viernes, 28 de agosto de 2015

Un millón de estrellas

Cuenta la leyenda, que en una antigua tribu Cherokee, había un humilde y sencillo indio, que soñaba a diario por conseguir el amor de una joven india. Ella, las más bella entre todas, guapa y radiante, tenía a sus pies a todos los jóvenes de la aldea, los cuales, la cortejaban con las más bonitas flores silvestres, y las hermosas y coloridas plumas de las aves más preciadas. Conocedora del potencial de su belleza, y de la adulación sentida por todo aquel que estaba rendido a su encanto, le sacaba el mayor partido a esa situación.

El joven indio, tratando de llamar su atención, ponía todo su empeño en las expediciones de la tribu tanto en las técnicas de caza como en el arte de la guerra. Quería destacar en las mejores disciplinas como un gran guerrero, y de esta manera, la joven india, pudiera poner sus ojos en él y a ser posible, conseguir de alguna manera su amor. Para ello, al igual que el resto de los chicos de la tribu, la agasajaba con detalles y regalos traídos de sus expediciones, tratando de curtir las mejores pieles de animales o los más bonitos abalorios fabricados con todo aquello que rescatara para tal fin. 

Pero una noche de luna llena, el joven indio, sabedor de la dificultad por conseguir el amor de la guapa y bella india, sintió la desesperación de dar por perdida la batalla de conquistar a la chica. Bajo un crepúsculo cálido y limpio, paseaba pensativo y atormentado por buscar la fórmula efectiva sobre la cual esa chica cayera rendida a sus encantos. Fue entonces, mirando al cielo estrellado y bajo la luz emitida por la hermosa luna, cuando tuvo una ocurrencia, pero para ello, debería solicitar la ayuda del hechicero de la tribu, un viejo indio, que sabía todo aquello cuanto pudiera preguntársele.

A la mañana siguiente, y sin pegar ojo pensando en su magnífica idea, se personó en la tienda del hechicero, ansioso por solicitar la ayuda y consejo de éste, puesto que lo que tenía entre manos era de una gran dificultad que requería de un gran hechizo. De esta manera, una vez entró en la tienda, le explicó detalladamente el motivo de su visita, diciéndole lo siguiente; "gran hechicero, he venido a solicitar tus sabios consejos, con el fin de conseguir el amor de la más bella y hermosa de todas las indias de esta tribu. Puesto que existe una gran dificultad para conquistar su amor, ya que al igual que yo, el resto de jóvenes indios le ofrecen los mejores regalos para agasajarla, y cada vez mis esfuerzos por estar a la altura son más complicados, me gustaría hacer la mayor de las ofrendas que pueda recibir y así agotar con esto todas mis posibilidades. Es por lo que vengo a ofrecerte absolutamente todo cuanto poseo, a cambio que puedas proporcionarme mi deseo a través de alguno de tus hechizos; ¡Quiero comprar para ella un millón de estrellas!".

El hechicero, quedó sorprendido ante tal atrevimiento y muestra de amor, pero quiso tomar partido de la situación. Y dado que conocía como nadie la astrología y los acontecimientos estelares gracias a su experiencia y sus conocimientos, accedió al planteamiento del joven enamorado indio, proponiéndole lo siguiente; "Realmente es un gran acto de amor el que quieres proponer a esa bella india, y puesto que lo que solicitas de mi parte es de gran dificultad, aceptaré el ofrecimiento de todo cuanto posees a cambio de tu petición. Será justo dentro de tres lunas, cuando irás con ella a la montaña más alta de nuestra tierra, y entonces invocaré a los espíritus de la noche para que ante ti, tengas el millón de estrellas que me pides. Pero al día siguiente, y como condición, tendrás que presentarte nuevamente aquí para aprender una lección que jamás olvidarás en tu vida", acabó diciéndole confiado el hechicero.

El joven indio, aguardaba impaciente la esperada cita transcurridas las tres lunas, y en la cual, tal y como le había indicado el hechicero, le pediría a la hermosa india que lo acompañara a la montaña más alta que conocía, y allí le regalaría un millón de estrellas, siendo a buen seguro, el mayor de los regalos que pudieran ofrecerle, para así lisonjearla y conseguir su amor. Dentro de esta impaciente espera, también rondaba por su cabeza cuál sería la lección que aprendería al día siguiente por parte de este sabio hechicero.

Así fue, como a la tercera luna, y en una preciosa noche de verano, el joven indio se acercó a la chica, diciéndole que la acompañara para ofrecerle el más bello e inesperado regalo que jamás pudiera recibir. La joven india, aunque dubitativa ante tal ofrenda, pues acostumbrada estaba a recibir los más preciados agasajos, aceptó acompañarle a la montaña que el entusiasmado indio le indicaba. Y tras un largo trayecto y subir a la cima, se sentaron a esperar, tal y como le había dicho sabiamente el hechicero. "Tendremos que aguardar un poco, pero será esta noche, cuando recibas un regalo que jamás olvidarás, y todo ello, como muestra del amor que siento por ti", dijo tajantemente el joven indio, mirando al cielo desesperadamente, ante el asombro de la bella chica. Así fueron pasando los minutos, las horas, y la noche aguardaba en su destino, aunque la joven india se removía incómoda sentada sobre la fresca hierba, impacientada por recibir el regalo prometido por su pretendiente.

Entonces, pasada la media noche, y de manera vertiginosa, una gran lluvia de estrellas llenó todo el cielo bajo el que se encontraban. Centelleantes y brillantes aparecían ante ellos, de manera fugaz y veloz, en un sentido y otro. Durante un largo rato, miles de estrellas incendiaron la noche en un espectáculo de luz sin igual, y del cual, el joven indio quedó totalmente cautivado. Una vez finalizado tal diluvio astral, giró su cabeza entusiasmado por ver la perplejidad que habría causado tal ocasión celestial en la chica, y quedó totalmente paralizado al observar, que la hermosa india dormía plácidamente recostada sobre la hierba. Su "increíble regalo" había pasado totalmente desapercibido para ella. De repente, el chico quedó conmocionado de tristeza, y sus ojos llenos de lágrimas de desamor y frustración. Sin querer despertarla, aguardó a la salida del sol para, una vez entrada el alba, partir nuevamente hasta el poblado, cosa que hicieron sin mediar palabra, pues era tal la vergüenza y arrepentimiento del joven indio, que ni tan siquiera tuvo acto alguno de reproche ante ella.

Una vez en la aldea, el joven indio, y tal y como le había impuesto el viejo hechicero, solicitó entrar en su tienda, para a instancias de éste, explicarle como había sucedido todo, detallándole lo acontecido la noche anterior, mostrándole la gran tristeza y decepción que sentía. El hechicero había cumplido con lo pactado, y a cambio de todos sus bienes, le había ofrecido el millón de estrellas que había solicitado. Y ciertamente "podría haber sido el mejor regalo que la hermosa india hubiera recibido jamás, de no haberse quedado dormida", le insistía él al hechicero, que lo escuchaba atentamente, aunque sin sorpresa alguna por la desolación causada en el joven indio. Y para finalizar, le dijo que solo le quedaba escuchar la lección que tendría que recibir del viejo indio, el cual, de manera rigurosa, le dijo....

...."Incluso antes que me contaras lo que ocurrió la pasada noche, tenía estas palabras para decirte. Y es que en el amor, al igual que en el resto de situaciones de la vida, has de comportarte tal cual eres. Sin excesos ni ostentaciones, pues los sentimientos se miden por su naturalidad y sencillez, sin necesidad que vayan disfrazados bajo ningún regalo. Intenta dar hoy en el amor, aquello que también puedas ofrecer mañana, pues si le brindaste un millón de estrellas, cuando únicamente puedas obsequiarla con una sola, aunque sea la más brillante del universo, siempre quedará insatisfecha. Y además, también has de saber, que quien llegue a amarte de verdad, lo haré por quien eres, y nunca por lo que tienes. ¡Así es como debe funcionar el verdadero amor!".

El joven indio, una vez el viejo hechicero le devolvió lo que le había entregado por su "hechizo", salió contento y feliz de la tienda, sabiendo que había aprendido su primera gran lección en el amor, aunque también, consciente, que no sería la última...


Tentudía estrellada, agosto de 2015. Autor a pie de foto


Joven indio tribu Cherokee.


Joven india tribu Cherokee.


Hechicero tribu Cherokee.
      

     

2 comentarios:

  1. Desde muy jovén he escuchado que en el "juego" del amor, todo es válido, principalmente en la fase de la conquista; pero cómo nos cuenta la sábia história, ¡no merece la pena! Gracias Jesús por poner de tu tiempo en escribir cosas tan lindas y profundas sobre la vida de una forma natural y sencilla proporcionadónos momentos tan especiales de una deliciosa lectura. Zê.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Querida Zê, agradezco tu comentario y que leas este sencillo blog. En definitiva, no dejan de ser vivencias, bien propias, bien aprendidas de las personas que pasan por mi vida. Personas como tú, de la cual he aprendido el significado de cosas que anteriormente desconocía.

      Eliminar