viernes, 2 de febrero de 2018

La libertad de ser quien eres

Al ver esa escultura, esa réplica casi exacta de la estatua de la libertad adosada a aquella avenida, la pregunta era casi obligada;

"¿Es que están relacionadas de alguna manera las ciudades de Florianópolis y New York?"

-- Absolutamente en nada. Bueno, sí, ahora mismo, en que ambas tienen una estatua, la de la libertad, pero cada cual construida a su manera, y en este último caso, porque sencillamente a este señor le gustaría la original--, me dijo Helena también un poco extrañada.

"¿Pero la hizo por algo en concreto"?, volví a insistir.

-- Sí, la hizo porque le apeteció hacerla, y supongo que sin importarle lo que pudiera pensar nadie sobre ello -- 

"Claro, si le gusta, ¿por qué no?, no creo ni tan siquiera que tuviera que pedir permiso para ello", pensé conforme para mis adentros.

Una de las cosas más preciadas que tiene viajar, es lo mucho que te acerca a la forma de ser de otros, totalmente desconocidos para ti, pero de los que aprendes la libertad con la que la gente va por la vida sin importarles en absoluto lo que pueden pensar de ellos, de lo que hagan, de lo que digan, actuando tal y cual son, sin necesidad de andar pidiendo permiso para ello. La esencia de ser una persona cualquiera, en su estado más puro.

Son muchos los complejos que tenemos a veces por miedo a ser como somos, por tratar de evitar un imposible. Parece que no queremos que los demás nos vean tal cual somos y tememos que, precisamente, descubran la realidad de nosotros mismos. Pero, ¿acaso no es lo ideal, ser precisamente quienes somos? No hay nada mejor que sorprender a la gente por lo que eres, y no porque descubran que eres quien no esperaban.

Descubrí a través de un texto, que para ser persona, tenemos que concedernos cinco permisos;

- El permiso de ser quien soy, en lugar de ser lo que los demás quieren que sea.

- El permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.

- El permiso de pensar lo que pienso y el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.

- El permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de hacerme responsable de ello.

- Y el permiso de buscar lo que yo creo que necesito sin esperar a que los otros se ocupen de ello.

Si no me concedo estos permisos, jugaré a ser otra persona, o solo seré un personaje en un papel que nos es el mío. 

Siempre solemos imaginar a que otros actúen como nosotros lo hacemos, que piensen a nuestra manera, que se adapten a nuestras costumbres, olvidándonos que cada cual es como es, y entonces nos decepcionamos in-solidariamente con el otro. 

Ninguno de estos permisos anteriores incluye mi derecho a que otro sea como yo quiero, a que otro sienta como yo siento, a que otro piense lo que a mí me conviene, a que otro no corra ningún riesgo porque yo no quiero que lo corra, o a que otro pida permiso para tener lo que necesita.

Estos permisos no pueden incluir el deseo de que el otro no sea una persona. El hecho de yo ser persona, me compromete a defender a que tú y todos lo sean.

El proceso de ser persona, incluyendo en todo eso, aprender, madurar, crecer, respetar...., se termina el día en que uno muere. Hasta entonces, uno puede seguir creciendo y ser cada vez más consciente de sí mismo.

Me contaron al respecto que....

"Había una vez un día como cualquier día. Una araña esperaba al borde del camino más oscuro del bosque. Se rascaba la cabeza pensativa. Al ver que venía el ciempiés, la araña se acercó a él de manera muy respetuosa...

-- Señor ciempiés - le dijo - ¿puedo recurrir a su gentileza para hacerle una pregunta? ¿Cómo hace usted para caminar, señor ciempiés? ¿Adelanta primero las cincuenta patas de la derecha y después las cincuenta de la izquierda? ¿o veinte y veinte? ¿O diez y después otras diez? ¿O tal vez es una y una? --

Hubo un largo silencio. La araña se fue. Entonces el ciempiés se puso a pensar cómo caminaba. Y no caminó nunca más..." 




Campeche, Florianópolis. 1 de febrero de 2018. Fotografía de Jesús Apa.



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