viernes, 24 de julio de 2015

Sabato mattina

Era su primer día, pero aún no lo sabía.... Sus ojos se abrieron demasiado temprano para ser sábado, pero ya no habría forma de dormir ni un minuto más. En cambio, igual sentía que había descansado como hacía mucho. Se sentó en la cama, cogió su teléfono, pero decidida a no perder ni un momento de su tiempo, se limitó a poner música. Y le gustaba lo que sonaba. Se sintió animada, se levantó de la cama, cogió una camisa de su armario, una cualquiera, y fue a la cocina a preparar un café. Al pasar por el espejo, se detuvo, para mirarse en él. Su pelo alborotado casi ocupaba todo el espacio de la imagen, y en un gesto con su mano, apartó su cabellera, y allí observó su cara, recién despierta. Lo que veía, le provocó una sonrisa primero, que continuó con una mueca de aprobación, para acto seguido, lanzar un beso al aire. Ahora rió a carcajadas. La música que sonaba le seguía gustando.


La cocina se impregnó por el olor del café recién hecho, el cual ya tomaba en su taza mientras miraba a través de la ventana. Un rojo y amarillento amanecer le indicaba que la temperatura fuera sería agradable. En realidad, si estuviera lloviendo, tampoco le hubiera importado. Abrió la ventana, y entró una brisa delicada, complaciente. Apenas si prestó un poco de atención, escuchaba el sonido de los pájaros, lo cual era la primera vez en mucho tiempo que percibía. De repente, se sentía dichosa, y sin saber por qué motivo, estaba sonriendo. Más aún, al pasar nuevamente por el espejo, donde su vieja camisa blanca de sisa casi llegaba a sus rodillas, su pelo tapaba parte de sus hombros, y su sonrisa estaba ocupando toda su cara. Ahora ya más despierta. Ahora ya más inquieta. Se veía guapa.

Era su primer día, pero aún no lo sabía.... Haber pasado largo rato bajo la ducha, la había relajado sobremanera. Buscó nuevamente la música apropiada en su teléfono, el cuál andaba lleno de mensajes sin leer. No tenía prisas, pero tampoco ganas para eso. Además, hoy le ganaría tiempo al reloj, se sentía libre por no esperar. Mientras elegía la ropa que usaría en ese sábado, percibió su cuerpo bailar la música que sonaba en ese momento. Así fue como cogió uno de sus ya olvidados vestidos, color azul marino, se lo sobrepuso encima para verse, y al sorprenderse ella misma lo bien que le quedaba, se lo enfundó sin elegir nada más. Se calzó unas bonitas sandalias color blanco, y pasó por el espejo para verse. Se veía guapa, una vez más.

Como no quería que la música dejara de sonar, al menos por el momento, llevaría sus auriculares en un paseo en su antigua pero bonita bicicleta, siempre con una cesta de flores en su parte frontal, para dirigirse hasta el centro de la ciudad. El aire en su cara era de lo más agradable, y sus gafas de sol no le impedían ver cuantos colores asomaban en aquella espléndida mañana. Su ritmo en el pedaleo era pausado, pero a la misma vez enérgico, pues tenía ganas de ir tan ligera como el ritmo que le marcaba la música de sus cascos. Así que avanzaba rápido. Sentía la velocidad en su cuerpo, de tal manera que el aire empujaba su pelo hacia atrás, y respiraba todo cuanto podía. La música que sonaba le gustaba tanto, que apenas se daba cuenta que cantaba como si nadie la viera o escuchara. Pero entonces pensó, que lo apropiado sería, no buscar tantos momentos apropiados, y apropiarte de cualquier momento. Estaba masticando la alegría.

Era su primer día, pero aún no lo sabía.... Nada más aparcar su bicicleta sobre una valla de madera roja, quiso ser partícipe del despertar de la ciudad. Quería acompañarla en su matinal sábado. Sin saber porqué, pensó en cómo se decía "sábado por la mañana" en italiano. Le encantaba ese idioma, al igual que a su madre. Entonces pensó que en el próximo viaje iría a Italia con ella, pues era una gran amante de este país. "Sabato mattina", se escuchaba decir a ella misma una y otra vez. Hacía tiempo que no pensaba en viajar, y hoy había regresado esa idea a su cabeza. Ese país sería el idóneo para recobrar el deseo de visitar mundo. 

Paró en un puesto de flores, y apenas si pasaron unos segundos cuando la dueña le hablaba de lo agradecida que estaba siendo la primavera este año. Llenó sus ojos con los colores allí expuestos y aspiró cuantos olores pudo, antes de decidirse por una rosa verde, pues le sorprendió que existieran esos colores en esta flor. La dueña, se la regaló, y le explicó que además de esperanza, significaba juventud y equilibrio, justo lo que veía en ella. Aquello le gustó, y se sentía identificada con ese significado. "Sabato mattina", se seguía diciendo para sus adentros, mientras caminaba por la calle oliendo aquella bonita rosa y sonriendo sin parar.

Era su primer día, pero aún no lo sabía.... Y después de mucho tiempo, decidió entrar en todas las tiendas que le llamaban la atención. Ningún sábado lo hacía, ya que se limitaba a quedar con su madre para comer en un moderno restaurante del centro de la ciudad. Pero esta vez se sentía atraída por este gesto de probarse ropa. Y que bien se veía!!!. Observaba lo bien que le quedaba cualquier prenda. Nuevamente, frente al espejo de aquel probador, se dio cuenta de su sonrisa, esa que llevaba tanto tiempo escondida, y ahora, de repente, aún no se había ido en toda la mañana. Su autoestima estaba subiendo, y así salió de la última tienda, llevando puesto un bonito vestido blanco y unas sandalias doradas que recién había adquirido, además de toda la ropa que llevaba en las bolsas sujetadas por sus manos.

Entró en el restaurante, como todos los sábados, pero esta vez percibió que la gente la miraba. En un simulacro de distracción, sonrió nuevamente al sentirse observada, se acercó hacia su madre, y la besó en la mejilla. Casi antes de apartarse, se acercó de nuevo a ella e insistió con otro beso, diciéndole lo maravilloso que era quedar con ella todos los sábados. Su madre, más que parecer extrañada, enseguida se dio cuenta que estaba recuperando a su hija. El camarero, siempre el mismo, y como cada sábado, se acercó, y le preguntó qué bebida tomaría. Al contrario que en otras ocasiones, esta vez le dijo que tomaría un vino blanco, mirándolo descaradamente. Él se asustó, y ella rió. Su madre la observaba y no le quitaba ojo, viendo que los últimos meses quedaba para comer todos los sábados casi con una desconocida, pues su hija llevaba una gran temporada triste y apenada. Y hoy, sin saber por qué, o mejor aún, sin ningún motivo aparente, todo estaba cambiando.

Entonces, su madre intrigada, se atrevió a preguntarle..."¿Hija, porqué de repente, estás tan radiante?".
Ésta, miró a su madre con una gran sonrisa, y le dijo; "¿acaso no sabes que hoy es Sabato mattina?". Ambas rieron a carcajadas...

Era su primer día, el día que nuevamente, comenzaba a ser feliz.!!!



Kristiankaunpunki, Finlandia. Fotografía de Jesús Apa.


    







      

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