viernes, 16 de febrero de 2018

Su Señoría

Me llamo Raimundo Castro, señoría. Por aquí me conocen como "el Rai", pero en su caso tutéame todo lo que precise. Soy un cualquiera, aunque bien sabe Dios que nunca he soportado el desprecio y la falta de educación que recibimos las gentes sin estudios, y todo viene porque nunca se haya reconocido todo lo que aprendemos las gentes sencillas, propiamente del campo, de la calle, de la facultad de la vida. O mismamente de la guerra, porque yo estuve en Filipinas, dónde mi cuerpo salió ileso pero mi alma..., mi alma salió herida de muerte. Nada peor que eso, aunque todo sufrimiento te hace aprender algo, así como el hambre te hace olvidar la sed, la pena jamás te borra tus recuerdos felices.

Viví en muchos lugares, más nunca tuve un hogar. Cuando consigues eso, ya puedes ir dónde quieras porque el hogar lo llevas a cuesta, y no pesa. Una vez tuve una novia japonesa, y me enseñó todo lo que mi disciplina sabe. Los japoneses hablan poco, pero dicen mucho. Siempre intentó enseñarme su idioma, pero preferí sus silencios. "Nankurunaisa", creo que es una de las palabras más bellas del mundo. En japonés significa: "con el tiempo se arregla todo".

Su señoría debe saber que uno encuentra la felicidad allá dónde nunca le dio por buscar, aunque lo peor es ir detrás de ésta. Ir pegando "bandazos" que al final no son otra cosa que golpes al aire y desilusiones que hay que ir soportando. Yo, por ejemplo, nunca me he fiado de las cosas que se obtienen de manera fácil, porque nunca te puedes agarrar a ellas. Lo mismo que llegan, se van, y se llevan consigo todo cuánto pueden. Así me ha pasado siempre con las amistades fáciles, por no hablar de las mujeres. También de las cosas que se obtienen por capricho. Conseguir las cosas buenas lleva su tiempo, no vienen porque sí.

No se si usted sabe, señoría, que la felicidad que proporcionan las cosas materiales duran tres meses; cuatro a lo sumo. Yo veo a las personas que han ganado una lotería, que al poco tiempo tienen el mismo nivel de felicidad que antes de ganar ese dinero. O los que han comprado grandes casas, coches, cualquier lujo al alcance de pocos, al final son igual de felices. Muy poco. Porque, ¿sabe usted? !Son pobres por dentro¡. Que sí, que no está mal tener cosas materiales, pero el problema viene cuando nos engañamos con ellas de la realidad que nos rodea.

A mi lo que me hace feliz es lo que me viene despacito, con el sudor de mi frente. Tiene que ser así, poco a poco y sin prisas, de lo contrario, si no lo controlas, al final la felicidad viene con fuerza y por eso que dura poco; rebota en ti. Pasa como con las amistades. No me gustan esas que llegan con ímpetu, con fuerza y arrollando con todo, porque luego vienen las decepciones. Porque cuan interesante es que ese amigo te siga mostrando lo mejor de él con las circunstancias de la vida, ¿no le parece? 

No me juzgue usted cuántos errores cometí en mi vida, pues humano es uno, más aún cuando en los arrepentimientos tardíos pretendo enmendarlos y aunque ya no pueda, ahí queda también la limpieza de conciencia. Como todo el mundo errante y que comete errores, dejé escapar amores, trabajé dónde no debía o mentí a quien menos lo merecía. Pero nada que no sea leve, digamos que cualquier cristiano obtiene el perdón con unas pocas oraciones a la ligera. Muéstreme usted a alguien que no haya errado nunca que yo le diré cuán desgraciado es por lo poco que aprendió.

Su señoría me dirá si tengo aquí que hablar de todo eso, más igual a la mujer que va detrás de esa toga negra, poco le importa lo que un viejo como yo pueda aportarle, y si lo cree conveniente, puedo hablarle descaradamente de esa gente que entró en mi vida por la puerta grande y apenas dos lágrimas derramé cuando se fueron. Es mejor llorar a raudales con los que se quedan, pues lo harás con gusto. Y he de decirle que no me gusta la gente esa que está siempre lamentándose de a quienes perdieron y no son capaces de acoger como Dios manda, a quienes entrar en su vida quieren de la manera más clara y transparente. ¿No se dan cuenta que de nada vale cerrar puertas a quien llama educadamente? ¿No lo cree así señoría?

Al final olvidarás a una persona y encontrarás a otra. No se haga usted tanto lío....,

"Disculpe usted Raimundo. Perdona que le interrumpa, pero...,nadie le ha preguntado por todo lo que usted nos está contando. Solamente tiene que declarar en calidad de testigo de un asunto entre sus vecinos y que apenas tiene relevancia".

Bueno, solo era para que usted fuera descartando cosas.

Si usted me lo permite me gustaría dejar constancia de que un servidor sabe leer y escribir, pero a mi manera. Al igual que amar, porque no se piense usted que eso se olvida con el tiempo... 


Candelario, Salamanca. 16 de febrero de 2018. Imagen libre en la red.

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