viernes, 9 de marzo de 2018

Hay mujeres

Esa mañana, como cualquier otra, se levantaría dentro de la rutina de los últimos meses. No le incomodaba que a veces sus días fueran parecidos, en absoluto. Asomada a la enorme ventana que daba afuera, se deleitaba esta vez con un aguacero; viendo cómo llovía abundantemente, y es que eso siempre le levantaba una sonrisa. Era como si la lluvia enjuagase su ánimo, limpiara bajo su piel esos sentimientos negativos que a veces quedan dentro demasiado tiempo. 

Mientras saboreaba su café, observaba como aquel día, al igual que ella, estaba tratando de despertar. Suponía cómo ese sol matutino se desperezaba pero que no podría salir de entre aquellas grises nubes cargadas de agua. Aquella sensación le gustaba. No sólo la luz proporciona bienestar; los días como aquel generan paz.

Bajo su pelo aún mojado por la tibia ducha de hacía un momento, se elevaba un vapor que quería acompañar el aura que la envolvía. Se sentía calmada, plena, satisfecha, incluso dichosa. Aún así, sabía que eran muchas las cosas que tenía que cambiar, y lo asumía con naturalidad, cómo quien sabe que todo puede ocurrir mientras se tenga voluntad para ello. Todo estaba en su mano, no le cabía duda. Mientras tanto, la lluvia caía enérgicamente.

En aquella alegre soledad momentánea, le dio por respirar y escucharse, y lo hizo profundamente; notaba sus latidos impacientes, y eso la llevaría a tener buenos pensamientos, aunque sin ninguna prisa porque, de todos modos, no sabía qué tenía que cambiar, por qué debía hacerlo, desconocía en qué mujer tendría que llegar a convertirse. Realmente se sentía feliz como era; "la mujer que habita bajo mi piel es alguien digna, pero quizás podría convertirse en una mejor", pensaba para sí.

¿Pero en qué tipo de mujer?, o mejor dicho, ¿en quién? 

Pensaba en aquellas mujeres que había conocido a lo largo de su vida, pero también podía ser cualquier tipo de mujer que aún ni tan siquiera conociese. Su mirada a través del cristal quedó fija pero sin mirar en nada, a nadie. Era como si sus pensamientos quedaran proyectados en una pantalla gigante. Por ahí pasarían cientos de imágenes, cientos de mujeres, algunas conocidas, otras le resultarían familiar y otras muchas, jamás habría visto en su vida. No imaginaba que hubiera tantos tipos de mujer.

"Mujer que no duerme, y mujer que descansa.
Hay una mujer madre, hija, abuela, mujer que envejece en su casa.
Una mujer que enferma, que se cura, que se alivia, que respira.
Mujer brillante, mujer luciérnaga y mujer guía.
Hay una mujer que ama, ninguna que odia. Otra que camina y pisa dónde quiere.
Una mujer que trabaja, hay otra que no puede.
Mujer enamorada, mujer caricia, mujer cuerpo, también alma.
Hay una mujer que se mira en el espejo, otra en los ojos de quien ama.
Mujer viento, lluvia y tormento. Mujer sol y mujer tiempo.
Una que se mira en un charco, otra que no tiene dónde mirarse. En ningunas hay lamentos".

Mientras tanto, ahí fuera, sigue lloviendo...

"Hay una mujer morena, otra rubia y todas eternas.
Una mujer que es guapa, hay millones hermosas, todas de su belleza son dueñas.
Mujer que llora, que ríe y sueña, que se se siente alguien.
Hay una mujer por la que lloran, hay mujeres soñadas, no hay mujeres de nadie.
Una mujer que es libre, otra que es esclava. Hay una mujer rica, no hay ninguna pobre.
Mujer diamante, mujer plata. Mujer de oro, mujer que es noble.
Hay una mujer que es presente, fue pasado y será futuro. Mujeres, tal cual.
Una mujer justicia, mujer que lucha. Mujer que no es hombre, mujer que es igual".

La lluvia no iba a parar...

¿Cuál de todas ellas era? ¿Cuál de todas ellas podía ser? ¿Sería una más? Ahora entendía que podía ser cualquiera, pero también que podría convertirse en todas a la vez. Estaba convencida que podía hacer todo cuánto se propusiera. 

Era una mujer y como tal, era igual a todas. Era una mujer y como tal, sabía que era única.

Se sintió aún más feliz que antes. No quería que la lluvia cesara. Que sus pensamientos tampoco se detuvieran. Ambas cosas solo pararían al final del día. Pero a lo mejor es verdad, y terminada la lluvia, como con las setas, el presente vuelve a nacer. 

Ella sin embargo, ya nunca se detendría...

¡Dedicado a Helena!


Cabeza la Vaca, 9 de marzo de 2018. Fotografía de Helena Rocha.

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