viernes, 21 de diciembre de 2018

El sueño de Santa Claus

Como era habitual por estas fechas, Santa Claus se preparaba para cumplir con los deseos de todos los niños del mundo. Su mujer, la Señora Claus, le ha servido siempre de mucha ayuda a la hora de leer todas las cartas que recibe durante el año, organizar las rutas para apresurarse en dejar los regalos así como de alimentar a los renos y entrenarlos para que ayuden a Santa en su milagrosa tarea. Además, es una gran cocinera y pastelera, y prueba de ello es la hermosa barriga que Santa mantiene cada año.

Pero más que eso, la Señora Claus es un gran apoyo moral para su esposo. Son muchos los años dedicado a esta linda tarea de repartir juguetes por todos los rincones del mundo. Santa, cada vez es más anciano y necesita seguir sintiendo una extraordinaria motivación para este arduo trabajo de la noche del 24 de diciembre. Y ese día, tras amanecer en la lejana y fría Laponia, el ritual es siempre el mismo;

Santa Claus se levanta desde bien temprano, se enfunda en su traje rojo sujetado por un cinturón negro y se calza unas enormes botas del mismo color. Alimenta el fuego de la chimenea mientras su mujer prepara un café y un abundante desayuno para el largo día y noche que espera a su buen esposo. El invierno acaba de llegar y con él la espesa y blanca nieve y aunque cada año es repetitivo, Santa Claus parece estar más nervioso que nunca, quizás conocedor que el paso de los años hace que sea más torpe y lento para realizar su cometido.

Será por eso que la noche del 23 se convierte en la más larga del año para él y, de unos años a esta parte, sus sueños no son que digamos muy buenos.

"Pero Santa, por el amor de Dios. Debes contarme esos sueños pues, si como bien dices, se tratan de malos augurios, solamente contándomelos harás que no se cumplan" - le ruega cada año en esa mañana la Señora Claus.

-- Paparruchas --, gruñe él. -- Qué tendrá que ver contarlo para que se cumpla o no. Eso son supersticiones tuyas. No quiero hacerlo y no se hable más --, sigue Santa Claus diciéndole a su esposa mientras coloca más leña al fuego y así trata de evitar hablar más del tema. 

Se sienta en la mesa y toma su taza de café, bien cargado, humeando, como a él le gusta. Mientras lo bebe, la Señora Claus se levanta y lo abraza por detrás, masajea sus hombros para relajarlo, le acaricia y le susurra dulcemente al oído en un intento más;

"¿De verdad que no quieres contarme esos sueños que tanto te atormentan año tras año para que, de esta forma, no lleguen a cumplirse?".

-- No deberías creer en esas cosas -- le vuelve a decir Santa Claus a su querida esposa. -- Solo son sueños, más bien pesadillas, pero nada más que eso --, 

Santa lleva ya largo rato en el establo preparando a los renos, así que la Señora Claus sale de la casa en su busca ante la extrañeza de esta tardanza y para alertar a su marido que quizás se le está haciendo demasiado tarde. Así como mientras se aproxima al establo, escucha que su esposo está hablando con alguien. Extrañada, piensa para sí;

"Pero, ¿con quién estará hablando? Si aquí solamente vivimos nosotros dos..."

Quizás movida por la curiosidad, o tal vez un poco asustada, decide entrar despacio en el establo de tal manera que su esposo no pueda advertir su presencia. Se esconde tras un gran montón de heno, y asegurada de que no será vista por él, observa como ciertamente habla con alguien. Tuvo que acercarse un poco más para poder descubrir que con quien realmente hablaba era con Rudolph, su reno más viejito y el encargado de dirigir al resto;

"¿Te imaginas Rudolph, si se quedara algún niño sin juguetes!!!? No podemos consentirlo. Este año también lo conseguiremos. Evitaremos que este maldito sueño pueda cumplirse...

La señora Santa, mucho más aliviada ya dentro de casa, a través de la ventana sonreía feliz mientras veía como su querido esposo se colocaba su gorro rojo y, montado en su trineo, un año más, arreaba a sus renos mientras se le escucha decir en voz alta;

"Ohh Ohhh Ohhh...Feliz Navidad..."   




Santana Do Livramento, Brasil, 21 de diciembre de 2018. Fotografía de Jesús Apa.



   





  


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