Hace unos días escuché a alguien agarrarse a un clavo ardiendo con la palabra Esperanza. Y la repitió varias veces, y le dije que si le gustaba invocar a ese supuesto, y me dijo que no era ningún supuesto, sino que le acercaba a la realidad que él quería.
Yo seguía discrepando, incluso le dije que aferrarse tan fuerte a la Esperanza, la mayoría de las veces, incluso causa dolor. Él no estaba de acuerdo, así que me pidió que le pusiera un ejemplo;
"Se repetía día tras día; a la vuelta de su monótono trabajo, entra en la casa, deja la cartera, cuelga el abrigo y va a la habitación a desvestirse. Se da una ducha, se pone ropa cómoda y coge un par de botellas de cervezas de la nevera. Se pone a mirar la tele un rato y luego se va al dormitorio. Ocupa su lado de la cama y en una corta lectura de su largo libro, se queda dormido.
A la mañana siguiente, se viste, coge la cartera, se vuelve a poner el abrigo y antes de salir de casa, al igual que viene haciendo a diario durante casi dos años, comprueba que bajo el felpudo, sigue estando la llave que ella dejó..."
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