viernes, 2 de junio de 2017

Son cosas de niños

Bajo una calurosa noche de verano me encontraba cenando en uno de los pequeños barrios pesqueros de Setubal. La gente sofocaba su sed con las cervezas y vinos portugueses que caían y refrescaban, al menos, momentáneamente sus gargantas. Pero unos niños, que compartían mesa y cena con sus padres, agobiados por el calor, pero aún más, por el tedio que supone guardar la compostura de manera permanente en las noches de verano, en uno de sus juegos, tiraron parte de las bebidas que se encontraban encima de la mesa. Ahí que rompieron la paz que en aquellos momentos, no solo tenían sus padres, sino el resto de comensales de aquella terraza. El padre, quiso reaccionar furioso, pero la madre trató de calmar la escena, diciéndole de manera compasiva; "Son cosas de niños".

En mi atención instantánea hacia ellos, y contemplando todo desde el inicio, agradecí interiormente que aquello no hubiera ido a más. A todo el mundo le gusta disfrutar de una cena en calma, relajarte en una buena conversación sin que nadie la interrumpa, o mejor aún, queriendo encontrar y sobre todo en vacaciones, cuantos más momentos de paz, mucho mejor. Pero observando en la misma línea de mi mirada hacia esa familia, pude leer escrito en la pared lo siguiente; "Procurando a formula mágica da paz".

"¡Qué frase tan curiosa!", me dije, pues ojalá alguien pudiera encontrar la fórmula para la paz. Y viendo allí a esos niños, que por cierto, mostraron posteriormente una excelente educación y un ejemplar comportamiento durante el resto de la noche, pensé que, si alguien está buscando la fórmula que asegure la paz en el mundo, debería encontrarla cuanto antes. Visto lo visto, y sobre todo, los personajes que están entrando en la escena política últimamente, y que además, se están haciendo con el poder mundial, no son precisamente buenos ejemplos para ello. No sé el tipo de educación que recibieron el americano Trump, el venezolano Maduro, o el último y más polémico si cabe, el coreano Kim Jong-Un, pero están muy lejos de querer encontrar esa fórmula.

Sin lugar a dudas, todo lo bueno que pueda ocurrir para nuestro mundo en los próximos transcendentales 50 años, estará en manos de nuestros niños y niñas. La tremenda responsabilidad que van a tener, aún ni saben, le es totalmente ajena, así que quizás deberá ser algo que nosotros tengamos que transmitirles cuanto antes, y sobre todo, confiar en que la acepten. También llegará un momento en que tengamos que darle a la educación el poder que merece, el respeto que necesita, pero sobre todo, la importancia que requiere. Porque en definitiva, todo lo próximo que nos ocurra, es posible, que esté en manos de la generación que viene, y seguramente, todas las cosas buenas y las menos buenas que repercutan en nosotros en los próximos años, acaben siendo, cosas de niños.... Ojalá sea así, porque por lo que a mi respecta, poca fe tengo en los "mayores"....


"Cuentan que un científico llevaba viviendo durante varios años preocupado por la paz en el mundo y por los problemas que ocasionaba la ausencia de ésta en él, pero estaba decidido a encontrar la fórmula para resolverlo.

Pasaba los días en su pequeño taller, escribiendo soluciones y buscando respuestas para sus dudas.

Cierto día, tuvo que quedarse al cuidado de su hijo de siete años mientras trataba de poner todo su énfasis en el trabajo. El científico, nervioso por la necesidad de atención que requería su hijo, le pedía insistentemente al niño que fuera a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo de allí, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.

De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa del mundo; justo lo que necesitaba en ese momento. Con unas tijeras recortó el mapa en multitud de pedazos y, junto con un rollo de cinta, se lo entregó a su hijo:

-- Como sé que te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares aquí, sin ayuda de nadie, y así me dejes que yo continúe con mi trabajo. --

Como calculó que al pequeño aquello le costaría mucho trabajo de resolver, y si llegaba a conseguirlo, le llevaría varias jornadas con sus días y sus noches, quedó tranquilo y continuó con su trabajo; buscar la fórmula mágica de la paz. Pero no fue así, porque al cabo de unas pocas horas, escuchó a su hijo decirle;

"Papá, ya lo hice todo. Conseguí terminarlo."

Al principio, como es natural, el padre no conseguía creerlo. Miró de reojo, y veía torpemente la cinta colocada, pero prestando más atención, vio que el mundo, dentro de aquel mapa, estaba perfectamente en orden. Todas las piezas habían encajado a la perfección. No podía creer que un niño de aquella edad hubiese conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.

¿Cómo era posible aquello? ¿Cómo un niño tan pequeño, había conseguido "arreglar" el mundo de aquella manera, más aún siendo la primera vez que lo veía?. Así que quiso saber, y le preguntó.

-- Hijo, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?

"Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado esta la figura de un hombre. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era.

Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y descubrí que ya había conseguido arreglar al mundo...."



Setubal, Agosto de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


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