viernes, 6 de marzo de 2020

El chófer

Siempre he tratado de ser muy cauto a la hora de dar una charla, una ponencia o de hablar sobre algún tema en concreto. Además de hacerlo con una profunda modestia, suelo ser muy prudente incluso conociendo el tema del que se trate con bastante soltura. Y por eso me sorprende encontrarme con situaciones totalmente contrarias, de gente que sube a un escenario y se quieren comer el mundo con una arrogancia y prepotencia sorprendentes.

Justo esta semana me he encontrado con un caso así, pero es algo que realmente podemos ver a diario en muchos sitios, sobre todo y ahora más que nunca en las redes sociales. La gente puede opinar, faltaría más, pero hay quienes pretenden hacerlo y directamente con su opinión, sentencian. Solamente su conocimiento y sus pensamientos son los que valen, y la réplica no tiene ningún valor. Y ademas, lo hacen, eso de sentenciar, sin ningún tipo de pudor.

Un americano llamado Charlie Munguer, conocido por ser un gran inversionista y un reputado hombre de negocios, hablaba que existían dos tipos de conocimiento; el auténtico, el de las personas que han dedicado gran tiempo y trabajo intelectual en conseguirlo, y otro superficial, y que él denominaba "el conocimiento del chófer", el de las personas que simulan saber y recitan palabras y conceptos con gran elocuencia. Y por desgracia, resulta cada vez más difícil diferenciar el conocimiento auténtico, del conocimiento del chófer, cuya historia queda explicada así;


"El alemán Max Planck (1858-1947) fue uno de los padres de la mecánica cuántica. Recibió el Premio Nobel de Física en 1918. Como gran científico y Nobel, era reclamado para dar conferencias en diversas ciudades de Alemania. A Planck lo acompañaba su chófer que, sentado en primera fila, durante meses, se vio obligado a escuchar su conferencia sobre mecánica cuántica.

Con el tiempo, surgió entre ambos una sincera amistad. Un día, el chófer le comentó al científico que debía ser muy aburrido estar contando una y otra vez lo mismo y que él había escuchado su ponencia tantas veces, que se sentía capaz de dar la conferencia. La próxima conferencia sería en Munich y le propuso intercambiar los papeles: él daría la charla de mecánica cuántica y Planck se pondría la gorra de chófer y se sentaría en primera fila a escucharle. Al físico le pareció divertido, aceptó el juego e intercambiaron los papeles. Hemos de señalar que en esos tiempos, era difícil que los asistentes conocieran a ciencia cierta cómo era el científico ya que su imagen solo se conocía por algunos periódicos.

El chófer dio a la perfección una conferencia magistral hasta que llegó el tiempo dedicado a las preguntas. El hombre, con poco dominio sobre física cuántica, se vio acorralado con la primera. Dotado de suficientes recursos retóricos, tras vacilar un momento, respondió, algo indignado, que la pregunta le parecía tan simple que, señalando al verdadero Planck, hasta su chófer podría responderla. En ese momento hizo subir al verdadero profesor".    


Cabeza la Vaca, 6 de marzo de 2020. Imagen libre en la red.

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