viernes, 16 de junio de 2017

De los malos entendidos

Admiro profundamente a las personas que hablan varios idiomas y además, consiguen hacerlo con gran soltura. Para ellos y sobre todo a la hora de viajar, supone una sensación de confianza y libertad difícil de valorar para otros. Solamente puedes ir sintiendo esas impresiones cuando pierdes el miedo a enfrentarte a otros idiomas, que en definitiva, supone toparte de frente con otra cultura y otras costumbres diferentes a las tuyas. De hecho, mucha gente se resiste a viajar por el hecho que les supone tener que comunicarse en otros idiomas. Realmente puede llegar a ser un obstáculo, pero tampoco tan difícil de salvar, porque al final la gente que quiere comunicarse, lo hace. La gente que quiere entenderte, acabará haciéndolo.

Como buena opción, a mi me gusta siempre que visito un país desconocido y con idiomas poco usuales, memorizar algunas palabras de esa lengua para comunicarme al menos en algún momento puntual con ellos. Hacer alguna pregunta básica, o para solicitar algún tipo de ayuda, resulta algo muy práctico. La primera de ellas que suelo memorizar, y que no tardo mucho en utilizar, es a decir "gracias".

Alguna vez he llegado a convivir durante varios días y en otros países, con personas que no hablaban absolutamente ni una palabra de inglés, italiano, portugués..., por nombrar algunos de los idiomas que pueda considerar comprensibles a mi entender o a mi lengua. La última vez, en Letonia, dormí por varios días en una casa, algo parecido a un Bed & Breakfast, y donde la dueña, que ni tan siquiera hablaba bien el letón, era de Rusia. Una mujer un tanto extraña además de bastante introvertida, y cuya hija pequeña, de apenas unos 10 años, no se despegaba de ella en ningún momento. Teníamos que compartir a veces los espacios comunes de la casa, a veces mesa, y otras, una simple taza de café. Había que entenderse de alguna manera, y el papel y el lápiz, así como cientos de gestos, algunos inverosímiles y que se me iban ocurriendo sobre la marcha, acababan salvándome de una comunicación francamente difícil.

Pero toda aquella situación se hubiera resuelto mucho antes, si su pequeña hija hubiera perdido el miedo desde el primer momento. Pasado unos días, y ya con más decisión, empezó a charlar con algunas frases en inglés, que recién estaba aprendiendo en la escuela, y fue a partir de entonces que con la comunicación verbal se empezó a generar más confianza entre nosotros. Comunicarse con gestos durante todo el tiempo, puede al principio parecer sencillo, incluso en ocasiones divertido, pero más tarde resulta tan agotador, que directamente vas renunciando a hacerlo por la sensación tan extraña que va produciendo en uno mismo. Llega incluso a resultar ridículo, sin contar claro está, la cantidad de mal entendidos que puede generar.

Por coincidencia con esto, al poco tiempo comencé a leer un libro basado en la prehistoria, y dónde los humanos (Neandertales y Homo Sapiens por entonces) precisaban de una comunicación gesticular. Con sus articulaciones, su cabeza, dando saltos o incluso con sonoros gritos, trataban de expresar y transmitir lo que no conseguían aún sus cuerdas vocales. Y parece mentira que después de todo aquello hayamos llegado a construir un mundo donde se hablan alrededor de 7.000 idiomas diferentes.

Aunque también es verdad que fue con el lenguaje verbal, como empezaron a darse los mayores conflictos entre la raza humana. Las mayores diferencias pero sobre todo, los peores malos entendidos. Los idiomas se convirtieron en alianzas para unos, pero en barreras para otros. Se construyen a veces muros de palabras difíciles de atravesar porque en la mayoría de las ocasiones, se utilizan para, precisamente, evitar que los otros entiendan lo que se quiere decir. En cualquier caso, estaría bien que algún día se buscara la forma, no sé cómo, que entendamos mutuamente todo lo que se habla. Aunque ya hay tantas barreras entre nosotros, que no sé si con esto se llegarían a resolver.

Por eso valoro y ensalzo tanto el mérito que tienen quienes hablan varios idiomas y consiguen comunicarse contigo, además en tu propia lengua, y es que al final, te están haciendo el favor a ti. Y ahí debe estar la comprensión del que no se está esforzando en comunicarse, en precisamente saber manejar situaciones que puedan darse erróneas a consecuencia de un mal uso del lenguaje. Porque supone un gran esfuerzo ya de por sí esquivar las dificultades del lenguaje que no dominas, más aún de medir las palabras para evitar una mala acción a consecuencia de un difuso mensaje. Porque no hay peor distancia entre dos personas, que un mal entendido.

Con estas situaciones, entre lo que uno quiere decir y lo que el otro cree entender, siempre me acuerdo de la historia de la caja de galletas. Es esa en la cual...;

"Una chica que esperaba su vuelo y que venía con bastante retraso, decidió esperar el largo tiempo comprando un libro y una caja de galletas. Se sentó en una sala del aeropuerto para descansar y leer plácidamente.

Asiento de por medio, se sentó un hombre de una nacionalidad distinta a la suya, quien también abrió un libro y se dispuso a leer. Entre ellos quedaron las galletas. Cuando ella cogió la primera, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero por miedo a no conocer su idioma y no saber expresarse, no dijo nada, a pesar de la situación tan disparatada. Ella tomaba una galleta, y el señor, acto seguido, y con una amplia sonrisa, cogía otra. Ella seguía sin decir nada, solo pensando para sí; -- ¿cómo puede existir gente tan descarada? --.

Aquello continuó hasta que al fin, en el paquete de galletas, solamente quedaba una. Ella no tardó en pensar de nuevo; -- ¿tendrá la cara dura de tomar incluso la última? --.

Y efectivamente fue lo que hizo el señor quien, con una sonrisa, cogió la galleta, la partió en dos, y le dio la mitad a ella.

Pero aquello sería la gota que colmó el vaso pues la chica cerró su libro, cogió sus cosas, y se marchó de allí soltando los peores descalificativos que pudieron salir de su boca. El señor en cambio, contrariado, y como consecuencia de no entender su idioma, debió pensar que su gesto de partir la galleta a la mitad no debió gustarle demasiado, tal vez por pensar que pretendía alguna otra cosa, pero sin embargo, no dijo absolutamente nada.

Cuando ella se sentó en el interior del avión, miró dentro del bolso, y para su sorpresa, ahí estaba su paquete de galletas.

Ya era tarde para disculparse por ese malentendido, pero no lo era para aprender que en la vida, a veces, las cosas no son exactamente como pensamos...." 



Imagen libre en la red. Fuente de Cantos, 16 de junio de 2017.







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