viernes, 23 de septiembre de 2016

La cresta de la ola

Mientras me relajaba y descansaba en una de las hermosas y paradisiacas playas de Florianópolis, observaba como los chicos y chicas enfundados en sus trajes de neopreno se adentraban hacia el interior del mar. En los primeros metros, cargan con sus ligeras tablas bajo el brazo, hasta que, una vez el agua te impide caminar cómodamente, suben encima de ella y comienzan a remar con los brazos.

Los surfistas suelen aprovechar que el mar está crecido y las olas rompen en la costa, por lo que deben avanzar sorteándolas hasta llegar a la zona adecuada. Si eres uno de ellos, sabes que hay que esperar un tiempo hasta que lleguen las olas mas grandes; entonces remas con tus brazos, y con un rápido impulso subes a la tabla tratando de permanecer en lo alto de la ola y aprovechar el impulso que te da ésta, y es cuando coges con una velocidad impresionante. Entonces, es ahí arriba, en la cresta de la ola, donde debes mantenerte el mayor tiempo posible.

Una vez que caes, el ejercicio es repetitivo. Subes en tu tabla, remas con tus brazos mar adentro, y esperas la ola correcta. A veces, ésta ni llega, pero por si acaso, tú has estado ahí. Pero, "¿realmente merece la pena tanto esfuerzo?", podríamos llegar a pensar. Gastar tanta energía para subir encima de una tabla, sortear las olas, permanecer sobre ella el mayor tiempo posible, pero sabiendo que vas a caer. Es normal que sea difícil entender esta manera de pensar de los surferos, así como la filosofía que los rodea.

Se trata de un deporte antiguo, (para algunos un estilo de vida). En Hawai, descubridores del surf, éste era una forma de entrenamiento para las nobles, y el estatus social se veía sobre las olas. Solo los nobles se podían poner de pie sobre las tablas. Los plebeyos, iban tumbados o de rodilla. Cosas absurdas que pasaban, pero no muy lejos de otras estupideces que ocurren hoy en día respecto a las clases sociales. 

Resulta que nos levantamos a todos los días haciendo las cosas que mejor nos hacen sentir (aquí incluyo al trabajo). Pero cualquier rutina diaria puede verse interrumpida por contratiempos, los cuales tratamos de sortear de la mejor manera posible. A mayor carga en nuestras espaldas, posiblemente mayores problemas a resolver cuando estos surgen. Esto es obvio, ya que por normal general, vamos adquiriendo una responsabilidad proporcional a nuestra carga.

Luchamos a diario, con uñas y dientes, para que los nuestros vivan de la mejor manera posible. La preocupación está ahí, y a veces permanece presente demasiado tiempo, pero es intuitivo que miremos por el mejor futuro de nuestros hijos, el bienestar de tu familia, o por  conseguir la mejor relación posible con los amigos que te rodean. Pero sobre todo, por encima de cualquier cosa, cuidar del estado de salud de tus progenitores, si sigues con la gran suerte de seguir disfrutándolos. 

Hablo con quienes tienen hijos, y no hay mayor satisfacción, ilusión y motivación para ellos como padres, que trabajar a diario, resolver cuantos problemas vayan apareciendo en su camino, por ver feliz a sus hijos. Por los hijos se hace todo; cualquier cosa. Pero quizás para los que no los tenemos es algo común, eso de saber que todos quienes tenemos alrededor se encuentran bien. Y cuando esto ocurre, es entonces que puedes relajarte, y es ahí, disfrutando con ese preciso instante, cuando realmente piensas que todo sacrificio merece la pena. 

Vaya..., podríamos decir, que estás en la cresta de la ola. Estás sobre la ola perfecta, disfrutando del momento. Pero, ¿realmente merece la pena tanto esfuerzo?.
La respuesta, tanto del surfero como tuya, evidentemente es afirmativa.

Por eso que no hay que juzgar como viven los demás, y el esfuerzo que a cada cual le supone subir a la cresta de la ola, alcanzar su felicidad (que igual para ti es otra distinta). Porque cada cual tiene una manera de gestionar su vida, de proteger con sus "gestos o acciones" a los suyos, y no por eso tu manera de vivir ha de ser mejor o menos buena que la del resto.

Todos buscamos el mejor camino que nos lleve a la felicidad, a nuestra dicha particular, y ese camino no ha de ser el mismo para todo el mundo. Porque al igual que yo veía en esa playa como cada surfista braceaba, llegaba al punto que creía idóneo, y ahí esperaba la ola perfecta, (no todas las ocasiones tendiendo suerte, pero siempre intentándolo), cada cual tiene en su vida una forma de surfear sus problemas y mantenerse subido en la "tabla" el mayor tiempo posible.

No sé si unos más que otros, pero todos hemos remado cuánto hemos podido, por eso que todo el mundo merece encontrarse de vez en cuando en lo más alto. Cuando eso ocurra, y estés en la cresta de la ola perfecta, no estaría mal que recordaras el dolor de tus brazos por llevarte allí. Y sin saber el tiempo que ahí te quedarás, y sea cual sea su duración, trata de "surfear" esa ola de la manera más honesta y sencilla posible. Con humildad también se disfruta de tus logros.

Si mi vida o estado actual he de compararlo con el surf, es una comparativa que me agrada. Porque detrás de todo eso, el surf no es solamente un deporte, es un estilo de vida, y donde hay un profundo respeto por lo que ahí te mantiene, como es el mar. Es por eso, que me gusta mostrar respeto por el estilo que usan los demás para vivir.

Dicen que en el surf, se requiere preparación física, superación, esfuerzo, y un reto permanente con uno mismo. En la vida, ocurre exactamente igual. Pero además, has de saber, que como pasa en el surf, cuando vas de "sobraó", el mar te pone en tu sitio....



Praia Mole, Florianópolis, Brasil. Septiembre de 2016. Fotografía de Jesús Apa.
  





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