en el tiempo, tal vez pienso firmemente, que de mayor, quisiera ser como yo.... Y así debería ser. Es decir, que cada cual, de mayor debería ser tal cual es. Sin que nada ni nadie nos cambie en nuestra forma de ver la vida, pues en el objetivo de cumplir tus sueños, está la clave de tu existencia. Que triste sería vivir sin sueños, sean cuales sean; futbolistas, bomberos, maestras, ingenieras...Y si estos sueños cambian, que lo hagas tú. Que nadie los trueque ni varíe por tí.

Y resultan tan distintas las respuestas de las chicas. Siempre buscando el altruismo, la ayuda y generosidad para con los demás. La lucidez de sus respuestas, te lleva a pensar en la gratitud de su corazón. Su ingenuidad te habla a través de su sonrisa, de su calidez y sencillez. Entonces, admiras su pasión, su arrebato por lo verdadero. Y no trates de convencerlas de otras aspiraciones, pues las suyas, son irremplazables. Y si decides escucharlas atentamente, aprenderás lecciones que te harán crecer más de lo que pudieras imaginar.

Y es que cuando se te presenta la inocencia, a través de cualquier niño o niña, sin dobleces, sin matices ni contraprestaciones, es cuando debemos pararnos a reflexionar, si son ellos los que deben crecer, o somos nosotros. Solamente basta con verlos amar a sus familias, a sus amigos y amigas, a aquellos que los tratan bien. El respeto por la naturaleza, los animales, los mayores, los pequeños. Quizás somos nosotros los que deberíamos meternos en su papel más de una vez. Reaprender de ellos mismos y revivir las experiencias por las que pasan día tras día. Esa capacidad de recomponerse y esa gratitud a vivir. Nada mejor que ellos, para que sepas valorar la esencia real de la vida. Amar sin nada a cambio, sin contemplaciones. Solo por el simple hecho, de que forma parte de los corazones limpios.

Por eso pienso firmemente, que cuando sea mayor, quisiera ser un niño... 

Nuria

Nicolás

Alejandro

Paula

Inda


   

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