viernes, 31 de julio de 2015

El saldo

A menudo suele ocurrir que, en tu búsqueda no intencionada de las verdades de la vida, tropiezas con personas de las cuales aprendes algo, inspiran tu forma de vivir o intervienen en tus principios. Y mira por donde, este aprendizaje, a veces te puede venir de cualquier desconocido o desconocida, con los cuales, tienes que compartir algún momento del día, y te enfrentas a una conversación que te invita a pensar. Acto seguido, sopesas todo eso, y tratas de aplicarlo a la vida que te rodea. También a las personas que forman parte de ella.


Curioso es siempre saber de donde venimos y cual es nuestra historia. Siempre queremos saber, al menos yo, los antecedentes de esa persona. No por nada en especial, pero sí por un motivo claro; y es que la trayectoria de las personas pueden suponerte abrir tu mente en algún aspecto de tu manera de ver las cosas. Hoy más que nunca, tengo claro que cada uno de nosotros es la suma total de todos los momentos que vivimos, con todas las personas que conocimos.

Con más frecuencia me reitero, que de entre todas las personas que se cruzan en tu camino, siempre aprendes algo de cada una de ellas. Al menos de casi todas. La forma de vivir de esa persona puede influir en la tuya, tanto sobre cuál es tu comportamiento ante su forma de vivir, en lo que tú harías en su lugar, o lo que no. Pero siempre desde el respeto, puesto que el interior de las personas suele ser desconocido, y solo le corresponde a ellos.

Y es que no hace mucho, hablando sobre la vida, (gran conversación ésta), salió a relucir la forma con la cual afrontamos nuestras adversidades en función de nuestra situación actual. Hay quien se centra en atender a su trabajo, otros simplemente, le dan la mayor de las importancias a su familia, u otras personas, viven el día a día sin tratar de pensar en si están viviendo como debieran. Todas estas cuestiones del día a día resultan ser superfluas, si nunca tienes la obligación o necesidad de valorar como las has estado viviendo. Pudieran preguntarte hoy si eres feliz, y responder que no. Mañana sin embargo, pudiera ser que si. Eso siempre me lleva a pensar que la felicidad, es un accidente. Sería clave no dramatizar ante las situaciones adversas a las cuales nos enfrentamos, sobre todo, aquellas que tienen solución. Porque en la vida, al contrario que en el ajedrez, ésta continua después del jaque mate. 


Pero, sin lugar a dudas, hay una cosa que destacaría por encima de todas las cosas. Como en todo libro, en toda obra de teatro, en una película, o al igual que en todo proyecto, es cuando al finalizar los mismos, puedes extraer tus propias conclusiones. Al final, la vida de cada cual, finaliza con eso mismo. El día que decidas abandonar el suelo que pisamos, tendrás las tuyas propias. Y no me cabe duda, que vivir intensamente, dará extensión o no, al capítulo "conclusiones" de tu vida.


Hace apenas un par de semanas, compartiendo un desayuno un sábado en la mañana en casa de unos amigos en Madrid, hablamos de nuestras vidas. Nuestra trayectoria, muy dispar a veces, y muy distinta la de los cuatro allí presentes. Hoy tienes un buen trabajo que ayer no tenías, actualmente disfrutas con una persona a tu lado que hace poco ni conocías. Mañana desconoces el dinero que tendrás en tu bolsillo, el cual ayer tuviste, y sin ser consciente de cuanto te durará, pues solamente sabes que querrás gastarlo. Y aquí es donde viene la capacidad de cada cual en su enfrentamiento con la vida, el saber adaptarte a las situaciones que te vengan, pues a buen seguro, no será la misma hoy que mañana. Y esa capacidad de reacción, esa adaptación, no se estudia en ningún lado; lo aprenderás tú a lo largo de tu vida..., o no.

"Cuenta la historia, que un señor tremendamente rico, con una vida ostentosa y llena de lujos, contrajo una terrible enfermedad. Se rodeó de los mejores médicos y especialistas del mundo, los cuales siempre le aseguraban que curaría. Le llenaban de todas las esperanzas habidas y por haber. Y solamente bajo esta enfermedad, este señor, acostumbrado a tener siempre todo bajo el mando y control de su riqueza, fue consciente del sentido y la esencia de la vida. Fue así, como justo en su agonía, pidió tres deseos, que necesitaría fueran cumplidos el mismo día de su muerte. Extraños ambos tres, pero solicitó que ese día, su ataúd fuera llevada por todos los médicos que le atendieron; que toda su riqueza fuera abandonada sobre el suelo, en el trayecto de su casa al cementerio; y que lo enterraran con sus manos fuera de la tierra que lo cubriría. Él, conocedor de la curiosidad que despertarían sus deseos, no dudó en explicar el sentido de los mismos antes que fuera preguntado por ellos....

….Portarán mi ataúd, aquellos que siempre dijeron que vencería a la muerte, únicamente para hacerles ver, que precisamente es lo único verdadero en esta vida. La riqueza depositada en el camino a mi tumba, porque a pesar de tener más que muchos, finalmente se quedará aquí para el disfrute de otros, que acabaran gastándola olvidando cuánto me costó ganarlo. Y la otra cosa, sobre el tercer deseo, y tan cierta como las dos anteriores, es que con las manos vacías venimos a este mundo, y con las manos vacías lo abandonamos, tengamos cuanto tengamos".

Todo esto va aún más en la reflexión que hicimos compartiendo ese desayuno ese sábado, en que al final, en tu vida, en las conclusiones de ésta, más que por tu estado de riqueza o pobreza, solamente te quedará tu "saldo", ese que no será tangible, pero si cuantificable, y que no dependerá del dinero. No estará relacionado con "tu cash", pues tu saldo, será el mejor indicador de como viviste y con cuanto te quedas al irte. Igual has vivido con muy poco dinero, pero gastando y compartiendo todo cuanto tuviste, y te vas de esta vida con más que nadie.

Cada vez me alegro más de compartir mi vida con las personas de mi alrededor que, sin saber si tienen más o menos, sí que disfrutan de un gran "saldo". Y mira por donde, que en la mayoría de las ocasiones, éste, va muy relacionado con las vivencias de tus viajes a lo largo del mundo….




Viernes, 31 de julio de 2015. Vilnius, Lituania. Fotografía de Jesus Apa. 

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