viernes, 10 de julio de 2015

El césped

La pasada semana gasté unos días maravillosos en Finlandia. Para quien no conozca este país, quizá se lo imagine como un lugar con paisajes increíbles, muchísima vegetación, bosques y lagos. Fríos y blancos inviernos, que dan paso a una estación estable, la del verano. Con un color verde, que penetra en los ojos de manera sorprendente. Igual también has imaginado a este país con preciosos atardeceres, que en la temporada estival, se producen sigilosamente, un poco más tarde de las 12 de la noche, y que apenas el sol "echa una cabezadita" para salir de nuevo apenas dos horas más tarde. Pues es cierto que el país tiene todo eso, además de gente maravillosa. Así que se antojaba buen sitio para desconectar y recargar pilas.

Hubiera sido un desperdicio no pasear, en esos atardeceres mágicos, adentrándote por sus bosques. Así que, lejos de perder esos momentos, fielmente y a diario, mi amiga Zê y yo, caminábamos rodeados de naturaleza, aire puro, limpio, y envueltos en preciosas conversaciones. Siempre hay un tema del que hablar, más aún con alguien que te entiende, que valora tus palabras, y por encima de todo, con la cual te enfrentas a un continuo aprendizaje con todo lo que escuchas. Y sumergidos en nuestra palabrería, paseando por la urbanización donde vive, y antes de adentrarnos en el bosque, me llamaba la atención algo, que observé desde el primer día de nuestros paseos, y sobre lo cual quise preguntarle.

Resulta que la gente de Finlandia, o al menos de esa zona, cuidan sus jardines de una manera asombrosa; algo increíble. Sus flores presentan unos colores admirables, sus arboles perfectamente desarrollados, los adornos que visten todo el jardín son de lo más elocuentes, pero por encima de todo, y destacando de manera fascinante, es el estado del césped. Una auténtica alfombra. Verde, limpio, fresco..., en definitiva, impoluto. Casi resultaría pecado pisarlo, sentarse o jugar sobre él. Pero me llamaba algo más la atención que todo eso. Y es que, en el tiempo de toda una semana, y a pesar que la temperatura fue de lo más agradable, no vi en ningún momento a nadie disfrutando de esos jardines. Nadie pasaba el tiempo en ese espacio, absolutamente nadie, a pesar de la dedicación y esfuerzo que le daban a los jardines. Ni tan siquiera niños jugando. Y como descarté el hecho que no pasaban tiempo fuera de casa por no pisar ese césped tan bien cuidado, pregunté a Zê, aunque ella no supo contestarme. Igual no había caído en la cuenta de eso. Aunque para entender quizás algo de todo aquello, me contó una historia curiosa, de la cual se hablaba en Brasil, su país natal, en referencia a algo que inspiró nuestra interpretación de todo aquello....

"Resulta que una chica, se trasladó a vivir a un barrio de algún lugar de Brasil. Ella, que pasaba por momentos delicados y difíciles, necesitaba desconexión, obligación de encontrarse a sí misma, y buscó una casita a las afueras, alejada del ruido, y con un jardín el cual cuidar. Frente a ella, solamente un vecino, lo cual, se antojaba como un lugar idóneo para buscar su propósito. Así pues, desde el primer momento, quiso empezar a trabajar en su jardín, y así enlazar el vínculo de su crecimiento personal y la búsqueda de su autoestima, al desarrollo y progresión de sus plantas. Como gran reto, tenía el de sembrar un césped, que convertiría en la alfombra que recibiría a sus pasos antes de entrar en casa. Se puso manos a la obra, con gran empeño en este proyecto, que convertiría en un reto personal e individual como pocos.

El primer día que comenzó las tareas propuestas, y en una pequeña pausa para descansar, al alzar la vista a su alrededor, se detuvo para mirar con asombro el césped del vecino. Jamás había visto un césped tan verde, hermoso, brillante, increíblemente cuidado. Ese sería su objetivo; superar al vecino. Compró un modernísimo sistema de riego, las semillas de mejor calidad, el abono más caro, y comenzó su tarea. Día tras día, su césped progresaría, y a buen seguro, sería proporcional a su estado de ánimo, y en definitiva, a la recuperación de su autoestima.

Cada noche, se acostaba pensando en su proyecto, que a la vez, lo había convertido en algo subjetivo de su propia existencia. Cada mañana, veía sus avances, aunque al mirar el jardín del vecino, le hacía indicar que tenía mucho que mejorar. Éste, con el cual se cruzaba esporádicamente, la saludaba de manera cordial y pasaba de largo. Ella, no le quitaba ojo de encima, pues un césped tan sumamente cuidado, tenía que venir de una persona que pudiera causar cierta admiración. Y es que tanto se centró en su césped, que se olvidó del resto de flores y árboles del jardín. El césped era su objetivo primordial, y sobre él dedicaría todos sus esfuerzos. El resto carecía de importancia.

Pasado un tiempo, y a pesar que veía grandes cambios y avances, seguía poniendo como referencia el césped de su vecino, y eso estaba consiguiendo frustrarla. ¿Cómo era posible conseguir tener un césped tan sumamente vistoso y cuidado?. Verde, limpio, increíblemente bien cortado... El haber tomado como referencia el jardín del vecino, estaba consiguiendo derrotarla, teniendo su autoestima por los suelos, aún más si cabía. Y sobre todo, lo que más la hundía era ver el poco tiempo que su vecino dedicaba a sus tareas florales. Ni tan siquiera recordaba haberlo visto pasar el cortacésped!!!

No solamente había descuidado el resto del jardín, sino que, lo que tenía delante de ella y tanto había cuidado, a pesar que para cualquier otra persona pudiera resultar el césped más hermoso jamás visto, le producía tal insatisfacción, que la llevó a tocar fondo. Había fracasado en su proyecto, y todo por haber ido a parar frente al césped más increíble y hermoso del mundo; el de su vecino. Así pues, decidida a tragarse su orgullo, esperó sentada pacientemente a que éste volviera a casa, para preguntarle cuál era el secreto de su éxito. El logro y la habilidad de tener un "alfombra" de ese tipo en su jardín.

Justo al llegar su vecino, se levantó de su asiento, y se dirigió con paso firme hacia él. Valía más a veces ser menos soberbia, y aceptar una derrota para seguir avanzando. De nada le servía su vanidad, si estaba acabando anímicamente con ella el haberse marcado un objetivo, el cuál le estaba resultando inalcanzable. Avanzando en sus pasos, y ya a escasos metros de él, pisó su césped. Y tan solo necesitó dar dos pasos sobre él, para de repente, darse cuenta del gran error en el cuál se había visto sumergida todo ese tiempo. Se había centrado más en su vecino, que en ella misma. Miraba más el cómo le iba a los demás, que ver sus propios éxitos. Se había dado cuenta, justo en ese instante, que cuando has decidido empezar a cuidarte, debes hacerlo para ti, no para que nadie lo vea, pues solamente con tus progresos, tendrás más que recompensado el hecho de renacer, de vivir la vida que quieres. Para ti, de manera exclusiva. No por aparentar ni buscar la atención de nadie. Fue la mejor lección que podía aprender en ese preciso momento.

Y de todo ello, se dio cuenta, al comprobar, que el césped del vecino, era artificial....." 















Jurva y alrededores, Finlandia. Julio de 2015. Fotografías de Jesús Apa.






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