viernes, 20 de enero de 2017

El trabajo os hace libres

La mañana era templada, pero a veces el viento enfriaba tu cuerpo de un solo golpe. Pero esos golpes de frío serían más llevaderos que los que encogerían mi corazón un poco más tarde. Y mira que mis días de visita en Polonia estaban resultando encantadores, más aún con los hermosos días de verano que aquí se tienen. Es éste un país que adoro, aprecio, pero sobre todo que admiro. La gente de aquí, al menos las que yo conozco, tienen un "Don" especial; todos sabemos, que desde hace muchos años la humanidad está en deuda con ellos, pero por su parte no existe esta necesidad de recompensa. Pocos países, más bien personas, de las distintas generaciones, se recomponen a sufrimientos como los vividos por el pueblo polaco.


Pero aún no entiendo por qué motivo planteé, que la excursión de aquella mañana, fuera al campo de concentración de Stutthot, cerca de Gdnansk, al norte de Polonia, convertido en Museo desde hacía años. Ya me asombró enterarme que Jorge (Jerzy), padre de Emilia, así como ella, nunca habían visitado este lugar maldito, de ahí que quizás mi propuesta de pasar la mañana allí no fuera la más acertada, pero aún así, cordial y amablemente accedieron a llevarme a ese sitio.

El viaje hasta allí lo haríamos en coche, y en poco menos de una hora llegaríamos a nuestro destino. Así que daba tiempo para charlar animadamente de las cosas propias de un día de ocio, el cuál se presentaba dinámico y divertido, como todos los anteriores. Pero es a pocos kilómetros de llegar, que ya puedes ir viendo las vías del tren que conducían e interconectaban todos los campos de concentración entre Alemania y Polonia. Es entonces cuando comenzó nuestro silencio, ya presente en el resto de la jornada. Y es lo primero que me llamó la atención de aquel lugar nada más bajarnos del coche; el increíble silencio que allí había y que estaba apoderado de todos los visitantes.

Todo aquello que más tarde allí vería y sentiría, me llamó poderosamente la atención, pero la segunda cosa, y por poner un poco el orden a los hechos, fue el texto anunciado en la puerta de entrada y que está presente en todos los campos de concentración nazis; "Arbeit macht frei" (El trabajo os hace libres).

Dedicar un poco de tiempo a esa reflexión, ya te pone en alerta de todo lo que allí vas a encontrarte. Me pregunto que pensarían las personas que destinadas a estos campos, atravesaban aquella puerta bajo ese texto. Dudo mucho que pensaran en eso, en que los haría libres, pero supongo que no tenían otra cosa a la que aferrarse. Y es que las reflexiones te van llegando en cadena, una tras otra, en el momento que empiezas la visita a los barracones. La manipulación y el chantaje se mezclaban con el despropósito y el miedo. La enajenación humana se pone de manifiesto a cada paso que das en este lugar, a pesar de que hayan pasado casi 80 años de esta barbarie. Pero a veces la historia debe ser contada y expuesta, precisamente para que jamás vuelva a repetirse.

Pero hay partes de la historia, de esta particularmente, que sin haberlas vivido directamente, se te quedan grabadas como si tatuaran tu mente con la más indeleble tinta que pueda existir. Las exposiciones que documentan la historia del campo de Stutthof y el destino de los presos que permanecieron en él, se exhiben en los originales edificios del campo de concentración. La ruta para la visita está marcada con decenas de paneles históricos con fotografías de archivo. Es a través de ellos, dónde queda marcada la vergüenza de lo que es capaz de hacer la especie humana para con nosotros mismos.

Y es también a través de esa información, que te enteras que estos campos de concentración pasaron a ser utilizados como centros de trabajo forzosos, pero al ver que eso no mataba a suficiente gente, (presos en su mayoría), fueron también usados para exterminar a los judíos y presuntos enemigos de los nazis. Las víctimas llegaban en vagones de tren, procedentes de Guettos y de campos de la Polonia ocupada. La "vida" que allí les esperaba empezaba con la separación de niños y mujeres por un lado, y de hombres por otro, que empezaban con sus trabajos forzosos, a intentar llegar a ser libres, justo como habían leído nada más entrar.

¿Y qué hacían con los que se mantenían vivos? Muchas veces a quienes estaban muy ancianos o deteriorados por el trabajo los fusilaban en masa, pero como para los nazis las balas eran demasiado costosas y debían ser usadas en el combate, a otra mente cruel se le ocurrió idear un sistema que acabara con el mayor número de vidas con el menor coste posible. Estos inventos fueron la cámara de gas y los hornos de incineración. Entonces los nuevos presos ya ni entraban por la puerta principal, sino que incluso las propias vías del tren, llegaban hasta la misma cámara de gas. 

Con la dosis justa de veneno, era posible asesinar a un gran grupo de personas en pocos minutos. Los prisioneros eran forzados a desvestirse y a entregar todos sus valores, para después ser llevados desnudos hacia las cámaras de gas, que estaban disfrazadas como duchas, y dentro de ellas era utilizado un gas tóxico. Después los cadáveres pasarían a los hornos de incineración, lugar dónde ya incluso quemaban a quienes agonizaban por estar enfermos. Este sistema, permitía matar en algunos campos hasta ocho mil personas al día. Luego, solo quedarían sus cenizas, ni tan siquiera sus recuerdos. 

Y si el resultado final era asesinarlos a todos, ¿de qué servían las enfermerías dónde trabajaban médicos nazis, y dónde incluso disponían hasta de quirófanos?. Esa fue mi única pregunta a Emilia en toda la visita, la cual me contestó, que lo que esos médicos hacían era experimentar nuevas técnicas con personas, haciendo las más crueles atrocidades inimaginables; incluso con la propia piel humana llegaban a fabricar lámparas. 

Pero este Museo fue creado por iniciativa de los antiguos presos que estuvieron en Stutthot, el cual ocupaba unas 20 hectáreas de las 120 que tenía todo el campo de concentración, y dónde más de 60.000 personas fueron cruelmente asesinadas, y las otras 50.000 que por aquí pasaron y lograron salir con vida, tendrían una herida que jamás se cerraría; la del miedo. Ese sentimiento, que cuando penetra en ti, ocupa todo tu ser.

Es justo lo que pensaba en mi paseo en solitario por allí, en que normalmente las heridas cierran con una cicatriz que te recuerda el dolor que tuviste, pero creo que en este caso, para quienes lo vivieron, queda una herida abierta para siempre. Distinto es pensar que no pueda existir en ellos la palabra perdón, pero solamente el ser humano puede hacer tanto daño en este mundo, y entonces, perdonar se presenta con una dificultad inusual. Aquella fue una visita que me dejó marcado para siempre, y dónde sentí un cúmulo de sensaciones y sentimientos, que mucho tiene que ver con el horror, el perdón y la vergüenza, pero cierto que no tenía palabras para describir todo aquello. 

Fue a la siguiente semana que me enteré por la prensa que el Papa realizó una visita a los campos de exterminio nazi, en este caso a Auschwitz. Quise saber cómo fue, así que busqué la noticia. Hablaba de que Francisco realizó la visita en absoluto silencio, atravesando completamente solo la entrada al campo bajo la inscripción en hierro forjado "Arbeit macht frei" (El trabajo os hace libres). El Pontífice tuvo momentos de gran intensidad, permaneciendo en soledad durante todo el recorrido. La noticia destacaba el momento que pasó sentado con los ojos cerrados y en profundo recogimiento durante varios minutos, o cuando besó uno de los postes de madera que servían para las ejecuciones.

Guardó durante todo el recorrido un profundo silencio, escribiendo en el libro de Honor tras su visita lo siguiente: "Señor, ten piedad de tu pueblo. Señor, perdón por tanta crueldad". Dos líneas, escritas en español, con la firma "Francisco" y la fecha debajo, fueron las únicas palabras del Pontífice sobre las sensaciones de su visita al lugar donde fueron asesinadas 1,1 millones de personas.

Una vez que leí la noticia, realmente pensé que mi visita a un campo de exterminio nazi se pareció mucho al que realizó el Papa. Ambos sentimos, en el más inquietante silencio, vergüenza y espanto por lo que allí vimos. Solamente que yo no firmé en ningún libro de Honor, pero de haberlo hecho, hubiera sido con una frase que se encontró precisamente escrita en uno de esos campos por un preso judío; 

"Si existe un Dios, Él tendrá que rogarme a mi para que yo lo perdone"....











Campo de concentración de Stutthot, Polonia, 19 de julio de 2016. Fotografías de Jesús Apa.




Campo de concentración de Auschwitz, Polonia, 30 de julio de 2016. Fotografías de EFE.


  

     


2 comentarios:

  1. Me has dejado con un nudo en la garganta Jesús.

    Muy fuertes las últimas palabras. Sobre todo cuando no se puede ver y sentir todo el contexto.

    No sé si yo me atrevería a culpar a Dios por todas mis trajedias, malas desiciones o por negligencia de otras personas, y Más cuando tengo ejemplos de personas maravillosas que han padecido tantas aflicciones (Job, Jesucristo, Dr.Frankl) y que fortalecen mi espíritu.

    El Dr. Frankl en su libro El hombre en busca del sentido dice: Cuando todo se ha perdido queda el amor.

    "al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias, para decidir su propio camino."

    - Dr. Frankl

    Es increíble todo el análisis que el mismo hizo y que él mismo vivió en esos campos de concentración. Me enseño a verlo con otra perspectiva y enseñanza.

    Aun en un campo de concentración puede conservar su dignidad humana. Cita a Dostoyevski: "Solo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos". Estas personas fueron dignas.

    "Es esa libertad espiritual que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito."

    -Viktor Frankl

    Tambiem Recordé las palabras de Albert Einstein

    "El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos. Es como el frio que se produce en ausencia de calor, o la oscuridad que reina en ausencia de luz."

    Saludos.

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    1. Gracias por tus aportaciones Lizú. La verdad que visitar un campo de estas características te muestra, entre otras muchas cosas, el lado más perverso del ser humano. Saludos

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