Resulta que un sacerdote y una monja, habían decidido hacer una dieta estricta, tanto de comida, como de pensamientos, y lo comentaban mientras platicaban después de misa;
"Hermana, ¿qué tal va la dieta y todo lo demás?"
-- Pues muy mal, padre. No puedo resistirme a ciertas tentaciones. Sobre todo, la de comer dulces. Soy demasiado golosa. --
"¿Y qué haces cuando te entra el antojo?"
-- Pues rezo un Padre Nuestro y se me pasa --
"¿Y eso funciona?"
-- Sí Padre, pero a veces tengo que rezar hasta diez Padre Nuestros seguidos. --
"Bueno, eso es siempre mejor que pecar. Yo también tengo un problema con mis tentaciones"
-- ¿Ah si? ¿Y cuál es? --
"Pues que me encanta el vino, y cuando tomo vino, me viene al recuerdo de cuando practiqué el sexo en mi juventud, y siento un deseo enorme de volver a hacerlo"
-- ¿Y qué haces cuando te entra el antojo?. --
"Pues rezo un Ave María."
-- ¿Y eso funciona? --
"Sí Hermana, pero a veces tengo que rezar hasta diez Ave Marías seguidos."
-- Bueno, eso es siempre mejor que pecar. Y haces alguna cosa más para evitar esas tentaciones --
"No he dicho que las evite, solo que cuando caigo en pecado, rezo aún más esperando el milagro"
-- ¿Qué milagro? --
"Pues que se nos convierta el agua en vino y el pan en chocolate..."
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