viernes, 20 de mayo de 2016

Imagínate

Hace unos meses, en el avión que me traía desde Nápoles hacia Madrid, un matrimonio de edad avanzada ocupó los dos asientos de mi lado derecho. Él, un señor bien vestido, bastante alto, y con un aspecto muy cuidado; impoluto diría yo. Su esposa, una señora de mirada risueña, elegante y sobria, y que sin necesidad de hablar con ella, se intuía sería una mujer educada y culta. Ambos con el pelo cano, y querría calcular que de unos setenta y pocos años cada uno. Observé, que desde el momento en que se sentaron en sus respectivos asientos, tenían sus manos cogidas y entrelazadas, gesto que me conmovió.

En un momento del viaje, empezaron a conversar. Entonces deduje por el acento, que quizás fueran argentinos. Y él, comenzó a explicar las sensaciones que había vivido la noche antes, en la ópera del "Teatro di San Carlo" napolitano. La obra era Turandot, una de mis favoritas. En voz baja y de manera apacible, empieza a narrarle a su esposa, los detalles de la famosa ópera de Puccini. Ponía de manifiesto la potente voz del Tenor, la no menos fulgurante voz de la Soprano, así como la interpretación del resto de artistas, relatando perfectamente en cada momento el entresijo de los personajes. De la malvada princesa Turandot y sus "juegos" para buscar hombre que se casara con ella; de como Calaf se enamora perdidamente de la bella pero cruel princesa y va superando cuántas pruebas salen a su paso. Y así, iba narrando los distintos avatares de la obra.

Mientras miro a través de la ventanilla del avión, y contemplando el baile de nubes en el cielo, las palabras de este señor me trasladan a la primera fila del teatro. Mi corazón late con fuerza cuando continúa narrando de cómo Calaf, llega a superar una tras otras todas las pruebas a las que se ve sometido, incluida la última. Entonces, al ver que la malvada princesa no desea cumplir su promesa de contraer matrimonio con él, éste le propone un reto; si ella averigua su nombre antes del alba, le librará de su promesa y él morirá. El final de la obra, y donde Placido Domingo interpreta de manera mágica el increíble "Nessun Dorma", es apoteósico. Imagino a Calaf besando a la princesa, y susurrarle al oído su nombre, para así, dejar su propia suerte en manos de ésta....

Hace unos días he realizado un viaje a la bella Toscana, acompañado de mi madre y hermana. Son varias las veces que he visitado esta hermosísima zona de Italia, pero no importa repetir, menos aún cuando los momentos de felicidad están asegurados. Concretamente Florencia, han podido ser siete u ocho las veces en las que he estado, unas ocasiones con más tiempo que otras, pero en todas ellas he quedado fascinado de lo que allí he visto.

Realmente es una ciudad increíble, una de las más bonitas de Europa diría yo, y con una historia asombrosa. La ciudad del David de Miguel Ángel, la obra más popular de este genio italiano; de personajes como Lorenzo de Médici, el gran patrón de las artes; o de Nicolás Maquiavelo, figura relevante del Renacimiento en Italia. Pero indistintamente de sus personajes, la ciudad es un homenaje a la vista, un destello de impresiones constantes para los ojos de cualquiera. Mi madre y mi hermana dilataban sus pupilas a cada paso, con sus calles estrechas, sus majestuosos edificios de piedra, y sus antiquísimos monumentos. Si no la conoces, sería interesante que pudieras imaginártela....

Dado que es una ciudad con grandes contrastes de color, lo ideal es verla en los distintos momentos del día. Así, a una hora temprana, empezamos el recorrido paseando por la basílica de San Lorenzo, en la plaza del mismo nombre. Como curiosidad, indicar que su fachada está inacabada. En aquella época, se pretendía que tuviera ocho capillas, una por cada familia que había encargado su construcción, y resultó demasiado laborioso y con un altísimo precio para acabar las obras.

Avanzamos hasta el Duomo, donde no hay palabras que describan semejante obra de arte, y muy difícil para la imaginación si no lo conoces. La palabra Duomo, significa catedral, y proviene del latín; "Domus Dei", es decir, "Casa de Dios", siendo la de Florencia, una de las más impactantes que yo haya podido ver. El edificio tiene unas proporciones gigantescas, construido de mármol toscano, de unos intensos colores blanco, verde y rosa. Es aconsejable ver el interior de su gran cúpula, abierta recientemente tras unas obras, diseñada por el arquitecto florentino Brunelleschi, y de unas características diferentes al edificio principal. En los templos italianos, sobre todo en los siglos del Renacimiento, era muy común que los campanarios no estuvieran unidos a la iglesia, sino a unos metros de ésta. También justo frente al Duomo, el Batisterio, otro maravilloso edificio.

Continuando el recorrido por su hermosa calle, y justo al cruzar una esquina, nos topamos con una plaza de unas dimensiones enormes, presidida por el Palacio Vecchio, en la actualidad ocupado por el ayuntamiento, y con un campanario excelentemente conservado. Anexo a éste, se encuentra la famosa Galería de los Uffizi, una antigua prisión convertida en el museo de pintura renacentista más importante del mundo. Una gran galería que atraviesa la zona principal de la ciudad, para conectar el Palacio Vecchio con el Palacio Pitti, mandada construir por Francisco I de Médici. Mi amiga Chiara, me dijo en una ocasión, que por aquel entonces contaban, que el verdadero motivo de que la galería llevara ese recorrido, era porque pasaba por la casa de su amante, y así poder visitarla sin necesidad de pisar la calle. Y no sería de extrañar, pues hace un recorrido sin mucho sentido y justificación, incluso cruzando sobre el "Ponte Vecchio".

Pero es que Florencia está llena de historias curiosas, como la de este precioso puente, el "Puente Viejo". Fue el único que sobrevivió al bombardeo nazi en la Segunda Guerra Mundial, (dicen que admirados por su belleza, fueron incapaz de destruirlo). Pero su principal anécdota, es que sobre este famoso puente, que cruza el río Arno, hay dos teorías sobre las tiendas que allí hay (todas joyerías). Cuentan que era porque las tiendas situadas en el puente, estaban libres de impuesto, y de ahí que se instalaran allí, aquellas con los productos de más valor. Pero otra teoría, no menos creíble, dice que quien gobernaba en aquella época, no soportaba el olor que desprendían las tiendas de carnes y pescados que había sobre el puente, ordenando que en su lugar, solamente pudieran venderse joyas. Actualmente sobre este puente, en efecto solamente hay joyerías, abordando ambos lados del mismo.

Aunque fue al atravesar este abarrotado puente, y antes de entrar a la Plaza Pitti, cuando llegué a un minúsculo y extraño monumento, que pasaba totalmente desapercibido. Pero lo que realmente llamó mi atención, es que vi a una persona tocándolo delicadamente, palpándolo, como manoseándolo, y no entendía muy bien el motivo. En lugar de continuar, retrocedí en mis pasos, y fui a curiosear. Fue entonces cuando mi perplejidad me hizo entender. El señor que manejaba habilidosamente sus dedos sobre el panel de bronce, con figuras en relieve y puntos en código Braille, era ciego. 

Mi corazón se sobresaltó, y mi cuerpo se descompuso. Era tal la belleza que teníamos ante nuestros ojos, era tan grande la felicidad que sentía, por el simple hecho, de ver como mi familia disfrutaba con lo que le regalaba la vista, que de repente me di cuenta de lo afortunado que era. De que no tenía que imaginarme las cosas para conocerlas, sentirlas, vivirlas. De que aquel señor tenía que tocar sobre aquel relieve, la basílica de San Lorenzo, el Duomo, su cúpula, el Palacio Vecchio y el puente del mismo nombre, para imaginarse vagamente como serían en la realidad. Sin colores ni formas que lo vislumbraran, como nos ocurría a nosotros.

Sentí a la misma vez rabia y tristeza, de una vez más, tener que encontrarme con personas que desgraciadamente no han tenido la misma suerte que yo, para valorar lo que me ha regalado la vida. Por estar en mejores condiciones que esas personas, y que aún así, ponen todo su empeño en estar ajenas a las adversidades de la vida, y viajar para descubrir, con la "única y gran diferencia", que este señor que palpaba la escultura, tenía que imaginárselo todo. 

Justo, igual que aquel señor argentino que venía en mi vuelo de Nápoles, y que narraba a su esposa cariñosamente todas las partes de la ópera. Con una sensibilidad admirable, y con una profundidad que hacía que vivieras en primera persona aquella obra de Puccini. Con la diferencia, y que antes había obviado decirte, que también aquel señor era ciego, y del mismo modo tuvo que imaginar todo aquello en su cabeza. 

No sé si has podido imaginar cómo es la ciudad de Florencia con lo que te he narrado, igual no te ha sido posible. Pero lo hayas conseguido o no, no tiene la menor importancia, puesto que tienes la gran fortuna de verlo en algún momento, siempre que quieras o puedas, incluso sin necesidad de visitar la ciudad. Así pues, siéntete afortunado, porque, ¡Imagínate que siempre tuvieras que imaginarlo....!



La ciudad de Florencia en lenguaje Baille. Mayo de 2016. Fotografía de Jesús Apa.



Fachada inacabada de la Basílica de San Lorenzo. Mayo de 2016. Fotografía de Jesús Apa.




Duomo de Florencia. Mayo de 2016. Fotografía de Jesús Apa.



Palacio Vecchio. Mayo de 2016. Fotografía de Jesús Apa.






Ponte Vecchio. Mayo de 2016. Fotografía de Jesús Apa.




Palacio Pitti. Mayo de 2013. Fotografía de Jesús Apa.




Florencia desde el mirador de Miguel Ángel. Mayo de 2013. Fotografía de Jesús Apa.

        

    

   

  

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