viernes, 12 de mayo de 2017

Mucho humo

Hay una premisa que trato de cumplir a rajatabla, pero fallo precipitadamente en muchas ocasiones; la de no tomar decisiones "en caliente". Aprender a respirar, controlar los impulsos, escribir y borrar, para luego rescribir otras palabras en tu cabeza antes de soltarlas, es un ejercicio complicado, pero normalmente te sitúa en una posición serena y eficaz en la toma de tus decisiones. Parece fácil, pero si no lo tienes presente en tu mente de manera continuada, suele suceder que acabas metiendo la pata y provocando situaciones indeseadas.

Admiro a las personas que saben manejar esas situaciones de estrés, de pánico, o bien sencillamente, que saben tomar decisiones con la cabeza fría. Aunque es cierto que es bajo condiciones de estrés y de presión, como mejor se trabaja, no son esos los mejores momentos para tomar ciertas decisiones que puedan afectar de manera directa a cuestiones futuras. 

Recuerdo un día en una clase de Prevención de Riesgos Laborales, en el cual se exponía un vídeo que mostraba la simulación de un accidente en una vivienda, originado por un incendio en la cocina. En este ensayo, la persona que se encontraba dentro tenía que aprender a manejar la escena de pánico, y mostraba varias opciones de cómo salir ileso de esa accidentada situación. El profesor de la clase, explicaba una de ellas, diciendo;

"Este individúo se enfrenta a una situación extrema en la que peligra seriamente su vida, y en la cual, mantener la calma es de vital importancia. Si os encontráis en un caso parecido, tenéis que tumbaros al suelo, puesto que el humo tiende a subir con el efecto de las llamas, confiar en que solventaréis esta situación, y arrastraros hasta la salida más cercana. El caos que genera un incendio, y sobre todo, la poca visibilidad que se crea, además del tremendo aumento de temperatura que llegas a sentir de manera inmediata, puede llevarnos a una situación de ansiedad que nos impida obrar con sentido común. Por eso que es muy importante en estas situaciones, respirar hondo, y actuar con determinación".

Fui yo mismo quien pregunté....; "Pero, ¿no es eso un contra sentido? Respirar hondo, y actuar con rapidez, es como que no son acciones compatibles. O una cosa, o la otra, ¿no?. Además, ¿respirar hondo con tanto humo....?", acabé preguntando, ya de una manera irónica.

El profesor, se lo tomó a bien, y contestó; "Ciertamente cada cual actúa en estas situaciones de la mejor manera que cree, solo que la que yo te planteo, es la que han utilizado todos aquellos que han conseguido salvar su vida". Y por cierto, ese "respirar hondo", se hace por dentro, nada tiene que ver con el respirar al que te refieres... 

Y tenía razón, porque cuántas veces el respirar profundamente, y además por dentro, nos ha ayudado a tomar la decisión correcta. O mejor dicho, ha hecho que no tomáramos decisiones más tarde erróneas.

Quizás conoces el cuento, pero si no es así, y además eres de los de sangre caliente, no estaría mal que lo conocieras la historia. Se trata de una leyenda, que cuenta que....

".... un miembro de una tribu india se presentó fuera de sí ante el jefe, para hacerle saber que iba a tomar venganza contra un antiguo amigo suyo, ahora enemigo, que lo había ofendido de una forma muy dolorosa para él. Pensaba ir corriendo y matarlo sin piedad.

El jefe lo escuchó y le propuso que fuera a hacer lo que pensaba, que era su decisión, pero que antes llenara su pipa de tabaco y la fumara a la sombra del árbol sagrado. Cuando acabara, debía volver a hablar con él.

Así lo hizo el guerrero. Fumó bajo la copa del árbol, sacudió las cenizas y decidió volver a hablar con el jefe indio para hacerle saber que lo había pensado mejor, y que tal vez era excesivo matar a su antiguo amigo, pero que había decidido pegarle una paliza inolvidable.

El anciano jefe volvió a escucharlo y aprobó su decisión, pero le hizo ver que, ya que había cambiado de opinión, debería volver al mismo lugar y fumarse otra pipa.

Así lo hizo el indio. Fumó y meditó. Al finalizar, regresó de nuevo ante el jefe de la tribu para comentarle que consideraba excesivo el castigo físico, pero que iría a recriminarle su conducta delante de todos para que se avergonzara.

Con bondad, fue escuchado de nuevo por el anciano y orientado para que repitiera nuevamente su conducta y la meditación.

Bajo el árbol centenario, el guerrero convirtió el tabaco y el enfado en humo. 

Pasado el tiempo, volvió ante el jefe para decirle que lo había pensado mejor y que había decidido acercarse a quien lo ofendió para pedirle explicaciones, y fue así como acabó perdonándole.

-- De esta manera no será mi agresor sino que recuperaré al amigo que, seguramente está arrepentido de lo que ha hecho--, le dijo el joven indio al anciano. 

Éste, acto seguido, le regaló dos cargas de tabaco para su pipa, y para que ambos fueran a fumar bajo aquel árbol, y le comentó;

-- Es eso lo que quería pedirte, pero no era yo quien debía decírtelo, sino tú mismo; era necesario darte tiempo para que lo descubrieras...--

Qué bueno es siempre, convertir nuestra ira en humo; en mucho humo....



Imagen libre en la red. Fuente de Cantos, 12 de mayo de 2017.



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