viernes, 28 de octubre de 2016

Las lecciones del abuelo. Primera parte

Esta noche, voy a vivir un momento muy especial. Y quiero compartirlo con aquellos quienes me seguís a través de este medio. Hoy la sencillez de este blog, contrasta con el enorme honor que me han concedido. Un pueblo de mi Comarca, y al que le tengo muy especial cariño, ha decidido convertirme en el Pregonero de sus fiestas. Aún no sé por qué motivo, pero tengo claro, que lo que allí voy a vivir esta noche, sí que quiero compartirlo con vosotros....



Buenas noches a todos y todas.

Autoridades, vecinos de Cabeza la Vaca, vecinos de la Comarca de Tentudía y de otros lugares, familiares y amigos...sentíos como en casa, tal y cómo yo me siento hoy aquí.

- En primer lugar, y como en cualquier pregón, es absolutamente necesario por mi parte agradecer a Rosa, la alcaldesa, y a toda la Corporación Municipal, el que me hayan designado para inaugurar esta XI Edición de la Feria de la Castaña. No sabéis el tremendo honor que es para mí, el poder abrir esta Feria, dónde podemos decir, que se ha convertido en la Fiesta Grande del Pueblo.

- Y es que la vida, queridos amigos, bien lo sabéis, sería insoportable si no tuviéramos fiestas. La fiesta es el momento de la ruptura, esa que nos permite desconectar del tedio de nuestra vida cotidiana. El momento de disfrutar y comunicarnos con los nuestros, de trabar nuevas amistades. Olvidar un poco lo que hacemos el resto del año. Dónde la alegría no tiene más límites que el del respeto a los demás. De mezclar placeres entre las preocupaciones. Es una pausa en nuestra incesante actividad. Y ha llegado el momento de que comience esa pausa.

- Y eso sí, que mejor momento para hacerla que en esta bonita fiesta que cada año va a más. Yo nunca me pierdo la Feria de la Castaña; más de uno sois testigo de ello. Anoche, que estuve aquí escuchando la charla de Antonio de la cooperativa Al-kasera, en que otro amigo de aquí me saludó, y me dijo..."Hombre Jesús, que me he enterado que este año eres el pregonero de la Feria. Que digo yo, que menos mal que los pregones son el primer día, porque si fueran el último, no quiero pensar de cómo llegarías y en qué condiciones....".

- Pero realmente, el que esta feria sea tan magnífica como es, tiene su eco en todos aquellos que la hacen posible. De ahí, que en segundo lugar, agradecerle también a esta Corporación y a quienes trabajan en la Feria (personal del ayuntamiento, empresarios de los distintos sectores, hosteleros, voluntarios, etc...) que hacen posible que se desarrolle año tras año. Que si bien para nosotros van a ser unos días festivos, para ellos serán unos días de mucho trabajo, mucha actividad y poco descanso. Sin lugar a dudas, y al menos por unos días, son los que "nos sacan las castañas del fuego", para que disfrutemos en alegría y júbilo de estas fiestas. Es mi deseo que todo se desarrolle bien, y al acabar la Feria sintáis, con la traca final, la satisfacción del trabajo bien hecho.

- Excusadme si no hablo de mí; con la presentación de Rosa es más que suficiente. Hoy el protagonista no puedo ser yo. El actor principal de esta jornada no es otro que el pueblo. Yo sólo vengo a dar el pregón, que por si no lo sabían, la palabra pregón proviene del latín "Praeconium". Promulgación o divulgación que se hace en voz alta y en lugar público de una noticia, aviso o hecho que conviene saber a todos.

Así que antes que os diga lo que aquí vengo a contaros, sí quiero pediros que me permitáis que me dirija a ustedes, como un cabezalavaqueño más. Porque ondeando en vagos recuerdos, que se me vino a la cabeza, que era yo muy pequeño cuando visité por primera vez este pueblo y en compañía de mi padre. Recuerdo que estuve en el Mesón Taurino, y también quiero recordar pasear por algunas de estas calles. Era la primera vez que salía de mi pueblo hacia otro, y tengo total certeza, que desde ese momento nació mi amor a este lugar. También a esta Comarca.

Pero el principal sentimiento que me llega, es que Cabeza la Vaca, mantiene esa esencia de "pueblo", tan difícil de conservar hoy en día, con todo lo que ello conlleva. Después muchas otras visitas vinieron y fui descubriendo todo lo mejor de aquí. Hoy mi trabajo me permite disfrutar a diario de esta tierra y sus gentes.

- Así que cuando Rosa me llamó por teléfono para pedirme que quería que estuviera aquí esta noche, contesté sin pensarlo un segundo. Es un grandísimo halago y un honor para mí, que ni tan siquiera soy del pueblo. Pero qué cierto es eso que dicen, que "no eres de donde naces, sino donde paces".

Pero más tarde, y pasado un tiempo después de colgar el teléfono, pensé..."menudo lío en el que me he metido".

Mi duda, no era otra que saber si sería capaz de reflejar y transmitir en unos pocos folios el cariño, la alegría y emoción que se agolpó sobre mí. Así que debo intentar creer en la palabra como vehículo de los sentimientos. 

Un día dijo Camilo José Cela que exteriorizar la emoción es signo de mala educación. Más tarde rectificó para decir que la emoción es precisamente la manifestación de que uno tiene sentimientos. Yo no puedo evitarlo. Creo que no podría hoy hablar aquí sin emocionarme. pero aún así, disculpadme si esto ocurre.

- Lo cierto y verdad, que no sabía muy bien como enfocar este acto; qué contaros y cómo hacerlo. Porque uno puede ser muy valiente, pero cuando se trata de hablar, se trata de transmitir un mensaje que al menos llegue y quede en el recuerdo. Han pasado muy buenos pregoneros por aquí, y los he visto casi todos, así que poco tendría que decir que ya no se haya dicho.

Pero lo cierto es que la soledad a que me obligó este pregón, espoleó mi nostalgia e hizo que vinieran a mi mente recuerdos y sentimientos muy intensos. Todos, os puedo asegurar, relacionados con la vida en el pueblo. En este pueblo, o en cualquier otro pueblo de nuestra Comarca, hermano de éste. Sigo pensando a día de hoy, que quedarme en el Territorio fue la mejor decisión de mi vida, pues tuve otras opciones.

Me siento unido a esta tierra, pues noto mis raíces en ella.

Y es posible que vivir en el pueblo haya sido hasta época no lejana una carga que pocos hemos soportado, y sigue siendo difícil por las condiciones de trabajo y de futuro. Y sé que una misma inquietud sacude los pueblos; el porvenir de nuestros hijos en ellos. Y quien dice hijos, dice sobrinos y nietos. Pero los que permanecemos en él, vamos logrando hacerlo más habitable, acogedor y próspero. Y los que han tenido que marcharse, creo que siempre le han reservado un lugar en el corazón y en su pensamiento.

Porque el pueblo, los pueblos, conservan todavía la identidad del hombre con la naturaleza. El pueblo es reserva de una vida más humana, más próxima a las otras personas, más fundida con las raíces de cada uno. El pueblo no desprecia la técnica y el progreso, pero no permite que éstos lo anulen y lo desborden. Conserva la posibilidad de que seamos dueños de nuestro tiempo, de nuestra historia, y me atrevo a decir que hasta de nuestro destino. Creo que estamos redescubriendo las ventajas de vivir en las zonas rurales. Hoy quien no tiene un pueblo, se lo busca.

Encontré en Cabeza la Vaca y sus gentes, un manantial de cualidades que se dejaban ver en sus actos diarios y sencillos, esos que quedan ahí; improvisados, que no se publican en ningún lado, pues salen del día a día de sus gentes. Esas pequeñas cosas que te llegan y te marcan. Que las acaricias, las doblas bien, y las colocas en tu equipaje íntimo que tan bien guardas. 

Porque aquí encontré gente trabajadora, humilde, honesta y sencilla; gente sin dobleces. Un pueblo con tradiciones, gastronomía, aire puro, y con una filosofía que desborda un remanso de paz en la vertiginosa vida de hoy. Un pueblo que ha sabido escuchar a la tierra y que ha sido agradecido con la naturaleza. Y ésta, con él. 

Tiene Cabeza la Vaca un clima duro y frío en invierno. Un clima que ha templado el carácter del cabezalavaqueño haciéndolo reflexivo, amable, hospitalario a la vez que serio y puro, como el aire de la Sierra. Gente de corazón noble y espíritu tenaz. Que no se deja llevar por el ritmo frenético que deshumaniza, sabe regresar, de cuando en cuando, a la placidez de un pasado de cosas buenas y así perpetuar a sus descendientes.

Y tiene Cabeza la Vaca en su primavera un clima de una tez cálida y alborotada. Un clima que ha templado a la mujer cabezalavaqueña, siendo la mayoría de las veces la auténtica protagonista. Porque aquí, la mujer nunca ha sido algo, siempre ha sido alguien. Sus virtudes la entroncan en la esencia misma del pueblo, sin perder nunca, ni como madre, ni como esposa, ni como trabajadora ni como persona, el lugar tan importante que le corresponde en la vida.

-- Y todo esto, lo pensaba hace unos días, mientras daba un paseo por la montaña, por la zona conocida como "La Sangría". Y claro, pensaba en que Cabeza la Vaca tiene una bonita y sencilla historia, que a veces he ido descubriendo con emoción y cariño. Es agradable conocer la vida de nuestros antecesores, porque son ellos precisamente los que siempre han querido cuidar y mimar la historia, que en definitiva, significa cuidar y regar sus raíces.

Y como os decía, en ese paseo, decidí bajar al pueblo por la carretera de Tentudía, caminando pausadamente, tratando de encontrar la inspiración para este pregón. Hacía un día hermoso y lucía el sol de manera radiante en su punto más alto. Los castaños, pinos y robles, se encargaban de decorar lo que mi vista alcanzaba. Entonces, alguien llamó mi atención, y me dijo...

"¿Se puede saber dónde te metes?. Desde luego que eres mi nieto más despistado. Vengo llamándote desde que salí de la Era Garrido...", me decía aún estando lejos.

-- Este señor ha debido confundirme con su nieto --, pensaba yo, mientras el hombre, de unos setenta y pico años, avanzaba hacia mí montado en su mula.

Antes de mediar palabra, y ya a escasos metros de mí, volvió a decirme;

" ¿Es que no escuchas las voces y silbidos de tu abuelo?. Te recuerdo que soy yo el sordo, y no tú".

La cara del señor me resultó agradable, así como su ocurrencia. Y pensé que, como nunca llegué a conocer a ninguno de mis abuelos, decidí seguirle la corriente, y sacarle algún partido a aquella situación.

"Perdóname abuelo. Andaba pensando en mis cosas y no te escuché. Además, con estos paisajes, es difícil poner la atención en otras cosas; mi sentido del oído queda anulado en favor del de la vista."

Ya cuando se puso a mi lado, montado sobre su mula, y habíamos recorrido algunos metros, decidí preguntarle....



"La Sangría", Cabeza la Vaca, 28 de octubre de 2016. Fotografía de Jesús Apa. 



2 comentarios:

  1. Parece que la experiencia fue interesante.
    Gracias por compartir.
    Y felicidades por el blog!

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