viernes, 13 de enero de 2017

Las Leyes de la vida

Cuando la pasada semana hablaba con José Luis, poco antes de darle sepultura a su madre, me contaba que asumía que había llegado su momento y trataba, seguramente, de pensar para sus adentros todos los años en los que pudo disfrutar de ella. Es realmente duro decir adiós a nuestros seres queridos, más aún a una madre. Con total aceptación de la realidad, y sabiendo el camino que ahora le tocaba vivir sin su compañía, me dijo; "Jesús, es Ley de vida". Pero, ¿cuáles son las Leyes de la vida?, me pregunté en aquel mismo momento.

Hay muchas Leyes en la vida, pero hay una cruel y exacta; la muerte. A veces nos toca recordar esta Ley de la manera más desagradable, como es la de despedirte de los tuyos. Es lo que yo sentía cuando hace apenas unos días decíamos adiós a mi tío, hermano de mi padre. Y cuando esto ocurre y tienes que sufrir en primera persona este tipo de situaciones, esta "Ley de vida", quizás metafóricamente imaginas sus "artículos" y buscas reconfortarte con el pensamiento de que vivió de manera feliz en la mayoría de ellos. O tal vez, buscas en el consuelo de saber que "vivió como él quiso", tal y como resumió mi tía su marcha.

Pero esos artículos, los que conforman esas "Leyes de la vida", esos que hablan de cómo vivir, serán tantos como cada cual quiera. Hay quienes los complican más de la cuenta y los llenan de pesadas normativas, y hay quienes son más prácticos y tratan de vivir con menos carga. Y es curioso, porque dicen que la vida, cuanto más vacía, más pesa. Pero hay leyes que aunque tú no quieras, a veces se incumplen, y cuando esto ocurre, alguien tiene que pagar por ello.

No hace mucho tiempo, hablo de apenas un mes, leía una entrevista que le hicieron a un señor de Bienvenida, localidad cercana a la mía. Francisco, que así se llama, dentro de sus ya pocos momentos de lucidez, respondía a cuantas preguntas le hacía el periodista. Era un día especial, pues celebraba su cumpleaños, pero no por ello podía evitar emocionarse, sobre todo, cuando le preguntaron cuales habían sido los momentos más duros de su vida. Hablaba de la guerra, del hambre y de otras situaciones pasadas, pero extraordinariamente contestó algo, diciendo; "Espero no seguir viviendo para más momentos duros, y si lo hago, no ser consciente de ello, porque el peor momento de una persona es seguir vivo y observar como tus hijos van muriendo". 

Claro que Francisco, es un caso especial, pues hace un mes cumplía los 112 años, y se convertía en el hombre más longevo de Europa. Una de sus hijas cuenta ya con 81 años. Y pienso que sí, que llegar a esa edad, algo más de un siglo, debe ser un premio en toda regla, casi sortear cualquier ley de la vida, estar en una nube, o mejor aún, en un arcoiris, solo que, uno que incluye el color negro.

También no hace mucho tiempo en que visitaba a la tía de Annie en Londres. Laura, que cuenta con 96 años, tiene una gran capacidad de vivir con intensidad, y eso uno lo nota cuando habla con ella y percibe que ni se le pasa por la cabeza eso de morir. Mientras yo medía la planta baja de su casa, con la intención de detallar en unos planos el lugar idóneo para construir un baño, y de esta manera no tener que subir las escaleras hacia la primera planta, que es dónde tiene que ir a hacer uso del único que posee la casa, ella trataba de explicarle a su sobrina Annie, que para que ella deje de subir esas escaleras, deben pasar aún muchos años. 

Admiro a las personas con esa edad y con esa forma tan singular de hacerle un guiño a la vida, o más bien, diría que a la muerte. Cierto que la muerte es solo una vez, y cierto también que se deja sentir todos los instantes de la vida. Pero pienso que la vida es eso, demostrar día a día que quieres vivirla, porque precisamente los que la temen, ya están medio muertos. Y creo que vivirla intensamente es vencer a diario a la muerte. Es de estas personas, como Francisco y Laura, y no de la vida corriente de cada día, que aprendemos impresiones y útiles lecciones. 

Me gusta recordar muy a menudo la historia que cuenta en que un día, pasó un joven por una pequeña aldea. Un viejo abuelo nonagenario estaba plantando un almendro.  El joven, quizás de manera jocosa y burlona, y debido a su extrañeza, le dijo; "eh abuelo, ¿plantando un almendro confiando en que más pronto que tarde dé sus frutos?. Y él, todo doblado como estaba, volviese hacia el joven diciéndole; "Yo, hijo, obro como si no hubiera de morir nunca". -- Y yo, le respondió el joven, obro como si mi muerte fuera inminente --.

En cualquiera de los dos casos, la conclusión es asombrosa. Ambas teorías muestran las mismas ganas de vivir, de la manera más intensa y honesta posible. Porque al igual que algunas leyes están para saltárselas, las de la vida están para cumplirlas, y todos tendríamos que acabarla al menos, siendo recordados por quienes aquí se quedan, que fuimos buenas personas. Ese sería el premio, la meta y objetivo de todo este camino. 

Pero no caer dentro de la vulgaridad esa, de que solo se reconoce que alguien es bueno cuando le toca irse al "otro barrio". Lo justo sería alabar y reconocer a las personas en vida, premiar cada cierto tiempo la bondad o el amor que tantas veces se regala. ¿De qué vale hablar bien de alguien cuando ya no puede escucharte?. Eso nos haría a todos iguales y sí que no sería justo. Aunque si tenemos que hablar de justicia de poco vale en estos casos, porque ya sabemos que por muy mal que lo hayan hecho, los muertos siempre salen a hombros.

Y es que al fin y al cabo, con el paso del tiempo, descubrimos con sorpresa que lo esencial de la vida se esconde detrás del gesto repetido sin pereza, detrás de la sonrisa que nos infunde coraje y ganas de vivir, pero sobre todo, detrás del amor que se da sin exigir favores ni recompensas. Y esas sí que serían las verdaderas Leyes de la vida y que deberían cumplirse a rajatabla.

Alguien dijo una vez, y con gran acierto, que quien no ha descubierto nada por lo que morir, no es digno de vivir....



Laura en su casa de Londres, 25 de octubre de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


Francisco "Marchena" en su casa de Bienvenida, 13 de diciembre de 2016. Fotografía de Charles Raysdale.


Fuente de Cantos, a 13 de enero de 2017.






  




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