viernes, 11 de noviembre de 2016

Se vende

Laura esperaba pacientemente a la directora del colegio en aquel amplio despacho, con muebles de color nogal y enormes sillas negras de cuero desgastado. La luz natural que entraba por las amplias ventanas, lo hacían algo más acogedor. A través de ellas, podía ver a sus compañeros de clase jugar sobre el agrietado hormigón del patio de aquel viejo colegio. Era el momento del recreo y había sido llamada por primera vez a hablar con la directora.

Ésta, se encontraba en una sala contigua hablando por teléfono, y mientras lo hacía, en voz baja como un susurro, no perdía ojo de la posición de Laura, quien seguía inmóvil frente a aquel enorme escritorio de madera. Bajaba la mirada cada vez que cruzaba ésta con la de la directora, quien le infundía un gran respeto. Ahí, con su vista hacia abajo, contemplaba sus relucientes zapatos negros, sus medias color gris hasta casi la rodilla, dónde encontraban el inicio de un atípico uniforme colegial, color rosa claro y con ribetes blancos. Justo debajo de sus hombros, descansaban dos perfectas trenzas doradas que finalizaban en sendos coleteros color rojo.

El tono de despedida en la conversación telefónica de la directora la hizo poner en guardia, aunque a pesar de sus inocentes siete añitos, se la veía preocupada e incrédula por encontrarse en aquel despacho; algo mal debía haber hecho para estar allí. La directora del colegio, con poco tiempo en su puesto, era una mujer joven y muy alta (seguramente aún más para Laura en aquel momento). Se dirigió al despacho cerrando tras de sí la puerta de la sala de reuniones contigua a éste. Fue hacia su silla, que acomodó a su posición, y se sentó. Miró a la chica que tenía frente a ella, aún inmóvil, y le dijo:

- "¿Sabes con quien hablaba?". Laura levantó la mirada. "Hablaba con tu madre".

Laura no pudo evitar sacar una leve sonrisa, dejando entrever la falta de dos de sus dientes delanteros, que contrastaba con sus labios pintados torpemente de un carmín color rojo. Su pequeña y rosada cara delataba que también habría algún colorete sobre ella. Al momento dejó de sonreír, pues quizás intuyó que si había estado hablando con su madre, es que no sería buena señal. Ahora un sudor frío recorrió todo su cuerpo, y mirando seriamente a la directora, cerró intuitivamente sus puños como muestra de alerta, tapando casi al completo aquellos pequeños dedos pintados de rojo y dónde podían verse algunos espacios más claros, a causa de la pintura descascarillada.

La directora, aún en tono conciliador, volvió a preguntarle;

- "Y dime Laura, ¿sabes por qué motivo te he llamado aquí?. ¿Y sabes por qué estaba hablando con tu madre?".

Laura, casi sin mirarla, se encogió de hombros.

- "¿No lo sabes, Laura?".

La pequeña abrió una de sus manos, y la hizo oscilar de un lado a otro, en un vaivén de 90º, mientras trataba de decir con ese gesto; ...."más o menos".

- "Bien Laura, resulta que acaba de decirme tu madre que llevas mucho tiempo ahorrando todo el dinero que te dan semanalmente en casa. Que incluso en tu último cumpleaños, pediste como regalos que solamente te dieran dinero, porque según parece, querías ahorrar para ir a la excursión de fin de curso. Pero ahora resulta, que llegamos a ese momento, y eres la única persona de la clase que no quiere ir a la excursión, poniendo como excusa que es tu madre quien no te deja ir. ¿Pero sabes una cosa Laura?. Acabo de hablar precisamente con ella, y me dice que eso no es cierto. ¿Me lo puedes explicar?".

La pequeña se sonrojó avergonzada. Su engaño había sido descubierto. Estaba a punto de echarse a llorar, cuando volvió a decirle;

- "Laura, mírame a los ojos por favor. A mi puedes contármelo; te prometo que no se lo diré a nadie. Será un secreto de las dos. ¿Puedes decirme para qué es realmente ese dinero que estás ahorrando?".

La voz suave de aquella mujer pareció calmarla. Casi sin inclinar su cabeza hacia arriba, levantó sus tímidos ojos color verde. Ahora aquella mujer le parecía alguien en la cual confiar su pequeño secreto. Así que se decidió a responder tímidamente:

-- "Seño, es que necesito ahorrar para comprar algo que aún no sé su precio".

La directora quedó asombrada ante esa inesperada respuesta. Ni tan siquiera la madre de Laura sabía el motivo de ese "sentimiento ahorrador" de la chica durante los últimos meses. Solamente imaginaba que a Laura le gustaría algún chico del colegio, pues sabía que de manera inocente le "cogía prestado" sus maquillajes, los cuales usaba en el baño del colegio desde primera hora de la mañana, y dónde en el momento del recreo, cambiaba su uniforme del colegio por bonitos vestidos que traía de su casa guardados cuidadosamente en su mochila, como el rosa que llevaba en ese momento, que era su preferido. La inocente acción de Laura no había sido considerada objeto de recriminación por parte de su profesora, y su madre lo veía como algo pasajero, gracioso y propio de la niñez.

- "Pero Laura, le dijo la directora, ¿Qué es eso que quieres comprar de lo cuál desconoces el precio?. ¿Es que no sabes su valor?".

-- "Sí lo sé Seño. Que diga, no..., no lo sé Seño. Quiero comprarlo, pero no sé si tengo suficiente aún".

La directora estaba intrigada ante aquello que estaba escuchando, pero se estaba ganando la confianza de la pequeña, así que de manera sutil, decidió ayudarla y animarla a que le diera más información.

- "Bueno, precisamente en este cajón de aquí guardo algunos de mis ahorros, y aunque no son muchos, quizás uniéndolos a los tuyos tengamos suficientes y podamos hacer frente a ese gasto. Así que si me dices de qué se trata, estoy segura que con lo que tenemos ahorrado entre las dos, podremos comprarlo". 

Laura volvió a sonreír abiertamente, dejando al descubierto su "imperfecta dentadura". No se esperaba esa ayuda, y ahora tal vez podría conseguir aquello para lo que llevaba ahorrando tanto tiempo, así que no quiso desaprovechar esa oportunidad, y decidió seguir confiando en aquella mujer, ahora su aliada.

-- "Vale Seño, te lo diré. Pero por favor, recuerda que esto es un secreto entre usted y yo".

Mientras veía que la directora asentía con la cabeza, le dijo;

-- "Quiero comprar el amor de David, el chico que está en la clase de 3º A".

La directora no podía creer lo que estaba escuchando. No imaginaba que de aquella inocente niña pudiera salir esa ocurrencia. Todo su comportamiento y todo aquel compromiso con el ahorro de los últimos meses, era consecuencia de aquel enamoramiento irracional e impropio de la niñez. 

Entonces, aquella mujer, que no quería de ninguna manera romper de golpe los sueños de aquella dulce pequeña, trató de convencerla y que entrara en razón.

- "Pero Laura, no sé si eso va a ser posible. Y es cierto lo que dices, que es algo de lo cuál no puede saberse el precio ni tan siquiera su valor. Pero es más complicado que todo eso, y es que el amor no se vende, y por consiguiente, no puede comprarse".

Laura la miraba fijamente, pero no parecía inmutarse por aquella afirmación. Parecía que pudiera esperarse aquella respuesta, así que a continuación le dijo:

-- "¿No puede venderse Seño?. Yo creo que sí, que el amor se vende. Porque si no es así, entonces me gustaría que me explicaras, por qué hay quien el amor regala, incluso a veces, a quien menos lo merece....



Imagen libre en la red. Fuente de Cantos, 11 de noviembre de 2016.

















      

   



    

    

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