viernes, 4 de enero de 2019

Viajando voy

El hecho de viajar lleva implícito en muchas ocasiones alejarte de tu realidad cotidiana. En el mundo que pisas a diario, pueden ocurrir muchas cosas y seguramente puedas estar en disposición de arreglarlas. Lo peor es cuando ocurren determinadas tragedias (solo desastres materiales) a miles de kilómetros de distancia y sobre las que ya no puedes hacer nada, solamente esperar a que llegues allí y poner a resolver el entuerto. La cuestión es, hasta que llegue ese momento, cómo vivir el resto de días que te quedan en el lugar al que has viajado y no prestar demasiada atención a lo ocurrido.

Pues bien, parece ser que solamente tienes dos opciones; lamentarte diariamente con ese hecho o, al contrario, tratar de quitártelo de la cabeza y dejar que pasen los días y disfrutar de ellos al menos hasta que llegues allí. Y no es fácil, ni mucho menos. Y ojalá no fuera tan complicado, pero lo cierto y verdad, es que lo es. Estaría bien tener un libro de instrucciones para estos casos y que, con sólo leerlo, pudieras llevar todo buen propósito a la práctica.

Entonces es cuando me acuerdo de un escritor admirable con este tipo de cosas; Julio Cortázar. Nadie como él para ser tan pragmático con su literatura. Nadie como él para ridiculizar un problema, afinando su pluma para explicar "Instrucciones para llorar", "conductas en los velorios" o la que ahora viene a cuento, "Viajes", sobre la Historia de Cronopios y Famas, que dice así;

"Cuando los Famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un Fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer Fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.

Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los Famas".

Cuando los Cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los Cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los Cronopios.

Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan".

Y desde entonces, así es como viajando voy, como los Cronopios...


Barco Esperanza, Florianópolis, Brasil. 4 de enero de 2019. Fotografía de Jesús Apa.

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