viernes, 11 de octubre de 2019

Cae la tarde

El señor mayor, un anciano que rebasaba ya los 80 años de edad, no había día en el que, al atardecer, bajara a la playa con su esposa. Llevaban juntos toda una vida, prácticamente desde su infancia, y podría decirse que ninguno había vivido nada sin el otro. Así, en un día como el de hoy, llegaban a la vera del mar, se sentaban en su banco preferido, y dejaban que el tiempo pasase por ellos hasta el final del día...

"Amor mío..., ¿te he dicho alguna vez, que el atardecer es como un pájaro que, después de volar durante todo el día, regresa a su nido mientras va cerrando sus alas lentamente? Lo que ocurre es que yo soy de la opinión de que la tarde, no regresa, ni acaba, ni baja..., ya sabes que a mí me gusta decir que la tarde "cae". Me gusta decirlo así, a pesar de que seamos nosotros los que giremos alrededor del sol. 

Es hasta romántico, ¿verdad mi amor? Es como si alguien me preguntara, qué es lo que más me gusta hacer diariamente, o cuál es mi mejor momento del día... Pues diría algo así; -- Mi mejor momento del día, sin lugar a dudas, es acompañar a mi amor a la playa y allí, juntos ver cómo cae la tarde... --

¿Pero sabes otra cosa? Que el atardecer, en parte, tiene un poco de melancolía. Hay en todo esto un poco de tristeza. Porque si me pongo a pensar, el atardecer me recuerda lo rápido que pasa el tiempo, me avisa de que, hoy sí, pero tal vez, mañana no. Me pone triste pensar que algún día puedas olvidarte de mi, pero me angustia aún más pensar que eso me ocurra a mí, y algún día dejes de existir para este viejo miedoso...

Eran normal en el anciano esos cambios de ánimo, pero justo en el momento que era consciente de ello, procuraba activar nuevamente su optimismo y así hacérselo ver a su esposa...

"... y volviendo al hilo de lo que te decía antes, recuerdo como si fuera ayer esa tarde en que fuimos a cenar a aquel acantilado, y era una atardecer parecido a este, donde la brisa movía tu hermoso cabello, el color anaranjado del sol, mientras la tarde caía lentamente, iluminaba tu cara compitiendo en belleza con cualquiera de las cosas más hermosas de este mundo. Fue entonces, sin yo esperarlo, que me preguntaste si algún día me pedirías que te casaras conmigo y que ibas a hacerme la mujer más feliz del mundo..., y fue cuando te dije que es el hombre quién tiene que pedirlo..."

Ahí fue que la anciana se giró como para interrumpir a su esposo, que como de costumbre, no paraba de hablar en voz alta. Pero solamente lo miró, y no le dijo nada. Él agarró su mano, y asintió con la cabeza, contento con ese simple gesto, como esperanzado que algún día, su mujer, volviera a tener recuerdos. Hasta entonces, él trataba de hablar para su querida esposa, como si precisamente fueran los recuerdos de ella, los que salieran de su propia boca. 

"A uno le gusta saber que la otra persona lo recuerda...", -- pensaba él para sí.

"Amor mío,..., ¿te he hablado alguna vez de ese día en que...? 


Marbella, 11 de octubre de 2019. Fotografía de Jesús Apa.





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