viernes, 7 de abril de 2017

Palabras enredadas

Recuerdo aquella época de mi vida en la que comenzó una nueva moda (precisamente de las buenas), relacionada con la escritura. Fue cuando por los pueblos empezaron a darse los famosos cursos de mecanografía. Apenas uno sabía expresarse con claridad, cuando ya empezaba a ser de suma importancia, el saber escribir en esos pesados pero bonitos aparatos, denominados tal cual era su función; máquinas de escribir. Todo el mundo se apuntaba a esos cursos, y de hecho, a día de hoy, aún puedes ver en el Curriculum Vitae de muchas personas que se presentan a algún puesto de trabajo, eso de, "Curso de mecanografía". Nota final: 120 pulsaciones por minuto. Era muy importante eso de las pulsaciones, y de ahí la destreza y manejo en la escritura. 

Aún existen algunas, pero su uso es francamente limitado. El mecanismo, si bien lo recuerdas, era muy sencillo; cada tecla, cuando se pulsaba, accionaba una pequeña palanca metálica que subía hacia arriba y golpeaba una cinta que contenía tinta. La letra, que iba inscrita en relieve al final de cada palanca, al chocar con la cinta, dejaba impregnada su forma al otro lado, sobre un folio, el cual se encontraba enrollado en un rodillo metálico que se convertía en el freno y por consiguiente, en el final del recorrido de la pequeña palanca, que tras chocar, regresaba a su posición.

Al principio era realmente complicado escribir de manera correcta, pero el secreto estaba en memorizar bien la posición de las letras en el teclado, y así poder usar todos los dedos de la mano de manera sincronizada. Ahí que cuando ya ibas cogiendo práctica, en el momento que te confiabas, acelerabas el movimiento de tus dedos, y acababas enredando las palancas, confundiendo los golpes de letras en el papel y teniendo que deshacer la maraña de manera manual. Sin embargo, ya no podías borrar ese fallo. Debías usar una cinta blanca superficial llamada típex, pero el error quedaba latente, dejando evidencia de que lo habías cometido, aunque lo corrigieras. Por eso que era preferible llevar un ritmo adecuado y no dejarte llevar tanto por batir, continuamente, tu propio récord de pulsaciones. 

¿Alguna vez te has preguntado a qué responde la colocación de las teclas de tu ordenador?. La respuesta debemos buscarla en el pasado, precisamente con la invención de estas antiguas máquinas de escribir, y que hoy día, no son más que viejas reliquias. Sin embargo, si te fijas, la posición de nuestro actual teclado, sea del ordenador, tablet o teléfono móvil, es el mismo que entonces. 

El sistema de colocación y orden de las teclas era, y es conocido, como el sistema "qwerty", nombre que se obtiene de las seis primeras teclas de la fila superior. Fue diseñado, colocando las palabras de mayor uso en el idioma inglés, lo más lejos posible unas de otras, minimizando de este modo la formación de enredos. Este sistema de ordenación responde por tanto, a la manera más ineficiente de colocación del teclado, al menos en lo que respecta a la lengua inglesa.

Pero en cambio, si ahora decidiésemos cambiar la forma en que se colocan las teclas de nuestros ordenadores, se trastornaría completamente nuestro modo de escribir y nos volveríamos ineptos en la escritura, ya que nuestro cerebro está completamente adaptado al sistema actual. Por ello, a pesar de que existen modelos de ordenación del teclado reconocidos como más eficientes que el actual sistema "qwerty", no se produce un cambio en la organización de nuestros teclados. 

Digamos, que se trata de hábitos y formas de proceder con los que nos hemos educado, y son los más correctos que conocemos para ir en sintonía con el mundo. Que el orden de las palabras no importa, sí en cambio, el hecho de saber usarlas y enredarte lo menos posible con ellas; es la gran importancia de ser, e ir educado por la vida.

-- Un hombre le preguntó una vez a un sabio... "Señor, ¿cómo voy a encontrar a la mujer correcta?". --

El sabio le contestó: "Olvídate de encontrar a la mujer correcta, y concéntrate en ser el hombre correcto".

A veces no somos conscientes del daño que hacemos con nuestro uso de las palabras, dejándonos llevar por emociones que acaban hiriendo a otros más de lo que creemos. Siempre se ha dicho, que jamás podemos tomar una decisión en caliente, pero lo mismo ocurre con lo que decimos, y cuando queremos pedir perdón, ya es demasiado tarde, o sencillamente el daño ya está hecho.

Así que antes de pulsar la tecla que escriba la letra que quieras decir, hazlo con calma, no te dejes llevar por las pulsaciones, y sobre todo, procura no acabar teniendo palabras enredadas. Porque a veces, aunque queramos poner nuestro propio típex pidiendo perdón, la señal y el daño siempre quedarán ahí.....


Máquina de escribir alemana. Fotografía de Eleonora Rocha. Fuente de Cantos, 7 de abril de 2017.


             

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