viernes, 30 de junio de 2017

Una sonrisa de vuelta

Que la energía positiva de cada cual puede contagiar a un número infinito de personas, no es nada nuevo. Hay quien despierta buen rollo, buena onda, así tal como es, por su forma de ser, su personalidad. Todas esas personas llevan marcada una sonrisa íntegra y pura a la cual caes rendido. Pero la provocan sin esfuerzo, pues es una cosa innata ese poder que tienen de levantarte cuando andas doblado de ánimos. Entonces cuando faltan de tu lado alguna vez, por eso que se les echa tanto de menos; tienen una presencia demasiado potente.

Pero claro, digamos que no es lo normal encontrar ese estado de ánimo en todas las personas con las cuales convivimos. Es obvio que el trato recibido suele estar directamente relacionado con el que se suele ofrecer. Tratar bien a las personas es lo menos que puedes hacer para obtener algo a cambio. Es sencillo, a la vez que correcto, y educado...., y también elegante. Pero sobre todo, es que es muy saludable. Prueba a sonreír, si lo que quieres es una sonrisa de vuelta. No suele fallar.

He escuchado que los japoneses llevan años trabajando la buena educación entre las personas, incluso también, con los animales. Hasta se atreven a realizar multitud de experimentos sorprendentes para demostrar teorías, de lo más sugerentes e imaginativas. Y resulta que uno de los más influyentes en este sentido, un tal Masaru Emoto, que realizó en vida multitud de experimentos y tuvo cientos de ideas para probar que la máxima esa de "acción-reacción", puede aplicarse en situaciones del comportamiento humano. 

Así que este japonés hizo varias pruebas, como una que consistía en exponer agua en recipientes y sometidos a diferentes palabras, dibujos o música y entonces congelarla y examinar la estética de los cristales resultantes mediante fotografías microscópicas. Emoto decía que el pensamiento humano, la música, las palabras...., aplicadas de manera positiva, influyen sobre el agua y hacen que ésta cambie a mejor.

Según él, y dado que el ser humano está compuesto en un 70-80% de agua, debería comportarse igual. Entonces esta teoría, aplicándola a la vida, tendría mucho sentido, pero claro, esto que parece tan sencillo, debería estar apoyado con más argumentos científicos. Así que Masaru Emoto decidió probar con dos envases de cristal con arroz en su interior. En uno de ellos escribiría cosas lindas, poniendo en las etiquetas palabras tales como "amor, paz, gracias...", y en el otro, pues palabras inversas a los significados anteriores; "odio, guerra, idiota...".

Además para completar este experimento, y que fuera más preciso, al bote que lleva cosas positivas, sería bueno hablarle en tono conciliador, de manera agradable y bonita. Al otro en cambio, profiriéndole insultos de todo tipo y de forma despectiva. De esta manera, estos tarros de cristal se comportarán al cabo de un tiempo de manera distinta y cambiarán, como consecuencia de esas acciones sobre ellos; tanto de manera positiva como negativa. Al igual que ocurrirá con el agua, y en el que los cristales del bote "bien tratado" serán bellos y los del bote "mal tratado" serán feos, en estos tarros de arroz, el efecto será parecido, y el primero permanecerá intacto, solo que el segundo en cambió, acabará pudriéndose.

No me ha dado aún por hacer este tipo de pruebas en casa; llenar dos botes con arroz, escribir cosas positivas y negativas sobre ambos, y cuando vuelva a diario del trabajo, centrarme en ellos y ponerme a decir cosas bonitas sobre uno, para al poco, cambiar mi humor, mi tono de voz, y acabar mandando al otro al carajo y más allá. Pienso que quien me viera, diría que mi cabeza no anda muy allá. Así que a veces, muchas veces, y actuando de forma positiva, en que he probado con las personas, incluso con los animales, y sí, he conseguido obtener una sonrisa de vuelta. Está claro, y fuera de experimentos, que está en cada cual obtener de vuelta lo que uno quiera.

"Me han contado que había una perrita, llamada Telma, que llegó por primera vez a un pueblo pequeño y muy lejano. Como aún no tenía amigos, decidió salir a la calle en busca de algunos nuevos, y comenzó a buscar por todos lados. En su curiosidad que descubrió una casita abandonada y consiguió meterse dentro por un agujero que había en la puerta principal.

Una vez ahí, Telma subió por unas viejas escaleras de madera al primer piso y buscando, entró en uno de los cuartos, dónde para su sorpresa, había cien perros que la observaban tan fijamente como ella a todos ellos.

Telma los miró, y como lo que quería era hacer nuevos amigos, comenzó a mover su colita y a levantar sus orejitas y los otros cien perros hicieron lo mismo. Después ella sonrió y ladró alegremente a uno de ellos, el que más cerca estaba, quedándose asombrada al ver como los cien perros le sonreían y y ladraban tan alegremente como ella. Así que Telma salió de allí pensando; "¡Qué lugar tan lindo y agradable!. Cuántos amiguitos tendré aquí. Volveré más a menudo".

Pero al poco tiempo, un perrito como ella, y de nombre desconocido, entró también en aquel lugar y subió las mismas escaleras, así que al encontrar aquel cuarto, se encontró con la misma situación. Pero al contrario que Telma, al ver a los otros perros, se sintió amenazado pues todos lo miraban de forma agresiva.

Empezó a gruñir y ladrar fuertemente y vio como los cien perros hicieron lo mismo, ladrando y amenazando con hacerle daño. Es por lo que salió corriendo despavorido, pensando; "Qué lugar tan horrible. Jamás volveré más a este sitio".

En la fachada de aquel viejo edificio, había un letrero que decía; "La casa de los cien espejos".


Telma. Fuente de Cantos, 30 de junio de 2017. Fotografía de Helena Rocha.
       

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