viernes, 27 de mayo de 2016

Las Puertas del Paraíso

Siempre ha llamado mi atención el estado de ánimo con el que nos enfrentamos a un domingo. También éste influye si estamos en nuestra ciudad, o sin embargo estamos pasando ese día en un lugar distinto y con otros propósitos diferentes a los comunes. Hace unos días, disfrutaba de un maravilloso domingo en la ciudad de Florencia, y el hecho de estar de vacaciones, ayuda muy mucho a ese estado anímico al que me refiero. La única contrariedad, es que la ciudad estaba atestada de gente, máxime cuando lo que se celebraba era una maratón. Gente corriendo por distintas calles, que implicaba que otras estuvieran cortadas al paso, lo cual provocaba que la aglomeración en algunos puntos fuera aún mayor. 


De cualquier forma, recorrimos todas y cada una de las calles y plazas de la capital Toscana, dejando poco o casi nada por ver. Bueno, quizás sí hubo un lugar en el cuál me hubiera gustado haberme detenido un poco más; el Batisterio, frente al Duomo. Muy famoso por sus tres conjuntos de puertas de bronce, cada cual con un significado. Aunque satisfechos con el maravilloso día que pasamos, decidimos irnos a descansar, para al día siguiente, ya lunes, continuar con el recorrido, esta vez para descubrir las preciosas ciudades medievales de San Gimignano y Lucca.

Supongo que debiera ser por extrañar la cama, o motivado por el propio cansancio, (que a veces tiene cosas raras), que me costaba conciliar el sueño. Daba vueltas sin cesar en la cama, y no conseguía de ninguna manera dormir. Me asomé a la ventana del dormitorio, y a pesar que eran altas horas de la noche, ésta parecía tibia y agradable. Así que me cogí algo ligero de abrigo y decidí salir a dar un paseo, llevándome mis pasos de nuevo al centro de la ciudad. Solitaria y mística; misteriosa y en algunos momentos tenebrosa, me encontraba ante una situación nueva y extraña para mi. Una ciudad desierta de gente, en contraposición de lo vivido esa misma mañana.

El impenetrable e inquietante silencio estaba haciendo su función, dado que podía escuchar mi respiración perfectamente. Cualquier pequeño ruido hubiera alterado mi tranquilidad, y quizás anduviera sin prisas por ese motivo. Avanzaba por el centro de las calles, pues ni tan siquiera un coche circulaba a esas horas. Entré en la plaza donde nace el Duomo, y me detuve en el Batisterio, justo en las puertas que miran del lado de la catedral, conocidas como "Las puertas del paraíso".

A pesar de ser réplicas de las originales, sus más de 5 metros de altura dan una idea de su potencial, y las imágenes en relieve allí representadas no te dejan indiferente. Y es que fueron necesarios 27 años para que Lorenzo Ghiberti, un famoso escultor italiano, construyera esta obra de arte. Me recreé deliberadamente mirándola, interpretando sus dibujos, y fue entonces cuando quise tocarla. Me acerqué, pasé la mano suavemente por uno de sus dibujos, y entonces observé que un pequeño hilo de luz adivinaba que algo hubiera tras esa puerta. No sé exactamente cómo, pero con un leve empujón, la puerta cedió ante mi. Lejos de sobresaltarme, insistí en su empuje, y finalmente la abrí lo suficiente como para entrar dentro del Batisterio.

Giré a mi alrededor, y al ver que ciertamente me hallaba solo en aquella misteriosa noche de domingo, accedí a su interior. Me encontraba ante un vestíbulo de enormes dimensiones, previo a un pasillo abovedado que se abría paso ante mi. Unas altísimas columnas sustentaban los arcos que dividían los espacios, todos ellos uniformes y bien proporcionados. En las paredes, decenas de antorchas que alimentaban la tenue luz de la estancia, y que a pesar de la altura, dejaban al descubierto las impresionantes pinturas del techo.

Las paredes calizas de tonos claros ayudaban a la iluminación de aquel edificio, el cual  era lúgubre, frío, y que daba la sensación que apenas nadie se ocupaba de él. Podía percibir el olor a humedad, del mismo modo que sentía el temblor en mis rodillas a cada pequeño paso que daba para adentrarme aún más en el interior. A ambos lados, decenas o tal vez cientos, diría yo, de pasillos transversales que cruzaban a un lado y otro de la entrada, y que al igual que el espacio central, estaba completamente iluminado por antorchas de una llama amarillenta, hecho éste que hacía que me preguntara, que alguien debía ocuparse, al menos de dar vida a esas llamas.

De pronto, una corriente de aire movió fuertemente la luz de las antorchas, apagando muchas de ellas. Acto seguido un fuerte golpe a mi espalda retumbó en toda la sala. Supuse que se trataba del portazo que volvió a cerrar las puertas del Batisterio, y digo que supuse, porque el miedo ya no me permitió girarme para descubrirlo. Me quedé totalmente paralizado, hierático, intentando controlar nuevamente el silencio de mi alrededor, y de esta manera seguir convenciéndome que me encontraba solo en aquel extraño y misterioso edificio.

Tras unos instantes, continué caminando; muy lentamente. Me acerqué a uno de los laterales del pasillo central, de donde partían nuevos pasillos perpendiculares a éste, y descubrí que en la entrada de cada uno de ellos había un letra tallada en madera, como si los pasillos estuvieran en orden alfabético. Y así era, todos dispuestos de manera ordenada; de la A, a supuestamente la Z, pues me adentré en el pasillo que contenía la letra C. Aquello ya comenzaba a tener sentido, o al menos eso quería entender. Había cruzado las puertas del paraíso, y aquellos pasillos me llevarían a las personas que allí habitaban, o al menos me acercarían a resolver muchas preguntas. 

Ya dentro del pasillo elegido, observé que también era atravesado perpendicularmente por otros tantos, esta vez con inscripciones numéricas talladas en madera, indicando tal vez los años, aunque no encontraba bien el significado concreto. Pero aún así, me decidí a buscar el año que me interesaba. Comencé a andar hacia la dirección creciente de los números, y mi impaciencia me hacía ir cada vez más deprisa, hasta llegar al lugar que buscaba. Allí estaba el número en el que pensé.

Me detuve, giré para entrar en la estancia, y justo antes de avanzar en mis pasos hacia esa dirección, noté como una mano se apoyó en mi hombro derecho, me presionó suavemente, para acto seguido decirme; "¿Estás buscando a alguien?"....




"Las Puertas del Paraíso", Batisterio. Florencia, Mayo de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


  





   

          

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