Ya sabemos que los cuentos de castillos y princesas, se parecen mucho unos a otros. Ahora que a veces veo a mi hija ver alguna película al respecto, el mundo mágico de las princesas es siempre similar; a mitad de la historia, la princesa queda triste en el castillo, un príncipe difícil de encontrar, y una bruja mala que quiere estropear el final feliz que les espera a ambos, pero que a pesar de las dificultades, todo se alineará para que lo consigan.
Y como ocurre en todas estas historias, los buenos acaban siendo felices, los asesinos y ladrones capturados, y por norma general, el guion suele ser previsible. Solo que, esta historia es un poco diferente...
"La princesa Cata vivía en un castillo con muchas torres como cucuruchos de helado. Cada tarde miraba el cielo y suspiraba:
—Ojalá llegue mi final feliz.
En el bosque, la bruja mala llamada Tormenta practicaba hechizos que sonaban “¡zum!” y “¡zas!”. En cierto modo, no era mala de verdad: le dolía la soledad. Pero como nadie lo sabía, todos decían: “¡Cuidado con la bruja!”
Un día, Tormenta lanzó un hechizo de viento para asustar al caballito del príncipe que pasaba por allí. El viento sopló tan fuerte que le voló a la bruja el sombrero. La princesa Cata lo atrapó al vuelo y corrió hacia ella.
—Es tuyo —dijo Cata—. ¿Quieres entrar al castillo a merendar?
La bruja parpadeó, sorprendida. Nadie la había invitado nunca.
En la mesa había pan calentito, sopa de calabaza y queso de cabra. Tormenta probó una cucharada… y su magia cambió de sonido: “¡plin!”, “¡plin!”, como campanitas.
—Creo que mi final feliz es tener amigas —murmuró.
—Y el mío, compartir el castillo —respondió Cata.
El príncipe aprendió a hornear tartas, la bruja enseñó a hacer nubes con formas de corazones, y el castillo se llenó de juegos.
Desde entonces, cuando soplaba el viento, ya no daba miedo: traía olor a pan y a finales felices para todos".
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