viernes, 27 de octubre de 2017

Los pueblos

Ayer reflexionaba sobre en cómo determinadas situaciones, acciones, o sencillamente, ciertas frases o comentarios que llegas a escuchar, pueden marcar tu vida en un determinado sentido. Recuerdo que fue hace como catorce años ya, que estaba escuchando el discurso de un doctor en geografía, muy conocido por aquel entonces. No recuerdo del todo bien el hilo de su discurso, pero hablaba del mundo rural y la situación que se estaba viviendo en él. Y como digo, no recuerdo del todo bien el contenido completo de todo lo que hablaba, pero no puedo olvidar con qué palabras acabó rotundamente su intervención; "Cierran los pueblos", sentenciaba. Aquella frase me impactó y sobrecogió profundamente.

Otra reflexión llegaba a mi hace unos días en lo que respecta a la imagen mental que tenemos sobre lo que será el futuro. Porque hace quince años no podría pensar que el futuro lo vería o imaginaba como lo hago hoy. Las cosas han cambiado a consecuencia de otras, y algo como las nuevas tecnologías, las nuevas enfermedades, o la velocidad de la propia vida y su inercia en sí, hacen que sea difícil imaginarse un futuro de paz, tranquilidad, donde la calidad de vida impere sobre el resto de cosas. Da miedo pensar hacia dónde vamos, y más pánico es ver cómo nos dejamos llevar con un impulso incontrolado del tiempo.

Pero yo me sigo negando a ciertas cosas, rotundamente además. Precisamente esa frase, "cierran los pueblos", me hizo creer aún más de que estaba en el lugar correcto para pasar mis años de vida. Tendría que renunciar a muchas cosas, claro está, pero como en otras muchas situaciones de la vida. Mi sensatez interior me decía que nada mejor como vivir y crecer en el lugar que amas, a pesar que este crecimiento sea a veces en otra dimensión. A pesar de que veo tristemente como cada vez más personas salen de aquí, de los pueblos, buscando oportunidades que aquí no encuentran. A pesar que me da miedo leer y releer las estadísticas que dicen, que en el mundo rural por cada tres nacimientos al año, hay quince personas que fallecen.

Y pese a todos los inconvenientes que aún estarán por venir, los que aquí hemos decidido vivir y hemos apostado por seguir creciendo en la vida de los pueblos, estamos dispuestos a cambiar la situación. Porque seguimos amando lo rural, su ambiente, sus gentes, su paz, sus paisajes, su clima, sus costumbres y manías...., porque es dónde hemos nacido y pese a conocer otras culturas, con sus pros y contras, el imán de lo nuestro nos atrae. Para mi vivir en un pueblo me permite encontrarme con cosas que no tienen precio, y precisamente no es por su valor inalcanzable, sino porque las puedes obtener gratuitamente.

Siempre he pensado que si uno lucha por lo que cree, al final siempre sale ganando, incluso habiendo perdido (por muy contradictorio que resulte). Principalmente porque nunca podrá recriminarse que ha perdido su tiempo, por mucho esfuerzo que haya destinado. Cuando uno habla con firmeza y lo acompaña haciendo con determinación las cosas en las que tiene fe, nunca saldrá perdiendo. Puede ser que haya muchas personas que desprestigian lo rural, lo pueblerino y ordinario, pero no están haciendo otra cosa que renunciar a conocer lo sencillo, lo puro y la esencia de lo natural. Nada me gusta más que cambiar el concepto de ese tipo de gente con ejemplos y experiencias precisamente sobre aquello que menosprecian o no valoran.

Hoy hace justo un año tuve una experiencia inolvidable. Fue cuando me invitaron como pregonero a las fiestas de Cabeza la Vaca, un pequeño y encantador pueblo de mi Comarca. Lo que allí sentí y viví fue una sensación indescriptible con palabras, y mira que muchas de ellas enfatizaban lo que ahora aquí digo;


"Es posible que vivir en el pueblo haya sido hasta época no lejana una carga que pocos hemos soportado, y sigue siendo difícil por las condiciones de trabajo y de futuro. Y sé que una misma inquietud sacude los pueblos; el porvenir de nuestros hijos en ellos. Y quien dice hijos, dice sobrinos y nietos. Pero los que permanecemos en él, vamos logrando hacerlo más habitable, acogedor y próspero. Y los que han tenido que marcharse, creo que siempre le han reservado un lugar en el corazón y en su pensamiento".

"Porque el pueblo, los pueblos, conservan todavía la identidad del hombre con la naturaleza. El pueblo es reserva de una vida más humana, más próxima a las otras personas, más fundida con las raíces de cada uno. El pueblo no desprecia la técnica y el progreso, pero no permite que éstos lo anulen y lo desborden. Conserva la posibilidad de que seamos dueños de nuestro tiempo, de nuestra historia, y me atrevo a decir que hasta de nuestro destino. Creo que estamos redescubriendo las ventajas de vivir en las zonas rurales. Hoy quien no tiene un pueblo, se lo busca".

"Y si es cierto que en la historia pasada está el alma de los pueblos, en el futuro está sus esperanza y su razón de vivir, y en sus gentes, el corazón". 

"El futuro del pueblo, el futuro colectivo, está en la infancia despreocupada y feliz. También lo tenemos en esa adolescencia que va enredándose en el amor y en la vida. El futuro es esa juventud un poco descreída con su futuro, valga la redundancia. Pero eso es positivo, porque no es bueno que los jóvenes aceptéis una vida regalada. Acostumbraos a rechazar todo lo chabacano, lo fácil, lo rutinario y lo impuesto. Apuntaos a causas nobles. Si queréis que vuestros progenitores sean felices, bastará con que vean la felicidad y el entusiasmo en vosotros."

"Alguien dijo una vez, que los pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los pueblos fuertes, sólo necesitan saber dónde van".

Lo dije y afirmé con total contundencia, porque es lo que pensaba. No creo que jamás cambie mi opinión respecto a lo que quiero y siento desde pequeño, y aunque pueda parecer que los pueblos andan agotados, enfermos, o que muestren algunos síntomas de debilidad, están más sanos que nunca. Porque ahí, en su interior, han sabido mantener su esencia, la pureza de lo natural.

Después de aquel pregón, alguien me preguntó si de verdad pensaba que los pueblos, máxime aún los pequeños, tenían futuro. Con la misma firmeza le contesté que no solamente era así, sino que el futuro está en ellos. Los pueblos resurgirán de sí mismos para convertirse en el lugar dónde todo el mundo quiera vivir y crecer. Tal vez las nuevas tecnologías jueguen algún día un papel importante en favor de eso, todo estará por ver.

Puede ser que el mundo esté loco, no lo sé. Tampoco creo que los pueblos vayan a hacer el papel de psiquiatras de las grandes urbes, ni mucho menos. Pero lo que sí está claro, y los que vivimos en los pueblos así lo sentimos, es que sabemos perfectamente dónde encontrar la medicina para volver a la cordura que este mundo necesita.


Cabeza la Vaca, 27 de octubre de 2017. Fotografía de Jesús Apa.


  

   

3 comentarios:

  1. Porque el pueblo, los pueblos, conservan todavía la identidad del hombre con la naturaleza.
    Me encantaron tus palabras Jesús.

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