viernes, 27 de enero de 2017

Enviando mensaje

La fina lluvia de aquella mañana la había sorprendido saliendo de su peluquería habitual, situada en el mismo corazón de Manhattan. Aquel sábado tendría una de las citas más importantes de los últimos años, y aunque hubiera preferido llegar hasta allí caminando, no le quedaría más remedio que tomar un taxi, y que el agua que caía desde el cielo de New York, (aunque lo hacía tímidamente), no desluciera su preciso peinado. Bajo el pequeño toldo de la puerta de entrada del edificio, esperaba el taxi que había mandado llamar el conserje.

Éste, la miraba de reojo mientras ella aguardaba allí de pie. Aunque no era su intención, su presencia provocaba las miradas de multitud de viandantes, no solo del conserje. También de todas aquellas personas a las cuales les gustaba admirar la elegancia de cualquier mujer. Porque Sienna, que así se llamaba, poseía una atracción natural. Tenía una altura normal, pero no menos de un metro setenta, y aquella mañana parecía estar subida en un pedestal en lugar de encima de unos tacones. Su pelo moreno liso, pudorosamente daba luz a su cara, y su abrigo negro de paño aún no permitía descubrir el precioso vestido azul oscuro que encajaba perfectamente en su figura. Al girar su muñeca descubrió un precioso reloj color dorado, que denotaba su impaciencia a pesar que aún quedaba algo más de una hora para su cita.

Pasado ese tiempo, en un discreto pero acogedor restaurante en el distrito del Soho, le estaría esperando su prometido para almorzar. Aunque el sitio era habitual para ellos, esta vez compartiría mesa por primera vez con quienes serían sus futuros suegros. No era algo que le pudiera inquietar, pero era una mujer que le gustaba causar siempre buena impresión. Y es que aquella mañana se había apoderado de ella cierta intranquilidad, por eso que tal vez le hubiera apetecido ir caminando hasta el restaurante y así conseguir relajarse durante los pocos más de treinta minutos que le hubiera llevado aquel paseo.

Pero quizás aquella lluvia también ayudó a que no se atreviera a tal caminata con unos zapatos de tacón, que aunque le resultaban cómodos, no eran apropiados para tal fin. Dejó de pensar en todo aquello cuando cayó en la cuenta que el taxi que le esperaba frente a la puerta era el que tocaba el claxon enérgicamente para advertir su presencia. Reaccionó de manera precipitada, casi asustada, y echó a correr renunciando al paraguas que le ofrecía el conserje, dando casi de bruces con el coche al meter uno de sus tacones en el hueco de una alcantarilla.

Al entrar en el taxi, percibió que su tacón se había partido por la mitad, agradeciendo que al menos ella no hubiera sufrido ningún daño. Pero no podría llegar a su cita con aquel ahora maltrecho zapato, menos aún una mujer tan perfeccionista como ella. Necesitaría pasar antes por una tienda y comprar otros, pero igual no los encontraba de su gusto para aquella ocasión. Aunque otra solución podría ser que pasara directamente por casa, más o menos a mitad de camino en dirección al restaurante.

Tal era su distracción causada por aquel contratiempo, que aún no había escuchado las súplicas del taxista preguntando a dónde debía llevarla. Levantó la mirada hacia el espejo retrovisor, y tropezó con unos preciosos ojos verdes que esperaban impaciente su respuesta. 
"Sí, a la décima avenida, a la altura de la calle 16, en Chelsea", contestó súbitamente Sienna. El taxi comenzó a avanzar hacia el destino indicado.

A Sienna le llamaron poderosamente la atención aquellos ojos, esa mirada penetrante a través de aquel espejo, y no podía desviar la atención de él. Quien conducía, que cruzó varias veces su mirada con la de ella, no tuvo más remedio que preguntar ante aquella inquietante observación por parte de su cliente; 
-- Disculpe pero, ¿ocurre algo?. ¿Me mira de esa manera por algún motivo?. O es porque tal vez me conoce --.

"No, no. Perdone..., no la conozco. Es porque me sorprende que una chica (tan bella como tú, pensó), tan joven como tú, se dedique a esto de los taxis", le dijo.

-- Bueno, es un trabajo más, como cualquier otro. Y siempre se conoce a mucha gente encantadora que va y viene. Además, pueden ocurrir cosas muy interesantes dentro de un taxi.... --.

"¿De veras?", dijo Sienna.

-- Sí, claro que sí. Ni puedes imaginarlo --, dijo la taxista, ahora sin perderla de vista por el retrovisor. -- Por cierto, mi nombre es Meagan, ¿y el suyo? --.

Ahora, un calor recorrió todo su cuerpo, sintiéndose avergonzada por haberla mirado desde el principió tan descaradamente y haber provocado aquella conversación, que nada iba con ella ni su forma de ser. Pero le respondió diciendo su nombre.

-- ¡Encantada Sienna! --, le dijo de nuevo la taxista, sonriéndole a través del espejo.

Sienna asintió con la cabeza, y evitó seguir mirando a ese retrovisor. Se sentía bastante nerviosa. Cogió su teléfono y buscó la distracción en él. Le enviaría un mensaje a su novio para explicarle el pequeño contratiempo del zapato y así justificar su posible retraso en caso de que llegara tarde a la cita. 

"Ryan, tengo dudas...., ¿azules o negros?. Los zapatos, me refiero?".

Pensó que aquel mensaje no tendría sentido para él.

"Ryan, tengo dudas...., ¿azules o negros?. Los zapatos, me refiero?". (¡Borrando mensaje!)

"Ryan, tengo dudas...., ¿qué zapatos te gustan más?. ¿de qué color?. Para mí me refiero. ¿azules o negros?", volvió a escribir.

Sus nervios seguían ahí, pues a pesar que no quería mirar, era consciente de que la chica, Meagan, seguía pendiente de ella y no le quitaba ojo de encima. Aquel mensaje era tan ridículo e incomprensible como el primero.

"Ryan , tengo dudas...., ¿qué zapatos te gustan más?. ¿de qué color?. Para mí me refiero ¿azules o negros?." (¡Borrando mensaje!)

Trató de calmarse, y volvió a escribir de nuevo para explicarle todo correctamente.

-- Ryan ando de camino a casa. He "metido la pata" donde no debía, y voy a necesitar un poco más de tiempo. Tengo dudas....

En aquel momento, el taxi se detuvo y un señor entró dentro sentándose junto a ella. Entonces notó que un tubo cilíndrico muy frío la apuntaba directamente a su sien. Se asustó al ver el arma, y pulsó intuitivamente el botón de su teléfono....

"¡Enviando mensaje!...." 


Candelario, Salamanca. 27 de enero de 2017. Imagen libre en la red.










  



      

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