viernes, 11 de junio de 2021

Cada Sol tiene su ocaso

"Cada Sol tiene su ocaso"

En este proverbio árabe pensaba mientras contemplaba el final del día y llenaba (nuevamente) su copa de vino. Era su aniversario, y en torno a ella, multitud de gente le hacía compañía. Por unos instantes, quieta en su silla, logró evadirse y quedarse a solas. Ahí, dejó bailar sus pensamientos. 

Cerró los ojos, y se vio en un remolino vehemente que la instaló en la playa. Entre asombrada y pervertida, quería dejarse llevar. Las olas del mar, se mecían en su frente mientras arrodillada, cerraba los puños atrapando la suave arena. Sobre su espalda, la sombra de su amante volvía sepia la curva sudorosa de su talle, y su popa, era un puerto expuesto. A cada empuje de su acompañante, vibraba ardientemente mientras él agarraba con fuerza su cadera para traerla de nuevo hacia sí.

En la lejanía, en la fina línea que quiere desaparecer al final del mar, el Sol iba cayendo agotado, anaranjado, dejando la huella de su ocaso. Su amante, a la par que el Sol, exhausto y de color dorado, también regaba con sudor su espalda, agarrándola aún más fuerte para hacerle ver que su final llegaba. Ahí, una mezcla de perfumes y sonidos se mezclaron con ese atardecer. 

Entonces ella, en torno a toda aquella multitud, consiguió abrir sus ojos. La gente llamó su atención, "sopla las velas y pide ese deseo que estabas pensando", le dijeron al unísono.

Y eso trató de hacer, mientras pensaba que hay deseos, que nunca se apagan. También en ese preciso instante, se estaba despidiendo el día, y llegaba el ocaso, pero nunca sería como aquel que acababa de recordar, porque ese, era distinto a todos.

Acabada la fiesta, el deseo se hizo invisible, la madrugada lo devoró. El día la encontró agotada, con olor a jazmín, y sus manos llenas de arena...


Cabeza la Vaca, 11 de junio de 2021. Fotografía de Jesús Apa.


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