viernes, 14 de junio de 2019

Mentiras al atardecer

"No creo en absoluto lo que me dices. La he leído una y otra vez, y lo que me cuentas no es cierto".

-- ¿A qué te refieres? --

"Hablo de tu novela. Está claro que mientes".

-- ¿No te entiendo? ¿Qué quieres decir con eso de que miento? --

"Pues que dices que no tiene que ver con tu vida y, sin embargo, en tu novela está ese bosque verde y profundo del que siempre hablas, aparecen los platos que mejor cocinas, como ese arroz con marisco... o ese cordero al horno. Y el vino, en todas las escenas importantes, estás con una copa de vino en tu mano".

-- Está el protagonista, que nada tiene que ver conmigo --

"¿Y entonces por qué aparece también una perrita que, según la descripción, es idéntica a la tuya?"

-- Porque también existen las casualidades --

"¡Te vuelvo a repetir que mientes"! "Por mucho que lo trates de negar, no te creo"

-- A ver... Toda ficción tiene algo de biografía. Aunque trates de evitarlo, el acto de escribir, a veces te lleva a desnudarte. Es difícil no dejarse llevar. Pero aún así, te digo que el protagonista nada tiene que ver conmigo. --

"No es cierto"

-- Que siiii.... Y si piensas así, dime otro ejemplo que sea más contundente que no simples casualidades. --

"¿Quieres que lo haga? ¿De verdad quieres que te lo aclare? Ven, acompáñame a mirar el atardecer y te lo diré. Además, me lo sé de memoria. Siéntate aquí que voy a recitarlo tal cual lo describiste en tu novela. Dice así...;

"Entonces me senté, un poco perdido. Tal vez distraído. Y fue así que descubrí como nunca había hecho ese momento mágico que se produce a diario. Ese momento en que el Sol iba caminando despacio, con ese color anaranjado, allí dónde termina el cielo. Allá dónde una línea lo borrará inevitablemente. Cansado por el esfuerzo de mantenerse elevado, más que andar, parece que cae sin remedio desde lo alto de la cúpula celeste hacia la línea que se confunde con el final del mar.

Tal vez atraído por su propio reflejo. Su falso "yo", su hermano ficticio, que lo llama como cantos de sirena provocando su trágico destino.

Al acercarse en su ocaso descubre el engaño, y se ruboriza, de ahí ese color naranja, consciente que la Luna, lo observa con su vestido de noche de un color blanco radiante. Unas veces vestida, sinuosa, y muchas otras exótica y casi desnuda.

Entonces ella sonríe, victoriosa y mostrando el lunar, que es Venus, en la comisura de su boca. Se jacta y presume sabedora de sus encantos, de ese poder sobrenatural que ejerce sobre el Sol. Él, en cambio, se hunde cauteloso y confiado en que, más pronto que tarde, regresará con otra oportunidad y la esperanza de no caer rendido nuevamente a tanta belleza...".


"¿Ves como eres el protagonista de tu novela?".

-- Pero, ¿por qué sigues pensando eso? --

"Porque solamente tú, eres capaz de ver los atardeceres de esa manera..." 


Cabeza la Vaca, 14 de junio de 2019. Fotografía de Jesús Apa.

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