viernes, 1 de enero de 2016

Yo corro, tú bailas

No está mal eso de los resúmenes de cada año, pues al menos te permite evaluarte cada cierto tiempo. Hay muchas formas de proponer tus objetivos, tus metas, tus preferencias. Cada persona tiene sus propias prioridades, en función de la importancia que le presten, y claro, tan importantes como las de cualquier otra persona. Pero también es cierto que para cada cual, su vida y la de los suyos es lo más notable y valioso que existe. Y como el camino se demuestra andando, en el recorrido de la vida podrás observar cuán preponderante puedes ser para las personas que vas encontrando en ese trayecto.

Zê llegó hace unos días a mi casa para pasar las Navidades junto a mi familia, hecho éste más que significativo para adular su presencia aquí, correspondido en mutuo cariño y gran consideración para estas fechas, pues eso dice mucho de nuestra amistad. Pero curioso me resultó, que mostrándole Tentudía, y recorriendo sus carreteras y caminos, súbitamente me dijo, que éstos se encuentran llenos de subidas y bajadas, "como la vida misma". Y curiosamente me gustó esta observación, nada nueva por cierto, pero sí refrescante para la memoria. Vivimos deprisa, a veces mal, pero al menos viviendo, y en ocasiones sin percibir que las etapas llegadas, buenas o malas, son pasajeras. Quizás es buena señal no percibirlo, pues quiere decir que estamos sumergidos de llenos en el presente.

Zê, nuevamente la nombro, es una persona que me inspira, y lo es, por su grandísima fortaleza y por todo lo que aprendo de ella, la mayoría de las veces, sin ni siquiera ésta saberlo. Pero sobre todo, y de lo cual más he aprendido, también sin ella saberlo, es de como enfrentarte al pasado. Yo, le insistía, que el pasado no es más que una gran cuerda sujeta a ti, y ésta, se encontrará tan tensa como tú quieras estar atado a él. Formará parte de ti, siempre, eso ni tan siquiera se pone en duda, pero de cada cuál depende estar más o menos sujeto a ese pasado. 

Realmente pienso que estar anclado en el pasado, es como permanecer dormido. Te sientes cómodo, tranquilo, pero no progresas. Seguir en el ayer, la mayoría de las veces, lleva implícito el hecho de no avanzar, no poder cumplir tus metas y objetivos. Qué pena es esa de que vayan pasando los días, y lo único que ocurra, sea eso, que pasen los días.

Recuerdo una vez, que corriendo por un camino cerca de mi pueblo, salió un perro ladrando a mi paso. Seguramente iba pensando en mis cosas, y seguramente me asusté. Pero sí sé con total seguridad, y no sabría explicar el motivo exacto, que en ese instante pensé en una frase que siempre me ha gustado, y que aunque no aparece en la famosa novela de Cervantes, siempre se le ha atribuido al Quijote, diciéndole a Sancho; "deja que los perros ladren, es señal que caminamos". Yo, no dejé de correr...

Y sí, tal y como ocurre en la vida, las subidas y bajadas hay que pasarlas. Pierdes a personas que fueron importantes en tu vida, y justo cuando se marchan, aprendes lo necesario que es cuidar a las que tienes al lado. Porque, ¿cómo vas a saber lo que significa vivir intensamente, si nunca perdiste a alguien querido?. ¿Cómo vas a saber lo que son las lágrimas, si nunca lloraste?. ¿O el desamor, si nunca arriesgaste?. En el momento que dejas de pensar en lo que puede pasar, empiezas a disfrutar de lo que está pasando. Quizás sería mejor no contar la vida en años, y si medirla en función de la intensidad con la cual la vives, y no mirar tanto hacia atrás.

Pero claro que cada persona es un mundo, y cada cual decide como estar sujeto a esa gran cuerda que nos ata al pasado. Aunque creo que lo más importante, es no parar, seguir avanzando. Si los perros ladran, es señal que estamos vivos. Si resulta que puedes correr, hay quien ni tan siquiera puede hacerlo. Cada cuál se sitúa lo más cómodo que puede en su asiento, aquel, en el que igual otra persona no está tan a gusto. Incluso en la percepción de la vida, aquel que ves que está bajando, será porque sufrió anteriormente una subida.

Recuerdo un día en el que caminaba con una niña pequeña, y hacía mucho viento. Los árboles iban de un lado a otro, casi de manera desgarrada. Balanceándose sujetos por su tronco, y en estas que la niña, perpleja y maravillada, me dijo señalando con su dedo, "mira como bailan los árboles, ¿no es precioso?." Yo la miré sonriendo, y justo cuando fui a corregirla para decirle que era el viento lo que hacía mover los árboles, entendí que la vida mirada con los ojos de un niño, siempre se comprende mejor. Me pareció una explicación tan hermosa, que incluso al posible sufrimiento de los árboles soportando el viento, supo sacarle una parte positiva.  

Así funciona la vida, solo depende del cristal con que la mires. Y ojalá pudiéramos siempre ponerle el punto de vista y la inocencia de un niño.

Pero mientras tanto, y dado que empezamos un nuevo año, y podemos poner el "contador" a cero, que te parece si, mientras yo corro, tú bailas...

¡Feliz 2016 a todas las personas que me leéis!




Zê, 1 de enero de 2016. Fuente de Cantos. Fotografía de Jesús Apa.
  


      

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