viernes, 10 de febrero de 2017

Te espero en el recreo

Marta se despierta exaltada y feliz cuando su madre apenas se asoma al cuarto para indicarle que es la hora de salir de la cama y prepararse para ir al colegio. Sus apenas 11 años están repletos de ilusión y motivación por llenar de grandes aventuras y enseñanzas este nuevo día. Adora todo lo que tiene que ver con ir a la escuela; sus profesores, sus amigas, sus compañeros...; cuando se es feliz, todo te llega bien, y últimamente para ella, con más motivo si cabe.

A pesar que comparten habitación y la gran mayoría de sus genes y cromosomas, su hermano gemelo David traslada entre quejas y suspiros su negativa a levantarse y enfrentarse un día más a ir al colegio. A su madre le preocupa últimamente la actitud de su hijo, sobre todo porque está mostrando unos resultados muy distintos a los habituales en sus notas, y principalmente por su desidia ante todo lo que le proponen en casa.

Ambos hermanos, de un pequeño tiempo a esta parte, parecen dos polos opuestos. Su jornada diaria es tan distinta que causa la atención y preocupación de sus padres, tanto por el lado positivo en Marta, como por el negativo sobre David. Ella desborda ahora más que nunca una gran alegría que contagia de energía a quienes están a su alrededor. Él en cambio, pasa largas horas encerrado en su habitación renunciando a cualquier actividad que no sea la de mirar el techo de su cuarto, descuidando por completo cualquier otra obligación. Es evidente que algo ocurre, pero David vive en su propio hermetismo y no comunica si hay algún problema.

Mientras ella devora el apetitoso desayuno y prepara entusiasmada su mochila para enfrentarse a un nuevo día de colegio, él mastica de manera desganada la ya fría tostada, teniendo que escuchar las arengas de su padre para que se apresure en ordenar las cosas que necesitará para llevar ese día. Es ver salir a ambos por la puerta y sería como presenciar a la noche y el día.

Ya en el bus que los lleva a su destino, Marta puede ver su sonrisa reflejada en la ventana, mientras coquetea con su pelo y descubre ante sí misma lo feliz que se siente. David en cambio, lleva durante todo el trayecto su mirada perdida a través del cristal; mientras apoya en el mismo su cabeza siente el frío sobre su frente, pero no repara la profunda desolación que lo arrebata cada día que tiene que ir a clase. 

Los dos hermanos entran por la puerta principal del edificio y ya emprenden caminos separados hasta la hora de irse nuevamente a casa. Marta vive en su mundo de felicidad y júbilo, y ni tan siquiera se percata del ostracismo en el que se encuentra su hermano, así como los cambios que ha venido experimentando en estas últimas semanas. Como vive en su burbuja particular ni le resulta raro el rechazo que a veces tiene su hermano con ella cuando ésta intenta darle un pequeño beso de despedida. Se ha vuelto arisco y distante, con lo cariñoso que siempre había sido.

Marta se inquieta en su silla deseando que llegue el momento del descanso. Mira de reojo hacia atrás, y entrecruza su mirada tímidamente con la de alguien. Su cara toma rápidamente un color rojizo, sonríe y no puede ocultar sus nervios cuando le lanzan algo que cae encima de su mesa. Una bola de papel con un mensaje dentro; "Te espero en el recreo".

Su hermano en cambio tiene la vista perdida en el exterior de la clase, sin enterarse absolutamente nada de lo que explica su profesora. Su distracción se ve interrumpida con la mirada descarada de alguien que está dos asientos por delante del suyo. Sin quitarle ojo de encima, le muestra a David un folio con un mensaje en su interior; "Te espero en el recreo".

En el recreo, Marta va al final del pasillo, tal y como viene sucediendo en los últimos días, y hoy haciendo caso del mensaje que un momento antes había recibido en esa bola de papel arrugada, y que aún sostenía en su mano. Allí la espera Luis, quien no menos avergonzado que ella, toma la iniciativa dándole un cariñoso beso en la cara, diciéndole acto seguido que la quiere. Marta no se explica aún lo feliz que la hace sentir ese chico.

David se dirige hacia uno de los extremos del patio del colegio, como viene haciendo en los últimos días, sin atender a un grupo de amigos que le animan a que se una al equipo de fútbol que va a comenzar a jugar en la cancha. Antes de llegar a esa esquina del patio, dónde le gusta estar solo y alejado de todo lo que le rodea, alguien llega para agarrarlo por detrás llamando su atención, mientras vuelve a mostrarle el folio anterior con el mensaje dentro. Se trata de Marcos, quien sin mediar palabra, le propina un fuerte puñetazo en su cara, diciéndole acto seguido que le odia. David no se explica aún el miedo que le hace sentir ese chico.... 



Fuente de Cantos, 10 de febrero de 2017.
            

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