viernes, 13 de noviembre de 2015

Parténope

Paolo es un joven enamorado del mar. Su tiempo lo ocupa en ayudar diariamente a su padre en la hermosa tarea de la pesca. Ambos, viven de manera solitaria a las afueras de un pequeño pueblo en la costa Amalfitana, en la región italiana de Campania, donde desempeñan su vida de manera honrada y sencilla. Paolo, fiel reflejo de su padre, trata de absorber de éste sus valores, el respeto por el trabajo, pero sobre todo, el profundo amor que sienten por el mar, y que de manera asombrosa han sido transmitidos por su progenitor.

Los rayos de sol acarician el Vesubio al alba, y el joven Paolo ayuda a su padre a cargar las redes, poner a punto los arpones, y todo lo que precisarán en su jornada antes de adentrarse en el océano. Suben a su pequeño bote, y es como si ambos llevaran el mismo ritmo en la respiración, pues sus rostros anuncian paz y sosiego de manera coordinada y sensible. La brisa es suave, y limpia el rostro de ambos de cualquier preocupación que les afecte, al menos en las horas que compartirán en contacto con el mar. Como si de un suave calmante se tratara, entran en un curioso proceso de aislamiento y desconexión, donde solo precisan de gestos y ademanes para comunicarse entre ellos.


A veces sin importar el resultado fruto de la jornada, y al caer nuevamente el sol, ambos amarran su bote al noray, ordenan sus redes para remendar aquellas que lo precisen, y se dirigen hacia casa. Aunque últimamente, Paolo decide quedarse de manera solitaria a los pies del mar, cosa que a su padre le va pareciendo cada día más extraño. Desde hace varias semanas el nuevo comportamiento de su hijo le resulta distinto, distraído y curioso. "Yo me quedaré aquí un poco más padre, para dar gracias al mar", argumenta Paolo a su reservada actitud. Pero lo cierto y verdad, es que el comportamiento del joven, responde a la preocupación de su padre, pues pasan varias horas, incluso a veces ya entrada la madrugada, cuando el pequeño pescador llega a casa a descansar. 

La mañana siguiente se presenta como una copia de la jornada anterior, aunque esta vez, su padre querrá saber, y por eso, ya mar adentro, pregunta a Paolo rompiendo el silencio existente y solo resuelto con los golpes del agua en la madera de su bote; "querido hijo, hace ya varias semanas que veo un comportamiento distinto en ti; llegas tarde a casa y atravieso ciertas preocupaciones por este motivo. Diría, que es solamente por eso, pues a pesar que descansas pocas horas, sigues vigoroso y entusiasmado con el trabajo, incluso a veces también me inquieta extrañamente este aspecto, pues desconozco de donde sacas cada día más fuerzas si cabe. ¿Hay algo por lo que tenga que estar preocupado por ti?."

Paolo esboza una gran sonrisa, sus pupilas brillan y se dilatan, y preso del atrevimiento, responde súbitamente a las insinuaciones nerviosas de su padre; "no has de preocuparte por nada, al contrario. Me siento feliz y dichoso; he conocido a una chica. Cada noche espera a mi regreso del mar, hablamos, reímos y nos contamos nuestras cosas. No tienes por qué estar preocupado padre, pues es una chica alegre y dulce. Incluso todas las noches, me canta al oído mientras nos bañamos juntos. Me hace realmente feliz cada cuando llego de nuestra jornada al finalizar el día, y al contrario de sentirme cansado cada mañana, un extraño revuelo en mi estómago me empuja y da fuerzas de manera impetuosa, y jamás me había sentido así. Además, esta noche será especial, pues me ha dicho que tocará la lira para mi, mientras canta y susurra en mi oído sus hermosas canciones." 

Su padre guardó silencio, y no propuso saber nada más a través de ninguna pregunta, aunque esa misma noche, trataría de averiguar algunas cosas que su hijo Paolo tal vez le había ocultado. A medida que iban regresando, veía como éste cambiaba su faz, se mostraba inquieto pero a la vez contento. Se revolvía dentro del bote, tratando de colocar las cosas para que su padre las ataviara y cargara cuanto antes, y así quedarse nuevamente solo a la orilla del mar, y disfrutar como cada noche de la compañía de la chica con la que tanto disfrutaba. Su padre, cargó en sus brazos los cubos y redes, y avanzó en sus pasos dejando atrás la playa, mientras su hijo esperaba sentado a la orilla del mar. Pero esta vez, sin que Paolo se diera cuenta, se escondió tras una roca, y esperó a que ocurriera lo que según su hijo, todas las noches pasaba en aquella playa.

Al poco rato, una preciosa chica llegó nadando al muelle, con su cabello mojado y a la vez plateado por el brillo de la luna. Tenía una increíble belleza, inusual ante los ojos de cualquiera. Vio como su hijo se acercaba a ella, le sonreía, le hablaba, y acto seguido, tras un pequeño salto se lanzaba al agua. Se acercaba a ella, acariciaba su cara, y le susurraba algo al oído. Ella respondía con el mismo gesto, tocaba su pelo, y tras decirle algo a Paolo, se sumergió para perderse dentro del agua. Éste, giró sobre sí, y metiendo todo su cuerpo dentro del mar, se perdió en la oscuridad del océano. Su padre, quedó totalmente perplejo, paralizado, y con aún más preocupación de la que ya tenía si cabe. Aunque de algún modo imaginando lo que esa noche pasaría, regresó a casa pensando en lo que al día siguiente tendría que decir a su hijo.

A la mañana siguiente, mientras ambos remaban sobre el bote, Paolo en su sonrisa no podía percibir el rostro compungido de su padre. Ajeno a cualquier circunstancia, movía los remos con vigor y fuerza, hasta que cayó en la cuenta que su padre había dejado de remar. Lo miró con extrañeza, y le preguntó si le ocurría algo. Su padre, temblaba y trataba de empezar a hablar; sus labios parpadeaban, sus manos hacían lo mismo, y sus ojos brillaban de manera confusa para Paolo. "Padre, ¿te encuentras bien?". Éste, trataba de buscar las palabras adecuadas para no alterar la felicidad de su hijo, pero se temía que tendría que haber daño en todo lo que debería contarle de inmediato Así, antes que pasara más tiempo, comenzó a decirle;

"Hijo mío, en primer lugar tendrás que perdonarme, pues quizás no he sido tan buen padre como crees." Paolo lo miraba fijamente y de manera sorpresiva a los ojos, de los cuales comenzaban a brotar lágrimas mientras le seguía hablando. "Anoche, antes de regresar a casa, decidí esconderme tras una roca para observar a qué dedicabas el tiempo y comprobar quien era la chica de la cual me hablabas. Sé que no fue un gesto honrado por mi parte ese de espiarte, pero créeme que precisaba saber. Hay cuestiones de las que hace mucho tiempo debí advertirte, pero tenía miedo que no pudieras entender las cosas que a veces ocurren en la vida. Aunque el amor es quizás el sentimiento más bonito e inesperado con el que alguien ansía encontrarse, quizás no todos los amores pueden tener éxito, y a veces debes renunciar a ellos, porque de algún modo, no son posibles.  Aunque parezca que la vida se mueve en un engranaje perfecto, a veces una pequeñísima pieza rota, hace que todo el movimiento tenga imperfecciones."

Paolo temblaba, mientras notaba como su corazón se iba haciendo pedazos. Percibía el descompás de sus latidos, y aunque trataba de mantenerse entero, ahora era él quien lloraba irremediablemente. Sabía que debía ocultar el amor por esa chica a su padre, pues sería muy difícil que aceptara esa relación. Justo antes de comenzar a hablarle, y explicar de algún modo lo que sentía hacia esa hermosa joven, fue su padre nuevamente quien le dijo;

"Lo que hace incomprensible al amor, es cuando éste no puede llevar su camino correcto. Antes que sientas mucho más de lo que ya sientes, tengo que decirte, con todo el dolor de mi corazón, que el amor que sientes por esa chica, es un amor imposible. Aunque te resulte complicado entenderme, tienes que confiar en mi cuando te digo que no puedes seguir viéndote con ella, pues además de no ser posible por una gran razón, sufrirías mucho, y es algo que no puedo permitir, pues ya pasé por lo mismo que tú".

Paolo, que parecía como si sus lágrimas no acabaran nunca, y aún temblando por las duras palabras que acaba de escuchar por parte de su padre, pudo contener el aliento para decirle; --padre, no sabes el tremendo dolor que siento, y créeme que quiero entenderte y razonar, pero me dejé llevar, pues nunca pensé que descubrirías el secreto. Quiero pensar que...¿acaso me dices esto, porque ya has descubierto, que Parténope, que así se llama la chica de la cual estoy enamorado, es una sirena?.--

"No hijo, no lo digo por eso. Es porque he descubierto, que esa hermosa sirena, es tu hermana...."


Costa Amalfitana, Campania, Italia. Noviembre de 2015. Fotografía de Jesús Apa.


Noray en el muelle de Positano, Italia. Noviembre de 2015. Fotografía de Jesús Apa.


Playa de Positano, Italia. Noviembre de 2015. Fotografía de Jesús Apa.


Homenaje a Parténope, sirena fundadora de Nápoles. Noviembre de 2015. Fotografía de Jesús Apa.





    

   

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