viernes, 1 de diciembre de 2017

Deja que corran

Reconozco que no llevo bien eso de ver llorar delante de mi a algún ser querido. Pero no quiero decir que no lo soporte ni por rabia u otra cosa por el estilo, sino que no lo soporto por el hecho de que no sé muy bien cómo reaccionar y actuar. Tal vez sea porque necesito saber con urgencia el sentido y justificación de esas lágrimas, y creo, que ahí está mi error, en asumir ciertas culpabilidades sobre el motivo del llanto de esa persona que, a lo mejor, ni ella misma sabe explicar por qué llora. Ver llorar a alguien a quien amas puede causarte frustración, impotencia, incluso llegar a anularte y, ¿por qué no decirlo?, también puede llegar a provocar en ti el mismo efecto de tristeza y desesperación.

No tenemos nada que nos sobre, biológicamente hablando. La naturaleza y la evolución son los mejores diseñadores que existen, y es cierto, porque a través de los años la evolución ha conseguido dotarnos de todo lo que necesitamos, y despejarnos de aquello que no precisamos. Y a lo natural no llega nada.

Leyendo un libro basado en la era de la prehistoria, y sobre el inicio de nuestros días como seres "racionales" en este mundo, me llamó la atención en una parte de la trama de esa historia, en la cual la autora del libro decía que estaba demostrado científicamente, que en aquellos entonces los seres humanos carecían de lágrimas, básicamente la naturaleza de éstos no había conseguido aún descubrir el llanto. 

La tristeza y el dolor lo asemejaban de otra forma, lo interpretaban en un papel de individualismo, pasando mucho tiempo en soledad y silencio, realizando actividades que recordaban, por ejemplo, al ser querido que les había dejado. Quizás algo parecido a lo que hacemos hoy en día, con la diferencia que aún ellos no sabían llorar. Sencillamente no les salía.

La tristeza, que no la depresión, forma parte de las emociones básicas que nos pertenecen. La tristeza y su máxima expresión, el llanto, tienen una función adaptativa. Esta nos permite replegarnos y concentrarnos en nosotros mismos para poder pensar y reconstruirnos. Así mismo, el llanto, tiene una doble función muy importante; por un lado, nos permite dar salida a la tensión emocional que acumula nuestro sistema nervioso y descargar así, el embotamiento afectivo, y, por otro lado, comunica a nuestro entorno más cercano que necesitamos ayuda.

Y ese, es el sensor que hay que activar. Cuando ves llorar a alguien a quien realmente quieres, es posible que tenga mil motivos para hacerlo, pero también es probable que llore por nada. Su naturaleza sencillamente se lo está mandando, y no hay que reprimirse por ello. Quizás sea algo difícil de entender por la persona que es mera observadora de esas lágrimas, pero así es como funciona nuestro ser y hay que respetarlo.

Las lágrimas permiten hablar cuando no salen las palabras. Permiten expresar fuertemente sentimientos guardados, también olvidados. Las lágrimas son una señal inequívoca de que algo está ocurriendo dentro de nosotros y que alguien, no solamente tú, tiene que descubrir. Por eso dicen que las peores lágrimas son las que no salen, aquellas que nos inundan de tristeza por dentro.

He tardado mucho tiempo en aprender que hay que permitirse llorar, no hay que reprimir el llanto. Llorar va a servir de ayuda, seguro. Si tu cuerpo te lo pide, llora. Llora todo lo que necesites, porque más tarde, algo, seguro que algo bueno, ocurrirá dentro de ti. Llora desconsoladamente, sin culpa, sin vergüenza, hasta que no te quede ni una sola lágrima. De veras, deja que corran por tu cara sin miedo, porque no quiere decir que vayas a sufrir más por ello. Hazlo tanto y tantas veces como lo necesites, y cuando hayas llorado hasta la última lágrima, sécate las mejillas y vuelve a conectar contigo mismo, dispuesto a vivir la vida sabiéndote más fuerte y capaz.

La tristeza y el llanto no son malos, sino al contrario; son buenos y necesarios. Vivimos en una época en la que se hace apología de la felicidad y se demoniza y castiga la tristeza. Y nada más natural que el llanto, y nada más claro y limpio que las lágrimas. Y todas y cada una de las que sueltas tienen un objetivo, van dedicadas a alguien, ya sean a varias o a una única persona; aquella que sabrá ayudarte y que te apoyará. Así que, deja que corran, pues allá dónde vayan a parar, y quien las reciba bien, será alguien que te quiere de verdad....



Fuente de Cantos, 1 de diciembre de 2017. Imagen libre en la red.
    

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