viernes, 15 de diciembre de 2017

La paz sea con vosotros

Tras tocar suavemente con mis nudillos en aquella vieja puerta de madera, entré en la casa de la manera más silenciosa posible. Alguien desde dentro y con un sutil hilo de voz me dio el permiso para pasar, y al final del pasillo supuse que quien me había hablado era Milagros, su hija, quien a sus 84 años sigue cuidando de su padre. Al llegar a su lado, puso su dedo índice en la boca pidiéndome comunicarme con ella en voz baja; "aún duerme, pero solo es una cabezadita, y en cuestión de cinco o diez minutos ya estará espabilado. Estas pequeñas siestas le vienen muy bien. Realmente lo ha hecho durante toda su vida".

Yo me encontraba ansioso por visitar a un hombre al cual le tengo un profundo respeto. Y es que Francisco nació el 13 de diciembre de 1904 y con lo cual, este miércoles cumplía nada menos que 113 años. Había escuchado que el secreto de su longevidad reside en "comer mucho y bueno". El hombre más longevo del planeta le regaló recientemente al mundo durante una entrevista televisiva un gran consejo: "Lo que hay que tener es un corazón grande y noble, y defenderse de todas las cosas".

Realmente esperaba sacarle mucho provecho a aquella tarde, conseguir escuchar frases de aquel tipo que pudieran motivar mi día a día, pues aquella vitalidad y capacidad de vivir, debe pertenecer a alguien especial. Una persona con tanta vida, debe ser un pozo de sabiduría y debe dar gusto escuchar sus historias y aprender de cada una de sus vivencias. Así que me senté en el sitio reservado, muy cerca de él, y esperé a que despertara de su pequeña siesta.

Sus ojos cerrados tibiamente acompañaban el compás de su cuerpo moverse a través de una fuerte respiración que llenaba toda la sala. Su boca entreabierta delataban el dulce momento de su pequeño sueño. Sus labios, ya huérfanos de besos reposaban aguardando solo a poder hablar. Los dedos de sus manos entrelazados, como atrapados entre sí y reposados sobre sus propias arrugas. Una naturaleza especial para quien parecía ahí sentado, en su maltrecho sillón, un hombre corriente, uno más en este mundo que a veces trata de sorprendernos con algún que otro regalo. Y yo quería abrirlo... y él abrió repentinamente sus ojos, ya enterrados en sus propias arrugas.

Me miró, como extrañado. Yo esperé un momento, tal vez debía de ser largo. Hay quien tiene malos despertares de la siesta, y no debe ser fácil que tras una de ellas, te encuentres con un extraño en casa y al que no conoces de nada. Seguía fijo en mi, pero sin decir nada. Ni una sola palabra. Hizo un gesto como de volver a cerrar los ojos, pero la intranquilidad le pudo. Se inquietó un poco en su asiento, y balbuceó; "Milagros, tenemos visita. Alguien ha venido a verte"

-- Su hija no está, acaba de salir un momento y no tardará en llegar. Pero realmente he venido a visitarlo a usted.... --

"¿A mi? ¿Y qué es lo que quiere usted de mi?"

-- Bueno, usted cumplió 113 años hace un par de días, y quizás pensé que es una gran oportunidad vivir cerca de la personas más longeva del planeta, y por eso que estoy aquí. Fue algo repentino, que se me ocurrió esta misma mañana, y hablé con su hija para plantear la posibilidad de conocerle, y aquí estoy. --

Francisco guardaba silencio, quedó inmóvil y no hizo ningún gesto más. Por un momento pensé que aquello no había sido buena idea, pero su rostro sereno y pacífico empezaba a relajarme, y creo que él empezaba a sentirse mejor o quizás a aceptar aquella situación como algo bueno; que alguien viniera a interesarse por él, aunque solo fuera de manera curiosa. 

" Y bien, dime, ¿qué es lo que te gustaría saber?", me preguntó con un tono amable.

De pronto parecía que una extraña lucidez se había apoderado de él, pues percibí como se acomodaba en su asiento como decidido a tener una animada charla.

-- Bueno, quizás no esperaba afrontar este encuentro como una entrevista en sí. Quizás venía con la idea de tener una conversación con un hombre que posiblemente tiene mucho que decir, pero una vez en esta tesitura, quizás no sé muy bien que decir o preguntar. --, le dije yo.

Tras una larga pausa y un respetado silencio, comenzó a hablar....

"Soy un hombre sobre todo, agradecido con la vida. Cuando me despierto por la mañana con el cuerpo descansado y la mente serena, respiro profundamente y doy las gracias por el nuevo día, por la nueva oportunidad. Son momentos en los que soy yo y estoy solamente yo.

Observo por la ventana el día que se me ofrece y decido que será un gran día en el que se manifestará la armonía y la paz en mi comportamiento, en mi familia, en el hogar.... y me propongo tratar con serenidad a las personas que comparten mi vida.

Me aseo, desayuno, converso con los míos, salgo a la calle cuando mis piernas me lo permiten.... y siento, con alegría, la certeza de que todo está bien, que estoy haciendo las cosas de la manera correcta.

Es sin duda, el mejor indicador de que todo está bien; la Armonía interna es sinónimo de paz, de calma, de satisfacción, de plenitud, de tranquilidad. Siempre me llamó la atención esa frase que se dice en las misas, eso de "la paz sea con vosotros". Es sin duda, lo mejor que le puedes desear a alguien porque, estar en paz y en armonía con uno mismo nos permite vivir en calma y actuar con serenidad, aun en medio de situaciones difíciles.

Lograr la paz interior y alcanzar la armonía plena hará que nuestra felicidad no esté condicionada por factores externos. Nos permite ser felices no en función de lo que tenemos o dejemos de tener afuera, sino de lo que tenemos dentro, de esa luz que nos calienta e ilumina y que tiene la maravillosa propiedad de ser transmitida a los demás.

Yo creo que el éxito de mi vida, o uno de ellos, ha sido, además de vivir en paz, desear la de los demás".

"¿Y tú, vives en paz?"  

Aquella pregunta, directa, inesperada pero sencilla, me cogió de sorpresa, sobre todo, porque estaba boquiabierto escuchando a aquel hombre decir cosas con tanto valor y sentido para mí en esos momentos. Fui a contestarle, después de mucho dudar, pero para mi nueva sorpresa, me dijo:

"Bueno, ahora quizás necesito que me dejes un poco en paz, y después de mi siesta, si quieres, volvemos a charlar nuevamente...."

Ambos quedaríamos en paz, más bien en calma, al menos por unos cuantos minutos, porque no tardó mucho en volver a despertar....



Francisco Núñez Olivera, "Marchena". Fuente de Cantos, 15 de diciembre de 2017. Imagen de archivo de la Mancomunidad de Tentudía.

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