viernes, 5 de febrero de 2021

Pensamientos bajo la ducha

Me da rabia aceptar que él, pueda llevar el día a día con esa energía y que yo, en aspectos tan simples y básicos, no consiga sacar fuerzas y disfrutar cuando llega el fin de semana. Y más me enojo pensando que merezco poder descansar llegado el viernes noche, hacer lo que me venga en gana, más aún después de estar toda la semana trabajando como una mula. 

Pero claro, según él, los niños deben requerir atención en sus días libres, pues llevan toda la semana de exámenes, y no basta dejarlos con los abuelos. Según él, es muy importante socializar, enriquece nuestros pensamientos y de paso, echamos unas risas con los amigos. Deberían dejarme hacer lo que me de la gana; pero así es la vida de casadas. Soy una mujer y mi tiempo libre lo tengo que utilizar en atender al marido, a los niños y a veces, con gente con quien no me apetece charlar.

Y no solo eso...aunque estés con prisa o agotada, parece que tienes "la obligación" de hacer el amor, ser cariñosa, optimista, sonreír más de una docena de veces al día y llenar su copa de vino si la veo aflojar. Y quizás le vuelva a apetecer hacer el amor de nuevo, y ahí tengo que estar, bien dispuesta. Solo me falta preguntarle qué hago con el suspiro que me queda.

Esta tarde, sin ir más lejos, me daba una relajada ducha cuando escuché que arañaban la puerta, así, despacio y sutilmente. Obviamente sabía que era él, pues no tenemos gatos. Se ve que quería empezar el fin de semana "a su manera". Pero esta vez no iba a acceder a sus gustos. ¡Ya está bien! Justo iba a hacer caso a mis pensamientos anteriores.

Necesitaba relajarme..., así que traté de evitar pensar en él y sus cosas y centrarme en mi. Pero el agua caliente que caía de mi pelo me dejaba gotas que se prendían a mi piel. La espuma de baño desprendía un olor que inundaba toda la estancia y con el vapor, un perfume fresco y agradable flotaba por todo el cuarto. Mientras, él, seguía arañando la puerta, como quien espera permiso para entrar, pero esta vez tendría un "no" por respuesta.

Para dejar de escuchar sus insinuaciones, aumenté un poco más la temperatura del grifo, me puse justo debajo e incliné mi rostro bajo el caliente chorro de agua. Noté cómo se erizaba mi piel, mi cuerpo se relajaba y mis piernas comenzaron a temblar. Sentía un enorme deseo y una excitación inusual. De nuevo, volví a escuchar los tímidos arañazos sobre la puerta, esta vez con más insistencia.

Acto seguido, mi maridó entró en el baño rápidamente; tardó décimas de segundo en desvestirse. ¡Obvio!. Pues aún no me explico cómo me dejé llevar, por qué grité varias veces bajo el agua, las palabras "Miau, miau, miau..."


Fuente de Cantos, 5 de febrero de 2021. Imagen libre en la red.





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