viernes, 4 de agosto de 2017

El libro de los hombres

Me encontraba cierta tarde trabajando en mi oficina pensando que el edificio estaba cerrado y vacío, así que me asusté cuando escuché unos pasos que bajaban la escalera. Ya me puse en guardia cuando percibí que las pisadas venían hacia la puerta donde me encontraba, llegaron hasta ella, y alguien golpeó suavemente con los nudillos para, acto seguido, abrir la misma y preguntar;

"Disculpe señor, me han dicho que podía encontrarlo a usted aquí", habló un señor encorvado, de muy avanzada edad, con una pronunciada barba canosa, como el resto de su cabellera, y que sostenía un gran libro bajo el brazo. 

-- ¿Puedo ayudarle en algo?--, le dije mientras no le quitaba ojo de encima.

"Mire usted, resulta que me han hablado que aquí hay un lugar muy hermoso y que tiene una puesta de sol admirable, y que usted conoce bien ese sitio y podría llevarme hasta allí. Necesitaría ir hoy mismo, pues preciso finalizar mi libro, y para ello, solamente necesitaría probar ciertas teorías, pero que debo hacerlas con el ocaso del sol".

Mi extrañeza era obvia, pues era una petición extraña, de un señor que aún lo parecía más, así que traté de esquivar su solicitud de la mejor manera, o al menos, intentarlo;

-- Sí, claro, yo podría acompañarle, pues supongo que se refiere usted a Tentudía. Pero, ¿tiene que ser hoy y ahora mismo? --.

"Si, debe ser hoy. Le ruego nos acompañe hoy mismo, y hablo en plural, pues ahí afuera me esperan una serie de personas con las que preciso probar estas teorías de las que le hablo y las cuales debo incluir en mi libro como conclusión final al mismo".

-- Bueno, si es así, les acompañaré ahora mismo. Pero a cambio, tendrá que decirme de qué trata su libro.... --

Él, aceptó inmediatamente el trato, diciéndome;

"Bueno, para mí esto es mucho más que un libro. He consumido en él casi toda mi vida en la investigación y redacción de lo que es "La Verdadera Historia de los Hombres". Después de muchos años de trabajo, hoy solamente me queda probar una teoría que se me ocurrió hace unos días, cuando alguien me dijo que Tentudía tenía una de las más bonitas puestas de sol que pueden verse, y es por ello que deben acompañarme unos amigos para poner a prueba mis argumentos".

Aquello se iba volviendo interesante..., "¡La verdadera historia de los hombres!, qué cosa más curiosa", - pensé para mis adentros -. Resultaba singular a la vez que inquietante, lo que aquel viejo sabio decía. 

-- Claro, les acompañaré encantado. Además, debemos darnos prisa si lo que usted precisa es ver cómo el sol se esconde bajo el cielo de Tentudía... --

Cuando salimos a la calle, efectivamente había seis personas, también de avanzada edad, que esperaban dentro de una furgoneta. Ocupé el asiento libre delantero mientras el viejo hacía lo propio en el lugar del volante y, tras un breve saludo hacia los señores que iban detrás, nos dispusimos ir a nuestro destino.

En ese corto trayecto no más comentaban el hermoso paisaje que les iban regalando a sus ojos, primero las encinas, olivos, alcornoques e higueras, para más tarde los castaños, robles y pinos, hasta que una vez llegamos arriba, guardaron silencio esperando a que su amigo, el viejo escritor e investigador de aquella peculiar historia, les diera las instrucciones oportunas, pues parecía que ni ellos conocían el motivo por el que estaban allí.

Paramos la furgoneta en el extremo oeste, justo por donde cae el sol, que ya se presentaba como una gran bola de fuego y que iba tomando un color anaranjado intenso y potente.

Justo ya en su punto más bajo, a apenas pocos minutos para esconderse del todo, aquel viejo, extasiado y alucinado con aquella puesta de sol, y tras decir que estaba en el lugar indicado para hacer lo que quería, abrió su libro y pidió a sus amigos que manifestaran uno por uno sus sentimientos ante semejante espectáculo. Ahí en que yo fui conociendo a qué se dedicaba cada uno.

El poeta fue el primero en hablar;

"Estamos presenciando la última borrachera de luz del cíclope celeste".

"¡Que ridiculez!, - exclamó el astrónomo -. Todo el mundo sabe que estamos asistiendo a la última fase del movimiento de rotación del planeta, antes de penetrar en el cono de la sombra".

Entonces intervino el filósofo:

"De ninguna manera; ¡ambos estáis equivocados!. Este crepúsculo no es otra cosa que el desvanecimiento en el éter de la sólida angularidad de un día que se va".

"¿No comprendéis?, - replicó el teólogo -, ¿que estamos ante el final de la historia personal de cada uno de nosotros y que el mañana, es un hipotético regalo de la Divinidad?".

"Yo solo sé, - expuso el rico -, que el Sol brilla para todos, y que no cobra por sus rayos. Esto, evidentemente, es injusto".

"Aun siendo un pariente lejano, - concluyó el pobre -, ese Sol es el único que visita a La Pobreza. Y jamás pide nada a cambio."

Ya habían acabado todos de hablar, de expresar sus sentimientos ante lo que sus ojos veían, pero desde el primer instante yo había podido percibir que el viejo sabio de pelo canoso, apenas si había tomado algunas anotaciones. Después todos lo miramos, expectantes, pero fue a mí al que se dirigió, resignado, entregándome su libro, y diciéndome;

"Por favor. ¿Serías tan amable de tirar esto a la basura....?."



El cielo desde Tentudía, 4 de agosto de 2017. Fotografía de Jesús Apa.


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