viernes, 8 de julio de 2016

El joven paciente

El joven parecía esperar a alguien, y aunque la chica hacía días que lo venía observando, nadie parecía acercarse a él. Tal vez se trataría de un chico que paraba a descansar en el mismo parque al cuál a ella le gustaba acudir después de salir de trabajar. Y es que ella, ahora mismo solo necesitaba estar a solas, y que todo lo que había ocurrido en los últimos meses, fuera digerido por sus momentos de soledad. Hace días, cruzó su mirada con ese chico, de apariencia tranquila, y hubo un intercambio de sonrisas; tal vez dos, no más, que ni ella misma esperaba.

Pero hoy, sin saber por qué, al llegar al parque y ver como de costumbre a ese chico misterioso, decidió sentarse a su lado y compartir el mismo banco. Parecía que se sentía atraída por su tranquilidad, por la paciencia que evocaba. Su silencio solo contrastaba con el arrullo de los pájaros, que ajenos a cualquier otra cosa, picoteaban las migas de pan que ofrecían los viandantes, entre ellos este chico, el cuál, con un gesto solidario hacia ella, partió en dos el mendrugo de pan y le ofreció la mitad. Su solicitud de ayuda en desmigarlo y lanzarlo a aquellos pequeños pájaros tuvo acertada respuesta en ella.

Siguiendo con la mirada fija en las aves, el hombre habló, y sin ella esperarlo, le preguntó; - ¿Esperas a alguien? -.

Ella no desvió su mirada, pero se sintió complacida de que el chico le hablara. Habían sido muchos los días en los que se había encontrado con él, y sin saber por qué, se sintió en la confianza de responderle;

"No exactamente. Más bien, espero algo, no sabría qué cosa concretamente". Y la conversación acabó con aquello, ni tan siquiera dio para más; ni para unas palabras de despedida.

A pesar de que pudo sentir algún sin sabor en aquel encuentro, pasaron algunos días, hasta que la chica volvió a coincidir a propósito con el joven en el parque, como intuyendo que seguiría allí, en el mismo lugar de siempre. Esta vez lo vio a lo lejos, de espalda, sin dudar un segundo en que fuera él. Se acercó por detrás, dio media vuelta al banco, y ocupó el espacio vacío. Él la miró y sonrió, acompañando un gesto con su cabeza en señal de saludo. Apenas había pasado un momento, cuando el chico volvió a preguntar; 
- Y hoy, ¿esperas a alguien?. ¿O esperas algo?.

"Bueno, la verdad es que es una pregunta que ni tan siquiera me he planteado, aunque creo que evito hacérmela. Como ya te dije, espero algo, o es como si estuviera a la espera que algo pasara; alguna cosa que me haga sentir bien. No sabría decirte qué exactamente. Muchas decepciones continuadas he tenido últimamente, que se han acabado convirtiendo en miedos, desilusiones, o tal vez falta de confianza. Estoy cansada de empezar de cero una y otra vez. Cuando lo tengo todo montado en mi vida, estructurado y organizado, de repente, todo se desmorona. Estoy realmente agotada...."

El chico, ahora sí la miraba fijamente, aunque esta vez era ella la que no volvía su mirada de los pájaros que picoteaban las migas de pan. Entonces, empezó a hablarle....

"¿Observas a estos pájaros comer las migas de pan que les echamos?. Siempre he sentido curiosidad por estos animales. Su paciencia es infinita, y su forma de afrontar las adversidades es admirable. ¿Has pensado alguna vez en ello?. Fíjate, que están días y días haciendo su nido, recogiendo materiales, a veces traídos de largas distancias y con gran dificultad para ellos...., y cuando ya está terminado y ellos listos para poner sus huevos, las inclemencias del tiempo, la obra del ser humano, o bien algún animal, lo destruye y tira al suelo lo que con tanto esfuerzo se logró.

Pero, ¿qué hace en cambio el pájaro?. ¿Crees acaso que se paraliza y abandona la tarea?. De ninguna manera, sino que se arma de paciencia, y vuelve a empezar de cero. Además, si te fijas bien, siempre lo hacen cantando. Y así, poco a poco, de repente en el nuevo nido, aparecen los primeros huevos.

Pero a veces, y con mucha frecuencia, incluso antes que salgan los primeros pichones, la mala fortuna vuelve a aparecer en sus vidas. Alguna tormenta, algún animal, o algún ser humano con poca sensibilidad, arruina sus huevos y con ellos su nido. El dolor a comenzar desde cero es aún mayor si cabe, pero no por ello abandonan. El pájaro sigue cantando y construyendo....cantando, y construyendo.

Los golpes de la vida, no lo detienen, sino que lo hacen más fuerte. Y lo consiguen con la paciencia, la perseverancia, y la confianza en que, aunque a veces salgas herido y tengas que empezar de cero, eso no hará que te entregues. A veces hay que pasar por lo peor para conseguir lo mejor".

A la chica le encantó la similitud que hizo de todo aquello. Sus palabras fortalecieron su confianza y despejaron todos sus miedos. Agradecida por lo que le contó, lo miró, y le sonrió. Y acto seguido, fue ella la que preguntó;

--Gracias por la lección. Construir, y cantar...., ¡me gusta!. Pero ahora, cuéntame; tú que pareces tan paciente, ¿esperas que pase algo?--.

Él la miró pausada y fijamente. Guardó silencio por un momento, hasta que le dijo;

"Claro, yo también esperaba que pasara algo. Y después de mucho esperar, y esperar, y esperar...., e incluso empezar varias veces desde cero, al fin, pasaste tú...." 




Oporto, 15 de abril de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


  




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