viernes, 18 de septiembre de 2015

La escalera del deseo

Podríamos decir, que a veces alimentamos nuestra existencia, con deseos que nos van y vienen continuamente de la cabeza. Y son muchas las ocasiones, que cambiamos esos deseos, pues están condicionados en función del momento en el cual nos encontramos. Pero pienso que es bueno desear, pues nos hace tener la mente despierta, y es por eso, que los deseos nos los debemos plantear como algo en lo cual creer, pues deben ir en sintonía con nuestras pretensiones, con el objetivo de encarrilar nuestra vida. Plantearlos como una meta y no olvidarnos de ellos, da aún mucho más énfasis a intentar lograrlos, y una vez conseguidos, cuidar lo obtenido y valorarlo como merece. 

Esta semana, en Sicilia, ha sido la primera vez que he visitado un centro de acogida de inmigrantes, todos ellos provenientes de África, y todos con un objetivo común; "volver a ser hombres libres y dignos". Realmente es la primera vez que me entero de verdad, del por qué abandonan a sus familiares, sus costumbres, en definitiva, su vida, para buscarse un futuro en algún país extraño, y en la mayoría de las ocasiones, aventurados a la suerte. Ésta, existe para todos, y como tal, a todos nos gusta encontrarla. Al igual que a ellos, personas como tú y como yo, pero que no han tenido "la suerte" de nacer en un país como pueda ser el nuestro. Aunque también sería bueno incluir aquí, que lo que han tenido es "mala suerte" de vivir en países gobernados por dictadores, como es en la mayoría de estos casos. 

Pero sin entrar a profundizar en todo esto, sí que me quedó claro, que en ese centro de acogida, donde se encontraban 25 sudafricanos venidos a Sicilia en patera, todos tienen un motivo más que justificado del por qué decidieron abandonarlo todo, en busca de su suerte. Y allí conocí a un chico de Gambia, de nombre Saikou, y con una calidad humana increíble. Estaba haciendo las funciones de mediador, pues al preocuparse desde su llegada aquí por conocer la lengua italiana, podía ser de ayuda como interlocutor en el centro. Como el resto, a la espera de poner en regla sus documentos y convertirse en un hombre libre, con los mismos derechos que cualquier otro. Y el joven Saikou y yo, hicimos buenas migas a la primera de cambio. Su historia, una más de tantas, pero que cuando la escuchas en primera persona, logra estremecer al más hierático o frío ser humano. 

Por el simple hecho de buscar una información para leer en internet, fue apresado en su país y metido en una cárcel, que mejor no saber las condiciones. La suerte en este caso, andaba errante y perdida en cualquier lugar. Pero se cruzó con ella, cuando le permitieron tener un pequeño permiso para visitar a su madre, permiso el cual, utilizó desesperadamente para escapar del país. Él, al igual que yo cuando me enteré de la historia, debió pensar que las personas inteligentes son un peligro para los países gobernados por dictadores. Y tras atravesar todo el continente africano, sufriendo y padeciendo en cada estancia en todos los países en los cuales tuvo que trabajar y ganar algo de dinero para, además  de seguir avanzando, poder "abonar la tasa" que les pedían los propios policías de las fronteras, llegar finalmente a algún país europeo, en esta caso a la isla italiana de Sicilia. En patera, como todos, y con la única suerte de no dejar su vida en el mar. ¡Pero siempre viviendo con una dependencia total de eso, de la suerte.!

En esta semana en Sicilia, visité la preciosa ciudad de Caltagirona, y a la cual quisieron acompañarme Verónica, coordinadora del centro de inmigrantes, una amiga de ésta llamada Lucía, así como el propio Saikou. Compartimos momentos fabulosos, buenas conversaciones acompañadas de los comentarios sobre lo que visitábamos, y yo por mi parte, recibiendo una hospitalidad inusual de personas que apenas conocía del día anterior. No paraban de explicarme en todo momento la historia de las ciudad, la forma de vivir de los sicilianos, o compartir mesa conmigo y degustar la gastronomía de la zona, de primera mano, y a través de palabras dulces y cariñosas. Éstas y otras más, son algunas de las muchas cosas mágicas que te proporciona el hecho de viajar.!

Así pues, siguiendo con nuestra visita, paramos en quizás, el lugar de mayor interés de la hermosa ciudad de Caltagirona; "la escalera del deseo". Frente a ella, me contaron que quien suba por primera vez esta larga escalera, de nada menos que 142 peldaños, justo en el último de ellos, ha de pedir un deseo, y éste, se cumplirá. En cierto modo, una de las muchas leyendas que dan vida a monumentos o detalles de cualquier ciudad, pero que prácticamente como "buen turista", resulta difícil resistirse a no mostrarse partícipe de la leyenda. Dado que para Saikou y para mi, iba a ser nuestra primera vez en subir esos peldaños, comenzamos a subirlos juntos. 

Entonces mi cabeza empezó a funcionar...;¡debería elegir un buen deseo!. Desde el primer peldaño que pisé, empecé a pensar en ello. Los subía pausados, como quien quiere tomarse su tiempo en decidirse. Y mira por donde, empiezas a pensar, más que en lo que deseas, en lo que realmente tienes. Es buena oportunidad para valorar el momento que vives, donde estás y la etapa que te toca afrontar. Unas veces de una manera, otras veces en otras circunstancias, pero en definitiva, siempre avanzamos con lo que tenemos. O sobre todo, lo poco o mucho que tenemos, nos permite avanzar y desear y soñar nuevas cosas. 

Y es así como iba avanzando en mis pasos. Más que pensar en algún deseo, iba haciendo un recorrido de lo que tenía, y sobre todo, valorando el esfuerzo que supone hoy en día conseguir tus objetivos. Sean cuales sean, lo más importante es eso, estar en condiciones de soñar, desear, y proponerte otras muchas cosas con las cuales vivir ilusionado. Porque ciertamente existen deseos que no están en nuestras manos, digamos que querer conseguirlos a toda costa, serían utopías. Porque desear salud, amor, o aquellas cosas que no dependen de uno mismo, pueden resultar a veces infructuosas. Es mejor dejarlo a la suerte. 

Y es justo en ese momento, con esa reflexión, y faltando cada vez menos peldaños para llegar a la cima, cuando volví a caer en la cuenta de la persona que me acompañaba a mi lado para llegar al final de la escalera. Saikou, quien daba pasos firmes, mirando al frente, y con el rostro serio. Creo realmente que ha sido el único momento en que vi que le faltaba una sonrisa a su cara. Pero ambos con el ritmo marcado, y esta vez a pocos peldaños de llegar al final, si que hicimos un gesto como mirándonos de reojo, sabedores que el peldaño 141 ya estaba a un solo paso y debíamos decidir antes de llegar al último. Y entonces, en ese momento, con todo el barullo que llevaba en mi cabeza sobre el pensamiento que debería tener llegado ese momento, me vino a la mente el deseo que quería, y sobre todo, me vino la necesidad que esa leyenda con la escalera de Caltagirona fuera realmente cierta. 

Una vez acabamos esa pequeña aventura, y ya en un paseo relajado por los alrededores de la ciudad, hablamos sobre la creencia o no de estas cosas, de estas leyendas o curiosidades que existen en algunas ciudades. Al preguntarle a Saikou si había pensado en algún deseo, contrariado y como resignado, me dijo que prefirió, llegados los últimos peldaños, no pensar en nada y no plantearse ningún deseo. Yo en cambio, le dije que si, que justo al llegar al peldaño 141, pensé en un deseo, confiado en que se cumpliera y creyendo con todas mis fuerzas en esa leyenda. Y puesto que el hecho de pensar en cualquier deseo u objetivo, digamos que estoy en unas condiciones mejores que las suyas para cumplirlos, mi deseo fue para él. Extrañado por lo que le decía, pero a la vez entusiasmado, y ante la atenta mirada de Verónica, me dio un apretón de manos, y volvió a aparecer esa enorme sonrisa en él. Para dar más energía a la consecución del deseo, y como en todos ellos, le dije que no podría decírselo. 

Pero llegada la noche de esa jornada, y ya para despedirnos, nos dimos un emotivo abrazo, y le dije en italiano, pero sin él saberlo, el deseo de corazón en el cual pensé para él, con una frase típica de este país, y que realmente merece se cumpla; "¡In bocca al lupo, Saikou!" (Mucha suerte). 





La escalera del deseo, Caltagirona, Sicilia.  16 de Septiembre de 2015. Foto de Jesùs Apa.









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