viernes, 23 de enero de 2015

Amenazante Cupido

En mi visita al Museo del Louvre de Paris, y en el recorrido por las distintas épocas de nuestra historia, pude comprobar que en todas ellas, de una manera u otras, se habla del Amor. Griegos, egipcios, romanos, persas, corintios...todos escenificaban de algún modo sus historias de amor y el amor de la época. Nada más lejos de lo que ocurre hoy en día. Una vez tuve tiempo para reflexionar sobre ello, pensaba que mirar una escultura o cuadro que nos habla de amor sin más, puede llevarnos a confundir sus distintos estados. Así es como me encontré con la escultura de "Amenazante Cupido", de Étienne Maurice Falconet. Eso me llevó a pensar lo que ocurre cuando esta acción repercute en cada persona, y en las distintas formas no personales del propio verbo, valga la redundancia. Amar, amando, amado. Tal vez sea cupido el que decide qué forma verbal es la tuya.

Si hay un verbo que lo diga todo, ese es el verbo Amar. Es escucharlo, y resulta incluso agradable al oído. Un verbo con el cual a todo el mundo le gustaría sentirse identificado alguna vez. Un verbo dulce, entusiasta, dichoso, incluso a veces sobre cogedor. Y viendo todas esas esculturas, pinturas o manuscritos en este famoso museo, se puede comprobar que el amor ha acompañado a todos nuestros antepasados a lo largo de la historia. Faraones y Faraonas, Reyes y Reinas, Emperadores y todos los personajes históricos que conocemos hoy en día, han disfrutado con este verbo. En cambio, todos ellos se sintieron alguna vez amenazados por Cupido, que es siempre quien decide.

Porque es cierto que estar amando, es algo maravilloso. Tu mente se nubla, tus ojos brillan continuamente, y la felicidad sale a borbotones. Es una situación asombrosa. El verbo amar, en su gerundio, es sin duda una de las mejores acciones que pueden existir. ¿Quién duda de ello?. Tus problemas son banales, tus alegrías se elevan a la enésima potencia, y todo cuanto te rodea adquiere colores que nunca jamás habías visto. Así ha ocurrido desde el principio de nuestros días y seguirá ocurriendo, siempre y cuando este sentimiento lo mantengamos con la pureza que merece.

¿Y qué ocurre cuando eres amado?. El participio del verbo se convierte en adulador, genuino, irremplazable. Porque no hay cosa más extraordinaria que ser amado. Tu autoestima está por las nubes, tus días pasan con gran egolatría y narcisismo. Ser amado es la razón de ser, valga nuevamente la redundancia. Todos y cada uno de nosotros necesitamos ser amados, pues amarse a uno mismo está muy bien, pero serlo por otra persona da sentido a tu comportamiento y a tu propio "yo".

Pero también es cierto que las acciones del verbo Amar pueden resultar de distinta interpretación. Porque, ¿y si resulta que estás amando y no eres correspondido?. No hay nada que pueda ser más catastrófico que eso. ¿Y sí también resulta que eres amado de quien no quieres serlo?. Este hecho en cambio, resultaría frustrante. La conjugación de este verbo, depende pues de si se es correspondido en los mismo términos o no. Y todo eso lo pensé mientras veía distintas esculturas o pinturas de "Cupidos", que ciertamente hay muchas en este museo que hacen honor a este personaje mitológico. Es por ello, que pensé que algo tendría que ver con la parte negativa de la acción de amar, y quise saber de él. Y de todos cuantos observé, fue el de la escultura titulada "Amenazante Cupido", la que más me llamó la atención, y la cual más me llevó a esta reflexión.

Resulta que Cupido era hijo de Júpiter y Venus, y ésta, tuvo que esconderle en los bosques y dejar que fuera amamantado por fieras que sólo con él eran piadosas. Venus no se atrevía a tenerlo junto a ella, debido a que Júpiter quería acabar con él nada más nacer, previendo todo el mal que el niño haría al universo. El destino hizo que Cupido quedara a salvo, y creció hermoso como su madre, audaz como su padre, e incapaz de ser guiado por la razón, a la manera de sus selváticas nodrizas y amamantadoras. En el bosque fabricó su propio arco, realizado con madera de fresno, y flechas de ciprés. Viendo Venus la destreza de su hijo, le regaló un arco de oro y con flechas de dos tipos; unas eran de oro, para conceder el amor, mientras que otras eran de plomo, para sembrar el olvido y la ingratitud en los corazones. Y para aún mayor persistencia a su poder, nadie sería inmune a las heridas que produjeran sus flechas, ni tan siquiera los propios dioses. 

Entonces observé a este Cupido. Representado tal y como lo tenemos familiarizado. Un niño semidesnudo y con alas blancas. Pero este concretamente, tiene una seducción particular. Se lleva el dedo índice a los labios para pedir silencio, como reclamando discreción y cautela ante el lance amoroso, pero a la misma vez, sigilosamente con su mano izquierda, y de manera traviesa, va sacando una flecha de su aljaba. Realmente me resulta más amenazante que afable. Entonces entendí que el amor depende de flechas, de oros o de plomos, y que a veces estarán al antojo del destino, o en este caso, de las travesuras de Cupido.

Pero no por ello hay que tener miedo a Amar. Cierto es que el destino puede ser caprichoso, pero si cuando quieras Amar, lo haces Amando y siendo Amado, nunca hallarás mayor equilibrio que ese. Y si este fracasa, no por ello hay que renunciar al mismo ni tener miedos. Muchas veces, perder el equilibrio por amor, forma parte de vivir una vida con equilibrio. 

El propio Cervantes en su Quijote, ponía versos en boca de Cupido diciendo; "Yo soy el dios poderoso, en el aire y en la tierra y en el ancho mar undoso, y en cuanto el abismo encierra en su báratro espantoso. Nunca conocí qué es miedo; todo cuanto quiero puedo, aunque quiera lo imposible, y en todo lo que es posible mando, quito, pongo y vedo".

Aún así, y como defensa de la acción de Amar, y protegiéndonos de cualquier Cupido, AMA sin temores, y no te sientas amenazado por ningún Cupido!!. Aún siendo heridas causadas por flechas de plomo, todo acaba curando. Y si son flechas de oro, que el brillo de éste no te ciegue. Llena con experiencias de amor tu corazón, y quédate con aquel, con el cual amando, te sientas amado. Porque amar es vital. Porque como dijo Juan de la Cruz; "y al atardecer de la vida, te examinarán del Amor....." .









Enero del 2015, Museo del Louvre, Paris. Imágenes del Louvre.







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