martes, 10 de noviembre de 2015

Historia de unos zapatos

Resulta que cuando queremos empezar a vivir para nosotros mismos, es posible que ya hayamos vivido demasiado para los demás. De hecho, esto es lo más habitual. Nos preocupa el qué piensen de nosotros, y muchas veces no actuamos con determinación por el qué dirán. Pensamos cuál será la opinión de los demás sobre nosotros, cuando en la mayoría de ocasiones, a los demás le importamos más bien poco. Pero nunca es tarde para corregir todo esto; nunca es demasiado tarde para pensar en ti y no hacerlo en base a las consecuencias que pueda causar en la gente tu comportamiento. Afortunadamente el mundo está lleno de personas distintas con comportamientos totalmente diferentes. Esto hace que ninguno de nosotros sea alguien normal.

Buscar tu felicidad dentro de unos límites absurdos de "comportamiento adecuado", puede ser catastrófico. Cada cual lo es a su manera, y juzgar eso es de necios, sobre todo, cuando en la mayoría de las ocasiones la felicidad de las personas que conocemos solamente debería aportarnos cosas positivas, puesto que no creo que alguien sea feliz a costa de nadie. Y si esa persona es totalmente desconocida, su felicidad debe cuanto menos, resultarnos indiferente. Pero no, a veces nos empeñamos en considerar los patrones de felicidad a nuestra manera, cuando cada cual tiene el suyo.

Pero claro, yo también tardé en aprender todo eso...Lleva su proceso, aunque lo ideal sería aprenderlo en el menor tiempo posible, y llevarlo a la práctica más rápido aún si cabe. A veces nos empeñamos en andar con una piedra en los zapatos, donde aparentemente todo es perfecto, pero los pasos que damos no pueden ser más molestos. Basta con hacer las cosas a tu manera, aquellas del modo que a ti te convengan e interesen, y no las que agraden solo al resto.

No hace mucho, supe que un gran amigo mío, y del cual he aprendido mucho, vivió durante varios años solamente con justo lo que necesitaba en el día a día. Al lado del mar, viviendo de todo aquello que le proporcionaban sus manos, y me consta que realmente era feliz con lo que hacía y con lo poco que tenía. Cuando me contaron que estuvo durante mucho tiempo sin zapatos, pregunté el por qué. La respuesta fue sencilla; "simplemente porque en esos momentos no los tenía, y tampoco los necesitaba".

Entonces, recordé un bonito cuento, sobre lo que es necesario para la felicidad de unos, y de otros....

"....Hace ya mucho, mucho tiempo..., en un reino muy, muy lejano, había un rey cuyo poder y riqueza eran tan enormes como profunda era la tristeza que cada día le acompañaba. Lo tenía todo y aún así no conseguía ser feliz; siempre sentía que le faltaba algo. Un día, harto de tanto sufrimiento, anunció que entregaría la mitad de su reino a quien consiguiera devolverle la felicidad.

Tras el anuncio, todos los consejeros de la corte comenzaron a buscar una cura. Trajeron a los sabios más prestigiosos, a los magos más famosos, a los mejores curanderos...incluso buscaron a los más divertidos bufones, pero todo fue inútil, nadie sabía cómo hacer feliz a un rey que lo tenía todo.

Cuando, tras muchas semanas, ya todos se habían dado por vencidos, apareció por palacio un viejo sabio que aseguró tener la respuesta:

--Si hay en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Solo tenéis que encontrar a alguien que, en su día a día, se sienta satisfecho con lo que tiene, que muestre siempre una sonrisa sincera en su rostro, que no tenga envidia por las pertenencias de los demás....Y cuando lo halléis, pedidle sus zapatos y traedlos a palacio.--

--Una vez aquí, su majestad deberá caminar un día entero con esos zapatos. Os aseguro que a la mañana siguiente se habrá curado.--

Todos los allí presentes miraban extrañados al viejo sabio, aunque nada tenían que perder, puesto que se trataba del último consejo al que podían recurrir.

El rey dio su aprobación y todos los consejeros comenzaron la búsqueda.

Pero algo que en un principio parecía fácil, resultó no serlo tanto; pues el hombre que era rico, estaba enfermo; el  que tenía buena salud, era pobre; el que tenía dinero y a la vez estaba sano, se quejaba de su pareja, o de sus hijos, o del trabajo...Finalmente se dieron cuenta de que a todos les faltaba algo para ser totalmente felices.

Tras muchos días de búsqueda, llegó un mensajero a palacio para anunciar que, por fin, habían encontrado a un hombre feliz. Se trataba de un humilde campesino que vivía en una de las zonas más pobres y alejadas. El rey, al conocer la noticia, mandó buscar los zapatos de aquel afortunado. Les dijo que a cambio le dieran cualquier cosa que pidiera. 

Los mensajeros iniciaron un largo viaje y, tras varias semanas, se presentaron de nuevo ante el monarca.

-- Bien, decidme, ¿lo habéis conseguido?. ¿Habéis localizado al campesino?--

"Majestad, tenemos una noticia buena y una mala. La buena es que hemos encontrado al hombre y en verdad que es feliz. Le estuvimos observando y vimos la ilusión en su mirada en cada momento del día. Un hombre dichoso con todo lo que hacía, y no descubrimos nada que incomodara su felicidad. Hablamos con él y nos recibió con una amplia sonrisa y con la alegría reflejada en sus ojos..."

--¿Y la mala?--, preguntó el rey impaciente.

"Que no tenía zapatos..."





Foto cedida. Nápoles, 6 de noviembre de 2015. 



    

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