Hace apenas un año,
que paseaba por los hermosos pueblos de la Costa Amalfitana con mis amigas
Emilia y Ale Biesek, y mi amigo Carlos. Es ahora, que repito destino, que
vuelvo a disfrutar de esta maravillosa y tranquila costa, al sur de la caótica
ciudad de Nápoles, y cada vez me resulta más hermosa.
Pasear por estos
pueblecitos, que parecen encantados y afortunados de disponer rincones
preciosos a cada paso, hacen que te abran la mente y propicien conversaciones
sobre la vida, las amistades, o cualquier otra cosa que se te venga a la
cabeza, convirtiéndose en temas agradables de conversar. Algunas conversaciones
se disfrutan con mayor intensidad, dependiendo si resultan más o menos
atractivas para uno. Pero esta tierra está llena de historia, repleta de leyendas
y cuentos que a mí siempre me encanta escuchar.
En uno de esos paseos,
que vi una imagen que me inspiró sobre un tema de conversación curioso; la
figura sobre una pared, del Dios Poseidón. Y es que los Dioses del Olimpo,
siempre me han resultado de lo más curioso y fascinante. Convertidas sus
historias en leyendas, o viceversa, tenían una grandísima credibilidad en
aquella época.
Las historias sobre
ellos, eran trabadas unas tras otras. Ellos, siempre estaban relacionados con
la naturaleza y las fuerzas de ésta. Así resultaba fácil de creer, pues cada
Dios encarnaba a alguna de ellas, y sus historias o leyendas podrían ser
representadas dentro de la vida misma. La lluvia, el sol, las tormentas….
Para los griegos y
romanos, los Dioses eran los mismos, solo que a veces llevaban nombres
distintos. Así como Zeus (Jupiter Romano), llegó a ser el Dios de Dioses, hubo
antes otro que gobernaba seres y cosas. Era Cronos, el inexorable Dios del
Tiempo, a quien los romanos identificaron con Saturno. Y claro, ¿cómo no va a
existir Cronos?, si el tiempo estaba ahí, permanente en sus vidas. O, ¿cómo no iban a creer en Urano, hijo de
Cronos, y Dios del Cielo, si vivían bajo él?.
Pero deberían pasar
ciertas cosas en aquella época, para que alguien, quien fuera, escribiera estas
leyendas con tan sumo cuidado y capricho. Que ocurrieran cosas, como para que
contara en estas historias, que Cronos devoraba a todos sus hijos varones,
porque sabía que el Destino lo había condenado a ser destronado por uno de
ellos. Pero Rea, mujer de Cronos, cansada de perder a todos sus hijos por el
miedo atroz de éste, decidió engañarlo con una roca envuelta en pañales, para
que así, Zeus, hijo de ambos, pudiera salvarse y no fuera comido.
Y Zeus se convirtió
en el gran Dios del Olimpo, y reinó poderosamente sobre Él. Gobernaba a su
antojo, aunque decían que siempre con justicia. Hay cientos de historias que te
hacen viajar a esta época confusa, perversa y dónde todo lo que pasaba, fuera
lo que fuese, con mayor o menor explicación, venía de la mano de los Dioses.
De todos ellos, me
resulta curiosa la figura de Poseidón (Neptuno Romano), y Dios del Mar. Había
luchado con Palas Atenea por dar nombre a Atenas. El nombre de esta ciudad, nos
dice que Poseidón fue vencido por ella. Así que él quiso vengarse noblemente con una acción
brillante, y así creó al caballo. Curioso que el Dios del Mar, se moviera en
caballo por las aguas, y en lugar de ir montado en algún tiburón, ballena o delfín,
fuera en un carro tirado por poderosos caballos.
Pero claro, suerte
que al menos alguien se ocupó de llamar a las olas, por sus formas cuando
rompen en la costa, los caballos blancos de Poseidón.
Pero éste era un Dios
temible, caprichoso, y se le representa blandiendo un tridente, con el cual
podía, a su antojo, desencadenar las tempestades. Como pasó en la guerra de
Troya, que el Rey de los Mares estaba a favor de los griegos, pero más tarde se
enemistó con Ulises, quien había matado a su hijo Polifemo, e hizo que los
Helenos perdieran la batalla, creando a su vez fuertes tempestades sobre sus
barcos.
Eran historias
increíbles, fascinantes, que podían estar llenas de contradicciones, pero que
sin embrago, no despertaban ninguna duda en quienes confiaban y creían en ellas;
prácticamente toda la humanidad. No creer en ellos, podía deparar a tu condena
eterna.
Pero fue en estas
tierras, concretamente en Nápoles, que hace un año, los integrantes de esa
aventura, nos metimos de lleno, sin qué ni por qué, en una conversación, más
bien dos, y sobre las cuales nunca me gusta pronunciarme, y por una sencilla
razón; y es que salvando excepciones, hay opiniones cargadas de demasiado
fanatismo.
Y es que en la
primera de esas dos conversaciones, sobre la Religión, no me gusta opinar, pero
sí que es profundamente respetada por mi parte. Al igual que en aquella época
de Dioses, en la actualidad cada cual tenemos el nuestro (o los nuestros, si
hay quien cree en más de uno), y en cada una de esas creencias habrá razones
que las justifiquen. El conflicto vendrá, cuando pongas en duda al Dios de los
otros, anteponiendo el tuyo, incluso a veces, siendo el mismo Dios, pero con
una historia (o leyenda) diferente.
Dado que la fe, es
íntegra e inamovible para cada persona (piensa que a veces mueve montañas),
mejor no tratar de persuadir ni cambiar la fe de nadie, pues serán intentos
fallidos, y es como usurpar en el alma de cada cual.
El otro tema en
cuestión, pero con más fanatismo si cabe, es la política. Y aquí, sí que puede
decirse que “con la Iglesia hemos topado”, más aún que con el tema de antes.
Resulta difícil creer, cómo hay políticos en sus países, que al puro estilo
Poseidón, toman su tridente y levantan tempestades a su antojo, convertidas en
auténticas guerras, que dejan no cientos, sino miles de muertos diariamente,
para imponer una “fe”, la que a ellos les interese. Y aún así, muchos de los
otros, (los que sobreviven o están en su bando), sigan confiando en ellos y
además tomen sus desastrosas acciones como suyas. Se creen Dioses del Olimpo, y
lo peor de todo, es que tienen millones de seguidores.
Es más, para que cada
cual, defienda a capa y espada aquel que para él, representa sus ideas, sus
principios. O incluso, como a veces ocurre en España, si no les vienen bien,
utilizan una frase de Groucho Marx que siempre me hizo gracia; “Estos son mis
principios, pero si no te gustan, no te preocupes que tengo otros”.
Pues recuerdo que fue
en una pequeña plaza de Nápoles, cerca de los Quartieri Spagnoli, cuando
hablábamos efusivamente de estos temas. Religión y Política…, temas muy delicados,
los mires por dónde los mires. Cada uno de ellos, enfundados en una gran fe.
Por eso que recuerdo
que Carlos, que pidió mi opinión al respecto, se encontró por respuesta con un
largo silencio…. Y es que, en lugares tan hermosos como estos, ante temas de
ese tipo, sinceramente, y a día de hoy, me dan mucha más credibilidad los
“Dioses del Olimpo”.
Amalfi, Italia. Fotografia de Jesus Apa.
Positano, Italia. Fotografia de Jesus Apa.
Fiordo di Furore, Costa Amalfitana, Italia, 2 de diciembre de 2016. Fotografìa de Jesus Apa.
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